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Sangrante

El mérito, la juventud, el potencial montado en el caballo que se ha volteado en el escudo nacional hacia la derecha cabalgando directo hacia el futuro, hacia la paz, la unidad de la nación y la vigencia del Estado de derecho y con un jinete que levanta la bandera de la generación de relevo en los patios de formación, en los navíos de guerra, las aeronaves de combate y en el despliegue de los destacamentos, esa debe ser la imagen que recorrerá los cuarteles de Venezuela, cuando frente a un cambio político se inicie un proceso de reconstrucción de la Fuerza Armada Nacional.

Profundo

El cambio político debe abrir muchas puertas y cerrar otras. El pasado y todo lo significa las rémoras de todo el siglo XIX y el XX perdidos miserablemente por las patologías políticas del golpismo, del militarismo y del pretorianismo debe ser encerrado y puesto bajo llave. Todos los morbos que contribuyeron a la pérdida de los valores y los principios en que se fundamentó la institución armada deben encerrarse, sellarse y soldarse en las puertas. La imagen del general a caballo amarrando su montura en una de las rejas del palacio de Miraflores debe quedar para la historia negra del país que se inició desde que la nación se estableció como república. La disciplina, la obediencia y la subordinación deben franquearse nuevamente en sus pasajes a los patios de ejercicios, a los puentes de mando, a los hangares y donde suene una corneta de órdenes con un toque de atención. O donde sueñe con la patria soberana un recluta en un puesto de servicio en el más apartado rincón de Venezuela con la Constitución Nacional en la mano y el juramento de defender la patria y sus instituciones vivo en el pensamiento. Esa debe ser la imagen recuperada en el respeto de un militar a partir de un cambio político en Venezuela. La representación militar del futuro debe calcarse en lo que dice el eterno artículo 5 del reglamento de castigos disciplinarios número 6: «Todo militar, cualquiera sea su grado, clase o empleo, deberá ser culto en su trato, aseado en su traje, marcial en su porte, respetuoso con el superior, atento con el inferior, severo en la disciplina, exacto en el deber e irreprochable en su conducta».

Letal

La reconstrucción de la FAN, el futuro militar de los uniformados y cuando empiece a hacerse mantenimiento a los cuarteles en esas tareas de recolección de los escombros, de pintura de paredes de las reparticiones militares, de embarcar en los camiones de basura toda la mierda política que se acumuló en los patios de formación, en los parques, en las garitas de guardia, en los pasillos, en las cuadras, en las aulas, en los caneyes donde se estacionan los tanques, debajo de los obuses, en los comandos y en la prevención puede poner en algún momento a sus ejecutores en el dilema (una palabra de moda en el medio militar) de la selección del recurso humano del relevo. Y entonces surgirán dos imágenes al frente: la del general en jefe Jacinto Pérez Arcay, senil, viviendo en el pasado de la Venezuela rural y de caudillos, con su abultado expediente de indisciplina, reincorporado para soplarle en la oreja al teniente coronel Hugo Chávez los anacronismos cuarteleros que sufren actualmente los venezolanos, las líneas rancias de la trayectoria política y militar de Ezequiel Zamora  y con el uniforme holgado y desaliñado; y la otra del teniente coronel (Ej.) Igbert Marín Chaparro, actualmente preso en una de las cárceles del régimen, egresado de la Academia Militar de Venezuela en el año 1999 como integrante de la promoción Coronel Miguel Antonio Vásquez, alférez mayor de esa promoción y con suficiente auctoritas frente a sus compañeros que actualmente están en situación de actividad en el Ejército, con posgrados en gerencia pública y derecho y política internacional en la Universidad Central de Venezuela y el más alto registro académico en la historia de la formación profesional en el Ejército. El teniente coronel Marín Chaparro es la perfecta ilustración del artículo 5. ¡Sí! Ese que dice: Todo militar, cualquiera sea su grado, clase o empleo, deberá ser culto en su trato, aseado en su traje, marcial en su porte, respetuoso con el superior, atento con el inferior, severo en la disciplina, exacto en el deber e irreprochable en su conducta».

La primera medida de la reconstrucción de la FAN después del cambio político debe ser abrir las puertas de los calabozos del régimen donde esperan por justicia y derecho los numerosos militares presos por la revolución bolivariana. Esa agrupación de parada y desfile en correcta formación de libertad, de independencia, de soberanía, de vigencia del Estado de derecho, de paz y de la unidad de la nación la debe encabezar el teniente coronel Marín Chaparro. Consecuentemente reincorporarlos con todos derechos al servicio activo (los únicos) a quienes como él tienen aún saldos con su tiempo de servicio legal y asignarle las tareas y misiones en la reconstrucción militar en la esencia del artículo 1 del Código de Honor del Cadete “Soy un cadete militar venezolano y pertenezco al instituto más antiguo de la fuerza armada; privilegio que me obliga a convertirme en exponente de las virtudes militares y ciudadanas que han permitido el nacimiento y consolidación de la nacionalidad”. Eso será sangrante, profundo y letal para la revolución bolivariana, para el golpismo, para el militarismo y para el pretorianismo. Como una estocada.

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