El sábado 7 de octubre, el ala militar de Hamas que gobierna la franja de Gaza en Palestina, lanzó un ataque mortal contra Israel, conocido como «Tormenta Al-Aqsa». Las Brigadas Izz al-Din al-Qassam, bombardearon las torres de control israelíes con drones, anulando el sistema de vigilancia, lanzando más de 3,000 misiles en 22 localidades, en un ataque por tierra, aire y mar.

El ataque de Hamas, que tomó por sorpresa a las defensas israelíes, cobró la vida de más de 1,200 civiles incluidos 40 niños que fueron masacrados en el kibutz de Kfar Aza y 260 cadáveres que fueron encontrados en el festival musical Nova donde además secuestraron a 180 civiles, jóvenes y niños tomados como rehenes.

Si bien es cierto que el conflicto israelí-palestino es una problemática sumamente compleja y de larga data; nada puede justificar un brutal acto terrorista de esta magnitud. Estos actos violan principios fundamentales que prohíben el ataque deliberado contra civiles y la toma de rehenes. La masacre de civiles, especialmente de niños, representa una grave violación de los convenios internacionales, los derechos humanos y merece la enérgica condena de toda la comunidad internacional que no puede permanecer indiferente.

Pero el líder de Irán, Alí Khamenei, afirmó estar orgulloso de los terroristas palestinos por el ataque contra Israel, afirmando que “besamos la frente y las manos de los inteligentes y habilidosos diseñadores de esta operación y de la juventud palestina”, en medio de una celebración con fuegos artificiales; declaraciones que demuestran el poco respeto a la vida y los derechos humanos de los grupos fundamentalistas islámicos.

Si bien es cierto que Teherán es uno de los principales aliados del grupo terrorista Hamas y lidera el Eje de la Resistencia contra el Estado Judío, resulta sorprendente escuchar declaraciones de esta índole ante actos genocidas de esta magnitud.

Resultan sorprendentes también los pronunciamientos de líderes latinoamericanos algunos de los cuales, lejos de condenar firmemente los brutales ataques, reaccionaron con frases evasivas y otros se declararon abiertamente a favor de Palestina. En Colombia, la cancillería condenó “el terrorismo”, pero el presidente Gustavo Petro opinó que “el campo de concentración nazi de Auschwitz estaba calcado en Gaza”, comentario que no debería extrañarnos proviniendo de un miembro del grupo terrorista M19.

Nicolás Maduro acusó a Israel por cometer “un genocidio” contra Palestina, sin censurar los ataques de Hamas, afirmando que se habían producido “masacres brutales contra el pueblo palestino”, así como la manipulación de imágenes por parte de Israel.

El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, optó por una posición neutral afirmando “lo más irracional que puede haber es la confrontación, el uso de la fuerza y la guerra”, sin referirse al ataque de Hamas. Nicaragua y Bolivia optaron por una posición similar, criticando la inacción de Naciones Unidas.

En Cuba, Raúl Castro expresó que lo ocurrido es “consecuencia de 75 años de permanente violación de los derechos inalienables del pueblo palestino y de la política agresiva y expansionista de Israel”. Comentario que era de esperar proviniendo de un gobierno que no respeta los derechos humanos de sus ciudadanos.

Es lamentable escuchar las declaraciones de estos mandatarios de izquierda que no solo apoyan a grupos terroristas latinoamericanos, forman alianzas con las principales dictaduras del mundo, sino que además avalan a movimientos terroristas a nivel internacional como Hezbollah y Hamas.

En esta terrible situación es importante condenar firmemente estos actos terroristas justamente para evitar que queden impunes y puedan repetirse. Las acciones de Hamas son reprobadas incluso por los mismos pobladores en la franja de Gaza que son amenazados por el gobierno para evitar que huyan de estos territorios.

Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú


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