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Imaginario: juguete diabólico de Jeff Wadlow, una premisa de interés que se disuelve sin explorar en sus mejores puntos

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Imaginario: juguete diabólico de Jeff Wadlow, es una mezcolanza muy cercana al ridículo del habitual tropo del muñeco condenado por fuerzas oscuras. Lo que no supera a pesar de sus interesantes efectos especiales y un trasfondo malicioso que, en manos más hábiles, habría resultado un brutal análisis sobre la inocencia rota.  

El tópico del juguete malvado, convertido en vehículo de fuerzas oscuras, ha sido analizado con frecuencia en el cine de terror durante los últimos años. De la saga Annabelle a la tecnológica visión del tema en la más reciente de Chucky y Megan. La idea del mal alienado y oculto detrás de un símbolo de inocencia, se ha vuelto cada vez más singular en su aproximación. Este año, Robert Morgan profundizó en el punto a través del duelo y el dolor en Stop Motion, en la que marionetas exorcizaban el sufrimiento de su creadora, pero a su vez se convertían en herramienta de un tipo de mal inquietante y desagradable.

Imaginario: Juguete Diabólico de Jeff Wadlow intenta unir todo lo anterior en un escenario genérico y la mayoría de las veces, torpe. La cinta, que explora la idea de la imaginación como un puente con lo desconocido, comienza con una premisa blanda. Jessica (DeWanda Wise) ha hecho una fortuna, precisamente, gracias a lo que puede imaginar. Tanto, que la película deja claro que el personaje es la demostración del lado brillante de todo lo que un niño puede soñar. Escritora de libros infantiles, no solamente es una figura reconocida. También logró reconciliarse con su pasado, para narrar su propia vida entre símbolos y brillantes dibujos.

Por lo que cuando su hijastra, Alice (Pyper Braun), insiste en que el oso de peluche que encontró en el sótano es su mejor amigo, Jessica lo asume como un hecho corriente. Mucho más se esfuerza por tratar de comprender a la niña, como protagonista de una dimensión encantadora de la cualidad para fabular la realidad. De hecho, buena parte del primer tramo de la cinta, Jessica y Alice podrían ser espejos la una de la otra. La escritora comprende los lugares ambiguos y extraños de la capacidad para imaginar. Y ambas, al fin y al cabo, ven el mundo de la misma forma. Hasta que el lado oscuro de esa habilidad comienza a deslizarse entre las sombras.

Un giro sin ningún interés 

Alice está obsesionada con Chauncey, el oso de peluche que encontró por un giro conveniente de la trama y que ahora lleva a todas partes. El guion del mismo Jeff Wadlow, Greg Erb, Bryce McGuire y Jason Oremland, intenta convertir la imposibilidad en algo siniestro. No solo no lo logra, sino que pierde su efectividad casi de inmediato. La cinta no intenta plantear la percepción de lo sobrenatural desde la dimensión de lo inexplicable. Al contrario, dedica tiempo e interés, en dejar pistas falsas sobre el origen del muñeco y hacia dónde le conduce su aparente misterio.

A saber: cómo se une la infancia de Jessica — que incluye la tragedia de haber perdido a su madre y el extraño comportamiento posterior de su padre — con lo que le está ocurriendo a Alice. Pero a medida que el argumento acumula capa tras capa de algún tipo de enigma, la trama decae por blanda, genérica y superficial. De hecho, el principal problema de Imaginario: Juguete Diabólico es Wadlow es incapaz de sostener todo lo que plantea. Una y otra vez, la premisa se pierde en medio de diálogos que no llevan a ninguna parte y aparentes indicios, que solo son la excusa para un Jump scare sin la menor lógica.

Todo va para peor, a medida que la cinta se hace una especie de laberinto de lugares comunes cada vez más evidentes. Desde incluir a Gloria (Betty Buckley), cuyo único objetivo es brindar información sobre el fenómeno centro del conflicto, hasta Liam (Matthew Sato), un evidente artificio de la trama para causar una sensación que todo lo que muestra en pantalla, bien podría ser una trampa elaborada. Pero a medida que la historia transcurre, se vuelve más tediosa y sacrifica su coherencia en favor de intentar asustar sin lograrlo nunca. El peor y más grave problema con que esta apoteosis de malas decisiones argumentales debe lidiar.

 

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