OPINIÓN

Impresiones de viaje

por José Alfredo Sabatino Pizzolante José Alfredo Sabatino Pizzolante

Paseo por los manglares | Henrique Avril

Además del importante trabajo desarrollado por el fotógrafo Henrique Avril en las páginas de El Cojo Ilustrado (1892-1915), en la que nos muestra una Venezuela de múltiples contrastes, a veces de miseria y otras de pintorescos parajes, desaparecida aquella revista el artista continuará con su labor divulgadora del paisaje venezolano en otras publicaciones capitalinas, entre ellas, La Revista y la Revista Multicolor.

La Revista fue un semanario ilustrado, aparecido en mayo de 1915, bajo la dirección de Luis Alejandro Aguilar y administración de P. Valery Rísquez & Ca. Avril se desempeña como su corresponsal gráfico en el puerto, aportando un importante número de gráficas ―de corte social, principalmente― en el que destacan los retratos femeninos. En la serie Bellezas Porteñas la inquieta lente del fotógrafo capta lo más granado de nuestras jóvenes, todas pertenecientes a familias acomodadas económica o políticamente.

Cubillán, Ricart, Gramcko, Rodríguez Rivero, Efraín, La Roche son algunos de los apellidos de las féminas que engalanaron las páginas de este semanario ilustrado, cuyo editor tiene la oportunidad de admirarlas personalmente cuando visita el puerto en febrero de 1917, consignando sus impresiones de viaje en tono por demás festivo: “Cuando resolví mi viaje a Europa vía Nueva York, muchos me aconsejaron que no me embarcara en La Guaira, sino que tomara el ferrocarril hasta Puerto Cabello, evitándome así los tres días en este puerto a que forzosamente lo someten a uno los vapores americanos. Yo desoí esa advertencia porque deseaba visitar con reposo el histórico puerto, teatro de hazañas legendarias. Tal resolución no me ha pesado porque tengo la evidencia que es este el más bello e interesante puerto de Venezuela, y que la impresión que se experimenta cuando al amanecer se divisan sus costas bordeando este mar que parece de aceite y teñido con las rosas del Oriente el castillo que nos recuerda a Páez y sus lanceros atravesando a nado las aguas del dormido estrecho, es inolvidable…”.

Afirma el visitante que Puerto Cabello es encantador porque tiene la alegría de Caracas “y su confort y damas que nada tienen que envidiar a las nuestras porque son bellas, graciosas y distinguidas”. Asiste a la función de la compañía de variedades Frígoli Palermo en el Teatro Municipal, cuya mítica acústica se debía al agua que pasaba por el subsuelo (nunca comprobado); es homenajeado con un simpático baile en el Club Recreo, mientras que los directores de El Estandarte, Lope Bello, el agente local de El Nuevo Diario, Carlos B. Mas, y el agente local de La Revista, Rodolfo Betancourt, lo obsequiarán con almuerzos y paseos que incluirían el poblado de San Esteban. Henrique Avril, por su parte, corresponderá al huésped con un recorrido en bote por las costas del puerto, en compañía de su esposa y un grupo de damas “y que hicieron mayor el encanto de aquel esparcimiento y más imborrables las impresiones que el puerto deja en mi espíritu al ver esfumarse entre las brumas de la tarde ese último pedazo de la patria amada”. De aquel paseo en las tranquilas aguas de los manglares, el fotógrafo captará una inconfundible estampa.

Y como haciendo honor al título que con justicia se ha ganado el puerto ―la Ciudad Cordial de Venezuela― el editor de La Revista remata sus impresiones así: “Puerto Cabello, fastidioso según otros, fue para mí cuna de gratísimas impresiones y lo recordaré siempre con encanto; yo no tengo la culpa de que no me presentaran sino mujeres bonitas; que la temperatura de estos días fuera muy fresca; que me colmaran de atenciones y que yo ignore todavía lo malo que dicen ser este puerto quienes me aconsejaron viniera por tierra. Nunca ha sido tan verdadero el dicho de que: ¡Cada cual habla de la feria como le va en ella!”.

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@PepeSabatino