La concepción de la justicia y la igualdad en el discurso del “socialismo del siglo XXI” ha mostrado su rostro en estos 24 años de hegemonía militarista y revolucionaria. Los hechos son más reveladores que las palabras. Lo ocurrido en Venezuela, luego de la gestión de gobierno de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, debe convertirse en una lección para las presentes y futuras generaciones.
El discurso contra la propiedad y la iniciativa privada, la satanización de la riqueza (por supuesto me refiero a la riqueza fruto del trabajo), solo ha servido para destruir nuestra economía y producir la pobreza de 90% de la población. La oferta demagógica del socialismo como camino a la igualdad y a la justicia social ha quedado derrumbado. El socialismo, aquí en Venezuela y donde quiera que se ha aplicado en la concepción marxista leninista, es el camino más corto a la miseria y a la dictadura.
Efectivamente terminan logrando la igualdad en la pobreza. Luego de haber estatizado las principales áreas de la economía, de haber expropiado o confiscado industrias, empresas, edificios y establecimientos agropecuarios, de haber destinado las finanzas públicas a proyectos gerenciados y financiados por burócratas improvisados, el resultado es que todos somos igual de pobres. Una nación donde el salario ha desaparecido, para dar paso a una limosna como ingreso. Un país donde, en pleno siglo XXI, no tenemos electricidad, agua potable, servicios de salud y educación, tampoco gas, ni gasolina.
La desigualdad ha llegado a niveles jamás vistos. Una cúpula, detentadora del poder político se apropió de la riqueza nacional, vive en una burbuja, mientras 95% de la población padece los rigores del desastre creado. Y no se trata de un error de manejo de los asuntos públicos. Estamos frente a una política deliberada de mantener en la pobreza a las grandes mayorías para poder dominar con el clientelismo y el control férreo del estado socialista. Así lo declaró en su oportunidad uno de los principales ideólogos de este nefasto modelo de gestión del estado. En efecto Jorge Giordani, unos de los intelectuales del marxismo que guió la construcción del modelo actual, expresó en una reunión con el entonces presidente de Pdvsa, Guaicaipuro Lameda, lo siguiente:
“Mire, general, usted todavía no ha comprendido la revolución. Se lo explico: Esta revolución se propone hacer un cambio cultural en el país, cambiarle a la gente la forma de pensar y de vivir, y esos cambios sólo se pueden hacer desde el poder. Así que lo primero es mantenerse en el poder para hacer el cambio. El piso político nos lo da la gente pobre: ellos son los que votan por nosotros, por eso el discurso de la defensa de los pobres. Así que, LOS POBRES TENDRÁN QUE SEGUIR SIENDO POBRES, LOS NECESITAMOS ASÍ, hasta que logremos hacer la transformación cultural. Luego podremos hablar de economía de generación y de distribución de riqueza. Entretanto, hay que mantenerlos pobres y con esperanza».
Esta tesis también fue defendida por un representante de la generación más joven del socialismo, el gobernador del estado Miranda, quien siendo ministro de Educación expresó lo siguiente: “No es que vamos a sacar a la gente de la pobreza para llevarlas a la clase media y que pretendan ser escuálidos (opositores)”.
Los hechos son más que evidentes. Las políticas aplicadas han demostrado que la igualdad para el chavomadurismo es en la pobreza. Solo que ellos, los integrantes de la cúpula roja, viven en una grosera opulencia tomando de forma ilegítima los recursos del estado. Si hay alguna duda el caso Aleisami es más que revelador de ese comportamiento.
Esta situación es más que suficiente para movilizarnos a impulsar una política de promoción de la justicia a partir de la generación de oportunidades, para el crecimiento de la persona humana accediendo a los bienes materiales y espirituales a los que como tal tienen derecho. Igualdad en la riqueza, jamás en la pobreza.
Ello solo es posible generando riqueza y crecimiento de la economía. El único camino posible para garantizar la creación de riqueza es el establecimiento de una economía de mercado, donde la propiedad y la iniciativa privada sean celosamente respetados. En una sociedad que promueva la empresa privada como palanca generadora de los bienes y servicios necesarios para una elevada calidad de vida se abrirán oportunidades y fuentes de trabajo que permitirán a las personas superar la pobreza. De modo que busquemos igualdad de oportunidades para mejorar la calidad de vida y no para hacernos a todos iguales, hundidos en la pobreza.
El camino a una igualdad de oportunidades es solo posible en una economía de mercado, con compromiso social, antes que en una economía estatista y planificada como la que hemos tenido en la Venezuela socialista. Los hechos son tercos y así lo han demostrado.
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