Hace apenas seis días dábamos posesión para un nuevo período rectoral en la UCAB al padre José Virtuoso. En su rostro se notaban los efectos de la quimio a la que se estaba sometiendo por el cáncer que le había sido detectado en el estómago. Las palabras que nos dirigió en esa ocasión las podemos catalogar como su testamento académico y espiritual. Hizo alusión a las limitaciones de su salud insistiendo en la confianza en el claustro ucabista para continuar con el trabajo en equipo que tiene muy en alto a la comunidad ucabista en medio de la crisis global del país y del mundo. Puso su vida en manos del creador y con fe y esperanza profundas, su vocación cristiana e ignaciana lo hacía con reciedumbre y confianza estar ligero de equipaje en manos del buen Jesús.
Tendremos que volver sobre sus palabras como para atisbar el futuro de la universidad que amó y entregó su vida.
A pocas horas del fallecimiento del padre Joseíto como familiarmente lo llamábamos, siento el dolor de la separación física del buen amigo, mejor sacerdote y jesuita, investigador, gerente moderno en el mejor sentido, con profundo sentido cristiano y con gran amor por los pobres y necesitados. Consecuente con la obra de Catuche, la convertimos en rectoría para dotar mejor en lo material y en la promoción cristiana integral a la que dedicó muchos desvelos. El porcentaje de estudiantes que recibieron y reciben becas para continuar los estudios universitarios son signo de esa entrega.
Su origen sencillo, mestizo de sangre italiana y criolla, sembrada en el corazón del oeste caraqueño que lo vio nacer. Su temprana vocación como hijo de San Ignacio fue forjando una personalidad sencilla pero recia, sin protagonismos pero impulsando con discernimiento y constancia, su aporte a este país transido de tantos anhelos frustrados.
El aporte de la UCAB a muchos de los proyectos y programas de la Conferencia Episcopal y de la Arquidiócesis de Caracas y de Guayana son testigos de ese trabajo mancomunado por el bien del prójimo. Como buen hijo dedicaba las tardes dominicales a compartirlos con su querida mamá para volver a los quehaceres universitarios con profunda visión de futuro. La búsqueda de la justicia y la libertad lo tuvo siempre a la vanguardia de promover los verdaderos valores de la vocación política de quienes se dicen y llaman dirigentes. El mundo académico le reconoce sus obras y las que deja andando en la superación de la mediocridad y ausencia de compromiso social.
Una buena amistad nos hizo compartir desde hace años, acrecentados en estos últimos por las tareas comunes que teníamos entre manos, me hace sentir la orfandad de un buen hermano. Lamento no estar presente físicamente en Caracas para sus exequias. Desde Santiago de Compostela donde me encuentro portando las reliquias del Beato José Gregorio Hernández a la numerosa colonia gallega, nos unimos en la eucaristía de este viernes 21 de octubre a las plegarias que desde la capilla del Trono de la Sabiduría se elevan al buen Dios. Mi oración esperanzada por su eterno descanso, el consuelo para su mamá y familiares, a la Compañía de Jesús por la pérdida de un hijo brillante, a la comunidad ucabista agradecida por su entrega permanente, al país todo que reconoce en su vida, al venezolano y creyente fiel y servidor. La esperanza cristiana retiene mis lágrimas por el vacío que deja. Que su memoria sea motor de muchas iniciativas en las que se haga presente la estela de bien de este buen hijo de San Ignacio. Descanse en paz.
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