No todos se han ido, aunque hayan sido y sigan siendo demasiados los que se asquean y se van. Sin embargo, quedan los que siguen luchando, continúan plantando cara a la tiranía embustera, de la injusticia y estupidez. Sobre ellos se sostiene la Venezuela que no termina de bajar la cabeza, que batalla con su alrededor y mantiene alta la mirada. No son solo “bolichicos” y “socios enchufados” en los cuales la permanencia se comprende, por obligatoria, les aprietan tuercas y disminuyen posibilidades en el exterior, aunque unos cuantos sigan –por el momento– tranquilos disfrutando en distancia lo robado por acá en cercanía.
Cientos de miles emigran al encuentro del mundo y mejor vida. Se han ido y siguen yendo, dejando una Venezuela esperanzada, en búsqueda desesperada de libertad y democracia, negándose a ser hundidos en pasados ignominiosos, fracasados de la Cuba arrasada por el excremento castrista; la Unión Soviética sojuzgada por la brutalidad comunista-stalinista; la China enferma, hambreada y campesina de Mao.
Tiempos transcurridos desde aquel fallido experimento allendista y el huracán de fiereza que lo barrió. Realidad que colmó a Venezuela de maravillosos chilenos. Fue por los setenta del siglo pasado que, por desunión y resabios partidistas, la nefasta izquierda liderada por Salvador Allende se hizo con el poder en ese largo territorio de montañas, playas complejas y terremotos.
Izquierda manoseada, acaudalada, presionada, confundida por la interminable y fastidiosa visita de Fidel, que se las ingenió para arruinar Chile en tres años, hicieron en breve tiempo lo que el castro-chavismo lleva años ampliando en Venezuela. Y no crean castos que leyes comunales son chiste o alarde, es la preparación para conservar el poder después de que la ilusa y torpe oposición “crea ganar” gobernaciones y alcaldías, que le serán adjudicadas por el oficialismo como limosna pordiosera. Son las comunas que mandarán, recibirán apoyo y ayuda, no las “conquistadas” obsequiadas como caridades generosas.
En los años comunistas de Chile hicieron trizas a una nación tranquila, trabajadora, conservadora mientras la democrática y siempre abierta Venezuela se llenaba de chilenos profesionales, técnicos, de clase media e intelectuales. Pero había lo que no tenemos en Venezuela, un sector militar con líderes y poca paciencia; generales encabezados por Augusto Pinochet bombardearon el Palacio de la Moneda, pasando rastrillo con charlatanes populacheros, demagogos, embaucadores comunistas, y cambiaron la llegada de chilenos a Venezuela, que esta vez llegaron de todas las especialidades.
Encerrados en obediencias, deberes y oportunidades los militares no perciben, tampoco los políticos envueltos en su instinto de hacer para ganar votos y “conservar espacios”, en defensa a ultranza del bastión partidista retrasando la unidad como única forma de concluir la roja castro-tragedia. Los castrenses hicieron lo que se supone, implantaron una brutal opresión, asfixiaron al comunismo, atiborraron las cárceles de izquierdosos, las fábricas de trabajadores, censuraron la información y cambiaron a fondo al país. No piensen y de creer nada, que Chile se transformó en líder económico de América por obra y gracia del Espíritu Santo.
Controlado el país, arrinconada la castro-izquierda, retomado el rumbo económico tras largos años de férreo puño militar, los partidos democráticos chilenos hicieron lo que hasta ahora, a lo largo de años de catástrofe castro-chavista, no han logrado nuestros partidos opositores, se aliaron, pactaron, para forzar la salida negociada del dictador militar. Venezuela había recibido a los que huyeron del terror pinochetista, y muchos de ellos se devolvieron a su país regresado a la democracia y libertad. Ninguno pudo llevarse una queja del trato venezolano.
Se comprende que deseen ponerle freno al río venezolano, lo que molesta a extremo es la falta de agradecimiento, se entiende que quieran mantener control para que Chile pueda absorber la avalancha, aunque muchos de aquellos huidos de ferocidades, primero desastrosa del comunismo, después del arbitrario militarismo, en busca de refugio llegaron sin dinero, derrengados, asustados y un pequeño capital de esperanza. Lo que están haciendo ahora, aunque comprensible, es muestra de ingratitud, desagradecimiento tan largo y sísmico como su país. Lo lamentamos.
Venezuela ha sido duramente golpeada, maltratada a extremo como nunca, pero aguanta, resiste, pone tensas las espaldas, mete las manos en la tierra y lanza miradas hacia un futuro, que será mejor en cuanto nos saquemos de encima el miedo, humillación de la comida barata y podrida; la torpeza de los gobernantes que nunca han aprendido a gobernar y una oposición nunca supo serlo.
Seguiremos intentándolo con valentía, coherencia y coraje. Las cúpulas castristas lo perciben, se ponen nerviosas, tratan de levantar banderas deshilachadas llamando a sectores, realizando ofertas engañosas, mientras se les hacen trizas las esperanzas, producto de su ignorancia, de que el mundo cambie de opinión.
@ArmandoMartini