Me exhorta un cometido de familia y de entrañables afectos, al referir la trayectoria de Asdrúbal Baptista Troconis en ocasión de su repentino y doloroso tránsito a la eternidad. Vínculos de parentesco nos unieron, pero ante todo de lealtad consumada entre las familias Baptista, Araujo, Briceño y Carrillo de nuestros Andes trujillanos. José Manuel Baptista Araujo y Jesús María Briceño Araujo –bisabuelo de mi madre– fueron primos hermanos, también lo fueron del general Juan Bautista Araujo –el León de los Andes, como se le conoce en la historia venezolana–. El doctor y general Leopoldo Baptista Briceño –abuelo de Asdrúbal– fue amigo íntimo de mi abuelo, el agricultor, diplomático y jurista José Tomás Carrillo Márquez; ambos compartieron las lides de la política a vuelta del siglo XIX y se mantuvieron siempre leales a sus principios y convicciones hasta el final de sus días. Hago el anterior recuento porque fue frecuente entre nosotros recordar a los viejos y de tal manera vigorizar esos nexos de afinidad perdurable. Por encima de todo, Asdrúbal y yo fuimos amigos incondicionales, sentimientos asimismo compartidos con nuestra querida Cecilia Hortensia y con Emily.
Asdrúbal fue un caballero a carta cabal, un hombre de bien, de sólidos principios y moral cristiana, un humanista que rindió ideas propias con notable firmeza, siempre abocado a la disciplina universitaria, profundo en su análisis, sistemático y severo en el manejo de las fuentes de información y del conocimiento, solemne y juicioso en su forma de expresarse y de proceder en la vida. Se graduó de abogado y de economista en la Universidad de los Andes, continuando sus estudios de posgrado en la Universidad de Kent. Fue titular de la Cátedra Andrés Bello en el Saint Anthony’s College de la Universidad de Oxford, donde alcanzó admirable desarrollo académico e intelectual en materias diversas –economía política, relaciones internacionales y estudios regionales–. Miembro fundador de la Academia de Ciencias Económicas, ocupará el Sillón Nº 15 y más tarde la presidencia de dicha institución. Su dilatada, exitosa y ampliamente reconocida labor docente y de investigación comenzará en la Universidad de los Andes –su alma mater–, para después continuar como profesor titular en el IESA, donde quedarán por siempre sus lecciones impartidas a generaciones de estudiantes, así como originales aportes al estudio y comprensión de la economía venezolana. También profundizará en sus investigaciones como académico-visitante en la Universidad de Harvard, retornando al país para integrarse al equipo de campaña del presidente Rafael Caldera en 1993, en el cual asumirá un papel protagónico; afanes inolvidables que ambos compartimos en numerosas reuniones de trabajo y en giras al interior del país durante varios meses. En ese contexto, ya en funciones de gobierno, ocupará un año después y por breve tiempo el cargo de ministro de Estado para la Reforma Económica. La Cátedra Simón Bolívar de la Universidad de Cambridge será para Asdrúbal en el año 2002 un nuevo reto académico cumplido con lucimiento.
Leal a sus convicciones, realizó importantes trabajos de investigación devenidos en obra publicada de singulares contornos. Su Teoría económica del capitalismo rentístico: economía, petróleo y renta pone de relieve el acontecer del período cumplido entre 1920 y la década de los ochenta del pasado siglo, los años de una exuberante renta petrolera que hizo posible el crecimiento económico y una cierta armonía entre la oferta y la demanda de bienes y servicios en el país –la que sirvió para agrandar la nómina del sector público, para mantener por largo tiempo una moneda sobrevaluada y todo aquello que proporcionaba una idea engañosa del equilibrio–. El Estado moderno que había nacido de la mano del petróleo fue el gran proveedor de recursos y oportunidades para el desarrollo de proyectos diversos –públicos y privados–, contratación de obras de significativa envergadura y empleo gubernativo, todo lo cual comienza a declinar hasta que tiene lugar el control de cambios de 1983; había asomado tiempo atrás en el país –sin que las clases política y empresarial tomasen debida nota– un nuevo período de nuestra historia económica. El crecimiento –es su tesis– debía a partir de entonces sustentarse en una política de gasto razonable de la renta en bienes colectivos, no para consumo privado, tampoco para inversión pública aún siendo rentable. Utilizar pues la renta para re-urbanizar el país y no simplemente para aumentar masivamente el consumo popular era lo adecuado. Quitar el acento en el liderazgo económico del Estado que ya no podía seguir siendo promotor ni benefactor era entonces una necesidad imperiosa. Esta obra de Asdrúbal Baptista es hoy tenida por muchos como fundamental del pensamiento económico latinoamericano.
Sus Bases cuantitativas de la economía venezolana: 1830-1995 constituyen un escrupuloso empeño de relacionar en números la historia nacional, una contribución de revelador impacto y de inmensa utilidad práctica para los investigadores y estudiantes. Podemos igualmente añadir los Límites de la economía política. Consideraciones acerca de una ciencia histórica, así como otros trabajos, numerosos artículos especializados y esfuerzos por divulgar el pensamiento económico universal, porque Asdrúbal no solo sobresalía en la comprensión de la historia, también en su profundo conocimiento de las doctrinas económicas, que divulgaba con contagiosa pasión.
Asdrúbal fue tajante al observar el fracaso histórico que aún nos envuelve. Los cambios propuestos a finales de los ochenta y mediados de los noventa, por razones diversas, no pudieron evitar la pérdida de la República. Para él la clase política organizada en los diferentes partidos nunca dejó desde los tiempos de Juan Vicente Gómez de enfatizar el liderazgo estatal en materia económica; no hemos tenido pues un pensamiento liberal que pudiese rubricar con fuerza itinerarios alternativos –ni siquiera hoy lo tenemos, como demuestran los hechos–.
Se nos ha ido el pariente y amigo dilecto en un momento que pudiera ser crucial para Venezuela. No podemos anticipar acontecimientos, pero tampoco abjurar de la esperanza en oportunidades y tiempos mejores. Nos quedan imborrables recuerdos de su natural bonhomía, sus libros, las conferencias, entrevistas y enseñanzas que fueron muchas, pero también el vacío de renovados y oportunos discernimientos sobre el curso cambiante de la economía y de la política. Porque Asdrúbal Baptista, uno de los intelectuales de mayor valía en nuestro tiempo, siempre encontraba incentivo para el pensar profundo, para la reflexión serena y responsable, para poner en movimiento ideas importantes.
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