Me ha sorprendido la importancia que han concedido los medios de comunicación españoles a la fotografía trucada de la Princesa de Gales. Que si la manga, que si las manos, que si la rodilla de la niña, que si patatín y que si patatán. Recuerdo el escándalo que se montó cuando los Reyes Juan Carlos y Sofía enviaron una felicitación navideña con los nietos a sus pies y bruscamente manipulada. A punto estuvo de caer la Monarquía Constitucional. Las tertulias cardíacas de los pedorros habituales montaron en cólera. Es cierto que el manipulador de aquella fotografía no estuvo acertado, como si el encargo de trucar la foto hubiera recaído en Koldo, pero en el fondo fue un asunto sin importancia alguna. Importancia relativa, creadora de chismes a falta de otras noticias más importantes. La Codorniz, la revista más audaz para el lector más inteligente, se divertía con estas tonterías, y de paso, nos solazaba a sus lectores. En plena guerra de Vietnam, una acción aérea americana lanzando bombas sobre una zona abarrotada de hochimines, causó centenares de víctimas, muchas de ellas civiles. Coincidió con una operación en el pie izquierdo del gran futbolista del Real Madrid José Martínez, «Pirri». La portada del diario vespertino El Alcázar concedió mucha más importancia al pie de Pirri que al bombardeo.
Una semana más tarde, La Codorniz se cachondeó de la importancia relativa de nuestro periodismo. Una noticia ocupaba un pequeño rincón de la página: «Terremoto en Lululandia. Diez mil lululandeses fallecidos». Y en grandes caracteres, la noticia del día, fundamental: «España gana a Trupinia en Canicas sobre Grava».
De bar en bar, de taberna en taberna, de hogar a hogar, corrió el cuento del niño que preguntaba a su padre la diferencia entre la importancia relativa y la importancia real. Tenía que hacer un trabajo al respecto entre sus deberes colegiales. Y el padre no sabía por donde empezar. Al fin, vio la luz. «Pregunta a tu madre y tu hermana si se acostarían con un hombre por 100.000 pesetas». Y el niño indagó en principio en la reacción de su madre. «Óyeme bien, hijo mío. Adoro a tu padre, pero como sabes, estamos pagando la hipoteca del piso y hemos comprado el 600 a plazos».
«Si fuera una vez, sólo una vez, sí aceptaría acostarme con otro hombre por 100.000 pesetas». Seguidamente, fue hasta su hermana. Su hermana no dio tantas explicaciones. La respuesta fue contundente. «Sí, por supuesto». Y el niño trasladó a su padre el resultado de sus pesquisas. «Pues ya sabes la diferencia entre lo relativo y lo real. Relativamente, tenemos 200.000 pesetas, cuando, en realidad, lo que tenemos es dos putones en casa».
Trucar una fotografía intrascendente, no puede ser noticia de divulgación universal. Que si la manga está trucada, que si la rodilla de la niña, que si los pantalones del niño de la izquierda, que si las manos de la Princesa, que si el cuello de la camisa del niño mayor… Páginas y páginas, crónicas y crónicas, horas y horas de encendidos debates en las tertulias pedorrianas. «Escándalo en la Monarquía británica». Para mí, que se trata de una pequeña torpeza de aficionada a la fotografía, con una importancia inexistente. A pesar de las calamidades, catástrofes y desastres que se acumulan sobre los españoles, lo más importante ha sido la manipulación de una fotografía que ni nos va ni nos viene. Y claro, se habla de ello, y se adelantan motivos y coincidencias, y se aventuran enfermedades incurables. Ignoro qué tiene que ver con la enfermedad de la Princesa de Gales, la manga alargada de su hija, el pantalón de uno de sus hijos y los brazos excesivamente largos de una madre.
Y claro, la importancia de la realidad se esconde, y la relativa estupidez resplandece. Y así nos va.
Artículo publicado en el diario El Debate de España