OPINIÓN

In memoriam: Pola Cusnier de Ortiz

por Vicente Carrillo-Batalla Vicente Carrillo-Batalla

La importancia de una formación adecuada en materia económica y financiera tiene que ver –entre otras cuestiones– con el conocimiento y comprensión de las organizaciones sociales, sus dinámicas esenciales y la manera como éstas se aproximan a la satisfacción de las crecientes necesidades de la población, generalmente en un entorno de escasez de recursos –se trata de la inteligente y atinada gestión de riesgos y de bienes diversos–. Desde los tiempos de la Revolución Industrial, la ciencia económica ha jugado un gran papel en lo atinente a la creación y distribución de la riqueza en un mundo cada vez más populoso y globalizado, sobre todo en las últimas décadas del siglo XX y primeras del XXI –hablamos de producción, intercambio, distribución y consumo de bienes y servicios en las naciones civilizadas–.

La población de un país debe conocer en mayor o menor medida los fundamentos económicos bajo los cuales se desenvuelve. En ese orden de ideas, los cultores de la ciencia económica y materias relacionadas, juegan un papel primordial en el conocimiento, evaluación y divulgación del pensamiento sustentado en experiencias vividas, datos actuales y proyecciones futuras. Se trata de alcanzar mejores niveles de gestión de recursos naturales y económicos en general, desarrollando aptitudes para la toma de decisiones trascendentes que aseguren servicios de calidad en ambiente de competencia y de continua innovación.

Nuestra querida y recordada Pola Cusnier de Ortiz formó parte de esa pléyade de intelectuales que dieron forma y vigencia al pensamiento económico venezolano contemporáneo. Figura entre los Individuos de Número fundadores de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, la corporación creada por Ley de la República de fecha 24 de agosto de 1983, como respuesta al denodado interés en los estudios económicos y su significativa importancia en el desarrollo general del país. Pola se convierte por su pensamiento y acción en protagonista de primera línea en ese proceso de inserción del análisis y el conocimiento formal de la economía venezolana. En tal sentido se cuenta entre quienes aportaron testimonios de discernimiento profundo sobre la situación y posibilidades del país en sus diferentes sectores de actividad, aunque en su caso puso el énfasis en la agricultura. Sus Ensayos sobre Política Agrícola venezolana, publicados por la Academia Nacional de Ciencias Económicas en 1985 (Volumen 1 de serie: Ensayos), dan testimonio de lo apuntado.

Obtuvo el grado de doctora en Ciencias Económicas y Sociales en la Universidad Central de Venezuela, realizando estudios de posgrado en Economía Agrícola en las universidades de Wisconsin y Minnesota, así como de especialización en financiamiento agrícola en el Bank of America en San Francisco, Israel y Alemania. Sostuvo una muy destacada actividad docente como titular de cátedra en las universidades Central de Venezuela y Católica Andrés Bello. También se desempeñó desde 1994 como miembro del Consejo Directivo del Instituto de Estudios Superiores de Administración IESA. En el terreno profesional, ocupó la Dirección de la Oficina de Asuntos Agrícolas Internacionales de Venezuela y la presidencia de la Asociación Mundial de Vivienda Rural para el Desarrollo Económico y Social de las Comunidades Rurales –fue su representante ante las Naciones Unidas en sus sedes de Nueva York, Ginebra y Viena desde 1999–. Fue miembro del Consejo Directivo de la Fundación Palacio de las Academias, vicepresidenta de la Fundación Alberto Adriani y vicepresidenta de la Academia Nacional de Ciencias Económicas (2007-2010). Se trata pues de una densa, impecable y muy meritoria hoja de servicios.

Pola Cusnier de Ortiz fue para nosotros –los Carrillo-Batalla– una notabilidad entrañable, cuya activa presencia en la intimidad familiar forma parte de esa memoria imborrable de momentos alegres y afortunados, aunque también los hubo intrincados y desafiantes, como es natural en toda ocupación humana. Su solidaridad para con nuestros padres en momentos culminantes de sus vidas fue ejemplo palmario de devoción, bonhomía y don de gentes. Por ello conservaremos, como en álbum de familia, ese cariñoso recuerdo de quien fue de toda nuestra consideración y estima, sin duda un personaje singular del mundo académico, profesional y social en la Venezuela de nuestro tiempo.