Alicia Ponte-Sucre, la esclarecida investigadora científica, profesora emérita de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela y miembro correspondiente de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, escribe sobre el coronavirus con específicos detalles y pertinente lenguaje y con buen apoyo bibliográfico pronuncia la palabra “incertidumbre” para asentar las dificultades que han surgido con relación a alguna vacuna o defensa contra la pandemia que tiene al mundo entero con tapaboca, lavándose las manos repetidas veces, restregándoselas con gel antibacterial y manteniendo una distancia apreciable con sus semejantes.
En sus reflexiones sobre el virus, Alicia Ponte menciona a Werner Heisenberg, quien enunció hace aproximadamente un siglo “que no es posible, al mismo tiempo, conocer la posición de una partícula y la velocidad a la cual se mueve, y hacia dónde”. La posición, es decir, la ubicación, explica Alicia, es una fotografía estática de la partícula y su velocidad y dirección de movimiento conforman una película de múltiples momentos. Este enunciado constituye el denominado Principio de Incertidumbre de Heisenberg de la Mecánica Cuántica. Esta teoría del universo cuántico parece ser útil también en el mundo macroscópico, para entender lo inesperada que puede ser nuestra realidad.
Alicia Ponte se pregunta ¿qué es la incertidumbre? Para el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, la incertidumbre (duda, perplejidad, indecisión, vacilación) se define como “contrario a la certidumbre”; y precisa certidumbre, como “conocimiento claro y evidente de las cosas”, sinónimo de certeza o certitud. Se dice de algo que hay certeza o se tiene certitud de él cuando, según el DRAE, hay firme adhesión de la mente a algo conocible, sin temor a errar.
Etimológicamente incertidumbre proviene (del latín) de la combinación de in (negación) certus (certero), carencia de conocimiento certero; nos habla de la falta de certeza, como cualidad de la situación o circunstancia que estamos enfrentando, o falta de conocimiento fiable acerca del desenlace de la situación que vivimos. La información, es decir, la búsqueda, análisis y experimentación minimiza la incertidumbre. Entre sus antónimos se describen decisión, firmeza, resolución.
Lo que escribe merece el espacio de esta columna. La incertidumbre, dice, es radicalmente distinta al riesgo. “El riesgo se asocia usualmente a cantidades susceptibles de medición, en otros casos es claramente distinto. Existen diferencias cruciales entre ambos términos en relación a los fenómenos a los cuales se refieren y por lo tanto, a cuál de los dos está presente y operando. Una incertidumbre medible, o “riesgo”, es tan diferente de una incertidumbre inconmensurable que no se considera realmente una incertidumbre”.
“Pero la incertidumbre puede tener diversos carismas. La sorpresa es una variación de la incertidumbre, a veces se usa en teoría de la información. En psicología cognitiva, la incertidumbre puede ser real, o simplemente diferencia de percepción (expectativas, amenazas, etc.). La vaguedad es una forma de incertidumbre (“persona de estatura promedio, “persona alta”). La ambigüedad es otra forma de incertidumbre donde los resultados suelen tener significados poco claros; surge en situaciones en las que múltiples analistas tienen diferentes interpretaciones de las mismas declaraciones. La incertidumbre se puede referir, como mencionamos, también a mediciones físicas, a nivel subatómico; la incertidumbre parece ser una propiedad fundamental e inevitable del universo”.
A lo largo de la existencia, afirma la doctora Ponte-Sucre, es inevitable que la incertidumbre aparezca, “no existe nada más difícil de predecir que el futuro”, dice la sabiduría popular. La condición humana nos lleva a tomar decisiones que acarrean consecuencias, el temor a esas consecuencias puede llevar a la incertidumbre, sensaciones de nerviosismo e inquietud por falta de certeza de lo que acontecerá, rebasando los límites de la confianza.
Es decir, que todo acto en nuestra vida está signado por la incertidumbre. Y normalmente, querer controlarla hace que ese parámetro incierto se transforme en negativo. Por ello, hay que lograr vivir con ella. Apreciarla como un don, vivir de la mano con su lógica, sin oponernos a ella: cada vida es una historia de supervivencia, de experiencias extremas resueltas con gran sabiduría, a cada instante; a pesar de la incertidumbre, sobrevivimos, y triunfamos.
Pero la perplejidad, continúa diciendo la doctora Ponte-Sucre, un sinónimo interesante de los ya mencionados, implica confusión frente a lo que se debe hacer. Deriva de perplexus en latín y se refiere al desconcierto o la indecisión que una persona tiene con respecto a algo; indica que frente a un hecho concreto se produce conmoción y ocurre una reacción. Es decir, existen situaciones que generan sorpresa e impacto e impiden una respuesta rápida y fluida; descolocan a la persona de la situación vivida y esperada. La perplejidad plantea la tensión que una persona siente cuando se encuentra entre dos opciones y ambas están totalmente sujetas a su moralidad. Para la estadística, la perplejidad es una medida vinculada a la distribución de probabilidades. A diferencia de la incertidumbre, la perplejidad no tiene por definición carácter positivo o negativo. Ambas opciones son posibles. Lo que es cierto es que la perplejidad produce estupefacción, parálisis, como si el tiempo se hubiera detenido. Es necesario asimilar la idea para poder reaccionar frente a lo que nos ha causado sorpresa.
Y llegó el SARS-CoV-2. Un virus. Una cosa que nos llena de inquietud porque, ¿está vivo? ¿está muerto? No puede reproducirse por sí mismo, y al entrar en nuestras células secuestra su maquinaria y se replica. Esta cosa minúscula ha trastocado nuestro mundo global, que dábamos por sentado. Estamos en el medio de una pandemia, igual que hace unos 100 años.
Frente a esta catástrofe global, advierte Alicia Ponte, surge perplejidad, sorpresa, indecisión. Sinónimos de incertidumbre, frente a la carencia de conocimiento certero acerca de la COVID-19. En realidad, no sabíamos casi nada, y hemos aprendido mucho. Sin embargo, la situación mundial frente a la COVID-19 sigue estando plagada de incertidumbre. Principalmente en la escogencia de la estrategia(s) adecuada(s) para combatir y prevenir la pandemia, sin sacrificar la economía mundial”.
¡Estremecen las palabras de Alicia Ponte! Sacuden el alma y nos obligan también a reflexionar sobre la incertidumbre en la que chapoteamos desde hace veinte años de descalabros “bolivarianos”. Porque la incertidumbre que revolotea sobre el virus puede rozar también la tragedia política que sufrimos como si se tratara de otro virus igualmente catastrófico