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In memoriam: Luis Fernando Sánchez Herrera

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José Manuel Sánchez fundó en 1917 la empresa Sánchez & Compañía, un referente venezolano dedicado por más de cien años a la venta al mayor y al detal de herramientas y útiles de hierro para la construcción y necesidades del hogar doméstico. Con el tiempo se dedicará igualmente a la representación y distribución de maquinaria, con énfasis añadido en los sectores agropecuario y de la construcción. Como grupo económico incursionará exitosamente en otras áreas de negocios vinculadas al desarrollo inmobiliario y al sector financiero nacional, así como también a la filantropía, a través de la fundación. 

Luis Fernando Sánchez –hijo de José Antonio, a quien cariñosamente amigos y familiares llamaban Totón– fue director y activo copartícipe en todas las áreas de actividad del grupo de empresas Sánchez & Compañía. Fue director y trabajó para Intersan –empresa que ejerció la representación en Venezuela del gigante industrial norteamericano International Harvester Company–, también para Bombagua y Agrometal, entre otras iniciativas, colaborando decisivamente en el desarrollo de la actividad agropecuaria y agroindustrial en el país. Había estudiado en el internado Choate Rosemary Hall ubicado en Wallingford, Connecticut, para después aplicarse a la administración de empresas. Fue siempre un destacado deportista, laudable jugador de golf en la escuela preparatoria, donde también se distinguió en las áreas de estudio que atendió con notable responsabilidad académica. Ya de regreso en Venezuela, se destacará igualmente como pescador deportivo en los placeres venezolanos, donde la lancha Briton y su equipo conformado con Alfredo Vaamonde y Pablo “el Negro Lovera»–nombrado Savalo, para más señas–, competirá y ganará premios en torneos nacionales e internacionales.  

Luis Fernando será presidente de la Sociedad Financiera de Crédito, Soficrédito, empresa del grupo Sánchez & Compañía y tiempo después asociada al Banco Venezolano de Crédito y a Swiss Bank Corporation. Será director de la Arrendadora Banvenez –bajo la competente administración ejercida por su entrañable amigo Carlos Bernárdez– y más tarde miembro de la Junta Directiva del Banco de Venezuela presidida por Jacques Vera –cuando la crisis bancaria de 1994–. También será presidente de la Cámara de Comercio de Caracas, donde tendrá una actuación importante y merecedora de reiterados elogios.  

Acerca de Soficrédito, nos contaba nuestro querido amigo Leopoldo Monterrey una simpática anécdota. Cuando en 1978 Leopoldo trabajaba en el Banco Interamericano de Desarrollo, Luis Fernando sin conocerlo personalmente, se trasladó a Nueva York y Washington con el único propósito de ofrecerle la vicepresidencia ejecutiva de la sociedad financiera. Fue tal su afabilidad, argumento y resolución, que Leopoldo –contra todo pronóstico y poniendo a un lado ciertos acuerdos– terminó aceptando el encargo y poco tiempo después regresó a Venezuela para trabajar en Soficrédito. Prueba de la natural capacidad de Luis Fernando para identificar, atraer talento y formar equipos cualificados en sus iniciativas empresariales. 

Es preciso referirnos a la sensibilidad social de Luis Fernando y de toda la familia Sánchez, manifestada en la adquisición que hiciera la Fundación Sánchez de las 25 hectáreas que conformaban «La Chiquita» –entonces propiedad de la familia Guinand–, situada en proximidades de El Choro en el estado Portuguesa. Bajo el liderazgo de Luis Fernando en nombre de la fundación, se construyó la llamada «granja Toñero» –en honor a su hermano mayor– o el albergue para niños desposeídos y proclives al abandono, con el propósito de darles la oportunidad de vivir dignamente y formarse en el liceo llevado en Píritu por los padres Salesianos bajo la dirección del padre Prato. Con particular entrega y entusiasmo, Luis Fernando contribuyó al éxito de tan singular y edificante iniciativa, años después desmontada por la acción del gobierno. 

Conocí a Luis Fernando Sánchez en un encuentro casual que tuvieron nuestros padres en Caracas, allá por los años setenta del pasado siglo. Tomás Enrique Carrillo Batalla y José Antonio –Totón– Sánchez habían fundado junto a distinguidos empresarios venezolanos, el Banco República en 1958 y ambos compartieron responsabilidades administrativas en los primeros años de operaciones de dicha institución financiera. Concurrieron en aquel memorable encuentro, Carlos Duarte Level –también fundador del Banco República– y Manuel Acedo Lugo, uno de sus altos ejecutivos. Fue notable la camaradería compartida entre los nombrados. Años después, coincidí con Luis Fernando en el Consejo Venezolano de la Carne, Convecar, donde se destacó como miembro muy activo y generoso colaborador de la institución. En particular, recordaré su invalorable apoyo a mi gestión como presidente de Convecar, tanto en asuntos de carácter administrativo –fue determinante su contribución a los acuerdos suscritos con la Gaceta Ganadera–, como en todo cuanto tuvo que ver con la defensa y sostenimiento de los genuinos principios y valores del empresariado venezolano. En aquellos tiempos de inicio del siglo XXI, sufríamos los embates de la política exacerbada que nos llevó como nación a innecesarios y contraproducentes cambios estructurales en prácticamente todos los ordenes de actividad económica. El sector ganadero nacional no podía escapar a las reformas que entonces se plasmaban en la nueva Ley de Tierras y Desarrollo Agrario, el instrumento que contribuyó al desmontaje de numerosas unidades de explotación ganadera –algunas de ellas marcadamente eficientes, otras muy mejorables–. Luis Fernando era un ganadero exitoso en sus fincas Alto Viento de Tucacas y en Taguay del Estado Aragua. En esos tiempos convulsos, insistía con vehemencia: “Los principios y valores no se negocian ni se abandonan”. 

Se nos ha ido Luis Fernando en momentos que exigen el juicio inteligente y equilibrado que caracterizó su actuación como empresario, como gremialista, como gerente, como ganadero y como filántropo. Nos lega su ejemplo de bien obrar, su generosidad y bonhomía, y sobre todo el privilegio de su amistad personal. 

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