OPINIÓN

I Saw the TV Glow de Jane Schoenbrun, cuando los terrores virales y culturales se hacen realidad

por Aglaia Berlutti Aglaia Berlutti

I Saw the TV Glow de Jane Schoenbrun examina y explora en las grandes obsesiones culturales. También, profundiza en el tejido de la cultura pop con cuidado y encontrando los puntos oscuros en sus elementos más singulares. Todo un conjunto de tópicos y fenómenos que se mezclan en una de las películas más curiosas y mejor logradas en su efectividad del año. 

Varias de las escenas más curiosas de I Saw the TV Glow de Jane Schoenbrun apelan a la obsesión. A la personal, que la directora y guionista, narra a través de los espacios tensos, anhelantes y angustiados de sus personajes, en busca de explicaciones sobre sus temores privados. A la colectiva, al recordar una época en que ser fanático — o parte de la esfera del delirio en masa — era complicado. La época que narra la cinta es anterior a Internet. A los foros, a las plataformas y redes sociales. Corre 1996 y la necesidad de creer y de unirse a la idea colmena de espectáculos y personajes, pasaba por revistas, por conversaciones entre amigos y la retransmisión televisiva.

La directora, y también guionista, aprovecha esa sensación del fanatismo tangible para narrar su historia. Owen (encarnado de pequeño por Ian Foreman y de adolescente por Justice Smith), es un solitario que descubre, por azar, la existencia de un programa de televisión que rápidamente se convierte en su obsesión. The Pink Opaque, una combinación de los muchos programas de héroes con habilidades extraordinarias que luchan contra lo sobrenatural que se hicieron populares en la última década del siglo XX, es una combinación de artificio y un trasfondo realista. O al menos, eso es lo que cree Owen, que termina por ser uno de sus televidentes cautivos y se esfuerza por comprender, cómo es que una producción de segunda que se transmite los sábados por la noche, puede tener tanta influencia en su vida.

Poco a poco, la relación de Owen con las aventuras de The Pink Opaque se vuelve más tortuosa y extraña. De solo ser capítulos de una historia en la pantalla pequeña, toda la experiencia se vuelve una sensación de latente paranoia. La película, con pocos recursos, pero con una habilidad narrativa que sorprende, dedica una buena cantidad de tiempo a construir su atmósfera. Y logra hacerlo, en una brillante conjunción de situaciones que se enlazan en una mezcla entre el terror psicológico y exploración de la cultura popular.

El resultado es una cinta, que no se prodiga con facilidad y que cuenta su historia a partir de leves insinuaciones. Poco a poco, Owen — que crecerá prácticamente a la sombra del miedo y fascinación que le produce The Pink Opaque, se alimentará de su propio necesidad de evasión. La década avanza hacia el milenio y las presiones del mundo adulto rodean al personaje. Pero también, la percepción, inequívoca y terrorífica, que bajo la realidad, se esconde algo más siniestro. Algo que su programa favorito señala como una especie de línea subyacente bajo lo que considera real y vulgar.

Una premisa inquietante que se narra con elegancia 

I Saw the TV Glow utiliza los elementos del fanatismo colectivo, para crear una relación extraña entre los apetitos intelectuales e incluso emocionales de la adolescencia, con una idea específica sobre el terror. La que el espectáculo puede ser una caja de refracción para nuestros dolores e inquietudes, más allá de lo obvio. A medida que Owen crece y sus sospechas acerca de un mundo alterativo se hacen más curiosas y confusas, la película toma un tono más oscuro.

En esta ocasión, la verdadera historia de terror no tiene relación con monstruos o criaturas sobrenaturales — aunque en varios momentos, hay la insinuación de su existencia — sino con lo que guarda la mente y la desesperación existencial de los jóvenes. Puede parecer un tema abstracto, hasta que la cinta logra crear un escenario en que Owen vive — y prospera con dificultad — en el mundo real, a medida que debe enfrentarse con un tipo de oscuridad que le resulta abrumadora y violenta.

La película no es sencilla. Mucho menos, accesible o que utilice trucos sencillos para hacer la experiencia más consumible. De hecho, buena parte de su efectividad radica mucho más en lo que deja entrever — como la sensación evidente que Owen es perseguido y asediado, aunque jamás se confirme si es así — o el dolor de la pérdida, que se expresa en una serie de escenas fragmentadas de un espectador nocturno de un programa en tendencia. “I Saw the Glow” desafía la idea de lo real y de lo que no lo es, con una elegancia macabra que la convierte en uno de los mejores estrenos de terror del año.