En el año 2017 Pekín anunció la meta gubernamental de convertirse en el país dominante en el terreno de la Inteligencia Artificial para 2030. Estados Unidos ha hecho cuanto está a su alcance para no facilitarle la tarea y una de sus armas más certeras ha sido la de dificultar la adquisición de chips indispensables para el desarrollo de aquellas tecnologías capaces de competir con las estadounidenses en el mismo terreno.
Pero mientras esto ocurre en la escala global, lo que hasta el presente China ha usado como arma de batalla al interior del país es exigir a las cortes y a las autoridades administrativas ser ampliamente tolerantes en lo relativo a las reglas a aplicar a la generación de IA. Amplitud total es el nombre del juego y así lo dejaron sentado en las “Medidas interinas para la gerencia de los servicios de producción de Inteligencia Artificial” aprobadas en agosto pasado. La consecuencia de tal deliberada desregulación ha sido la movilización de importantes inversiones hacia el sector. Y ello se ha constituido en una enorme y decisiva ventaja para China.
Más recientemente la Corte de Internet de Pekín -un órgano gubernamental de mediana talla de la capital, pero única autoridad china en la materia- fue más lejos aún al disponer que cualquier contenido generado por IA será cubierto por derechos de autor, con lo cual coloca al país en contravía con la normativa internacional en la materia incluyendo la norteamericana y de nuevo genera ventajas para sí.
Esta manera de proteger a cualquier género de producción de la IA sin tomar en consideración el componente intelectual o la creatividad humana envuelta en un contenido -como por ejemplo en una obra de arte- crea importantes conflictos y se convierte en una mina de riesgos.
Pero al mismo tiempo la ausencia de protección a la creación que se genera a través de IA –como es el caso de Estados Unidos, donde los derechos de autor deben ser reconocidos por las autoridades competentes- puede ser profundamente injusta y penalizar severamente a quienes usan diestramente estas novedosas herramientas tecnológicas para sus creaciones. Son innumerables los casos en los que los creadores de obras de arte en Estados Unidos, aquellos que usan sus destrezas digitales para armar sus propuestas, ven rechazados sus derechos de autor por el órgano competente de copyright atendiendo a consideraciones que no se encuentran en norma ninguna.
El tema da aun para mucha evolución y es apenas una muy pequeña fracción de la multitud de conflictos que la Inteligencia Artificial está presentando y presentará en su evolución. Mientras la Europa de los 27 se esfuerza en detentar -ella también- el título del número uno mundial en materia regladora, los chinos se ubican en las antípodas: la desregulación como regla.
No es inusual que China vaya en contravía del resto del planeta en materias de gran importancia global. Tampoco es inusual que Estados Unidos desee convertirse en el más grande regulador cuando se trata de disciplinas de vanguardia. En algún lugar intermedio debe haber una solución, pero aún es temprano en el tiempo. En el mundo de la IA las excepciones surgen como hongos y las excepciones de las excepciones también proliferan. Ese es un difícil tema, además de sustantivo, en el que, de nuevo, la potencia china se convierte en el “enfant terrible” del planeta y tiene, por ahora, todas las de ganar.