A veces, sorprende realmente la oferta filmográfica de las televisoras por suscripción. Días atrás, un canal europeo espetó a la medianoche una obra cargada de significaciones obviamente insoportables para la (auto)censura prevaleciente en Venezuela: ¡Queridos camaradas!, un filme de Andrei Konchalovsky (2020), reporta las protestas acaecidas hacia 1962 en la localidad soviética de Novocherkassk, culminando en una masacre y, por supuesto, en el espeso silencio del miedo y su legado de infinitos años.
Reunido el partido ante tamaña novedad, después de pedir la inmediata aprehensión o ejecución de los contrarrevolucionarios, le corresponderá a Lyudmila, la abnegada dirigente municipal, buscar intensa y subrepticiamente a su hija, Svetka, entre los heridos y muertos. Superviviente del implacable y prolongado tiroteo, la protagonista no se permite sucumbir emocionalmente, e, incluso, asiste brevemente a una sesión con la dirigencia superior partidista que incluye a los mandos militares subordinados, reiniciando la búsqueda con la ayuda de un amigo a la vez oficial de inteligencia.
Caído el muro de Berlín, supusimos que jamás volverían regímenes parecidos y, muchísimo menos, por los predios de la potencia petrolera, satisfecha y presumida que fuimos, pero tuvo razón Juan Nuño al advertir que la historia no es lineal y progresiva, admitiendo retrocesos, codos o recovecos, por sorprendentes que fuesen, como lo apuntó para El Nacional en 1986 (https://apuntaje.blogspot.com/2024/06/recoveco-historico.html). Oportuno inciso, lo hemos sentido y aprendido con una densa amargura los venezolanos de un siglo que nos ha asaltado a mano armada, demasiado armada, olvidando el cielo de sus antiguos afanes.
De modo que nadie está a salvo de una experiencia similar, por más que empine la mirada sobre el hombro. Ocultando la tragedia, la fiesta olímpica de París luce insuficiente.
Dirimiendo la solicitud de un crédito adicional en el parlamento de finales de 2012 que benefició a cuatro específicos y concretos directores de cine y televisión, nos permitimos discrepar recordando una vieja película de Konchalovsky en torno a la afición cinematográfica de Stalin, por cierto, vista en el Ateneo de Caracas en tiempos en los que hubo cine alternativo en la metrópoli múltiple (https://lbarragan.blogspot.com/search?q=+Andrei+Konchalovsky). Concluida la sesión, recordamos, camino al estacionamiento, nos preguntó con subrepción un diputado oficialista si podía prestarle la película que, le aclaramos, no teníamos; y, mirando a los lados, dijo: “El que te conté va por el mismo camino del ruso, pero uno no puede ni insinuarlo a los camaradas que no dejo de querer”.
@luisbarraganj