OPINIÓN

Hugo contra Hugo

por Antonio Guevara Antonio Guevara

«Hugo contra Hugo» es un texto que recoge la encrucijada de un hombre. Un verdadero dilema existencial para un hombre que sirvió con lealtad personal a otro hombre, durante mucho tiempo por encima de la lealtad a la Constitución Nacional de su país y a la sociedad que juró defender.

Cuando la lealtad es íntima y está montada sobre un agradecimiento también personal, lo emocional es privativo. La gratitud del corazón domina como cuando el amor es correspondido en una relación entre un hombre y una mujer. Las comarcas de ese agradecimiento están claramente definidas. Precisas. Son límites privados que recogen confidencias bilaterales, secretos recíprocos que se mueven en la conciencia y en reservas bien estrechas que se mantienen en lo más recóndito de la memoria inmediata, luchando contra una realidad externa. Precisamente la realidad de otras conciencias que quedan y no se gobiernan y que emiten juicios severos. Tanto como para enviar al basurero de la historia después que el poder se disuelve. Así de implacable es la historia. Sin embargo, antes de montarte en ese cadalso, esta te deja opciones. Tú decides. Solo tú en la intimidad de lo que debes descargar. Al frente se levanta la posibilidad de una cadena perpetua.

La conciencia de los hijos, del resto de la familia, de los amigos, de tus compatriotas y la conciencia plena de un país lo empuja. Todos por encima de la lealtad personal que aún se debe, a un sujeto que ya murió y cuyo daño conocido a la fecha, se traslada a varias generaciones de venezolanos. Y.… el sujeto destino de la lealtad, ya murió.

El drama de Hugo contra Hugo es la influencia de Hugo Chávez sobre Hugo Carvajal que es lo mismo que decir la autoridad que aquel aún mantiene sobre este, a pesar de la realidad destructiva sobre un país, de la política pública que se aplicó para destruir una sociedad, para convertir en polvo cósmico la unidad de una nación y diluir el futuro de sus compatriotas, que se expresa en la pérdida de libertades, en la mengua de la soberanía, la desaparición del Estado de Derecho y la entronización de morbos globales como la corrupción, el terrorismo, el narcotráfico y las graves violaciones de los derechos humanos. Lo que obligó a más de 7 millones de venezolanos a generar una diáspora hacia el mundo, que ilustra la grave crisis humanitaria que asedia a sus compatriotas. Hugo Carvajal es hoy parte de esa diáspora.

Hugo contra Hugo es también la influencia de Hugo Carvajal sobre Hugo Chávez. Durante 15 años aquel manejó el sistema de inteligencia de la revolución bolivariana. Por las manos de aquel pasó toda la vida, obra y milagros de los 30 millones de venezolanos. Sobre su escritorio reposaron miles de expedientes con las historias de los aspirantes a ingresar al gabinete ejecutivo y las de quienes ya estaban. Los perfiles de los dirigentes opositores y en general de todos los venezolanos. Datos relacionados con corrupción, desviaciones personales, negocios ilícitos, la vida sexual de tantos, y todo tipo de información que pudiera servir de chantaje a los amigos de la revolución y a sus enemigos, deben formar parte de los abultados expedientes que atesora celosamente Hugo Carvajal quién sabe dónde. En ese inventario también están las confidencias de Hugo Chávez. Desde las públicas hasta las privadas. Aquellas no le pesan tanto en la conciencia de Hugo Carvajal, como las secretas e íntimas de su jefe. Sobre todo, las que se arriman a las cuatro paredes de su habitación en Miraflores y otros lugares exquisitos y reservados a la alta magistratura de su cargo, por donde pasaron hombres y mujeres para sesiones de corrupción, de sexo y de brujería, sin ningún tipo de límites y con todo tipo de depravaciones. Esos archivos forman parte del equipaje de Hugo en su viaje hacia Hugo cada vez que la conciencia lo atormenta.

El dilema de qué hacer con esa información es el que abruma a Hugo Carvajal en este momento, saliendo de la cárcel en España en un avión de la DEA para encarar un juicio en Estados Unidos. Y dentro de la presión y la prisión de su propio conocimiento, frente a él, frente a sus hijos, frente a sus amigos, frente a sus colegas militares, frente a sus familiares y frente a la sociedad venezolana que juró en algún momento defender frente a una bandera tricolor que cada día se desgasta más, ante las vergüenzas políticas de los revolucionarios que aún se aferran a un legado de ignominia y de afrenta a la nacionalidad. Como él mismo en esta encrucijada de lanzar a la opinión pública todo lo que sabe.

Es el conflicto de Hugo contra Hugo.

¿Qué hacer?

Así funcionan los hombres que manejan información crítica y sensible del Estado frente al dilema de sus lealtades personales contra las de naturaleza constitucional e institucional. Como Laurenti Beria en los tiempos de Iosif Stalin en la URSS, como Pedro Estrada durante la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez o como Vladimiro Montesinos en el Perú de Alberto Fujimori. Cuando uno lee las biografías que se han escrito sobre J. Edgar Hoover y trasciende en las conclusiones de cómo pudo sobrevivir en el tiempo, al cargo de director del FBI a 8 presidentes norteamericanos, la imaginación se proyecta siempre hacia el peso y el valor de una información cuyo registro, evaluación e interpretación, apriete las teclas con sentido de oportunidad, de pertinencia y de utilidad para contribuir al engrandecimiento de una nación, por encima de sus propias vulnerabilidades personales y las miserias de sus jefes. La diferencia entre J. Edgar Hoover y Hugo Carvajal es que aquel estuvo en la acera del combate frontal al comunismo durante la época crítica de la guerra fría sirviendo a la constitución, a su país, a la sociedad norteamericana, a su familia y a un estilo de vida, y este sirvió de manera personal a un jefe, sin importar los daños derivados y caminando aún en el cortejo fúnebre hasta lo más profundo de la tumba de Hugo Chávez, en donde sea que esté enterrado. A Hoover le levantaron en homenaje institucional un edificio imponente; la sede del FBI en el 935 Penssylvania Ave NW de Washington DC 20535 tiene una placa con su nombre en el que se exterioriza el reconocimiento nacional e institucional a su trayectoria. Con Hugo Carvajal la posibilidad de permanecer preso de manera perpetua en el edificio de una institución correccional norteamericana, global o en el edificio de su conciencia, le perseguirá mientras no termine de aclarar todas las sindicaciones que se han arrastrado desde los tiempos en vida de Hugo Chávez y que se han intensificado desde su ruptura con el gobierno usurpador de Nicolás Maduro. Tiene una oportunidad de oro en sus manos. De él depende su futuro y es posible que del régimen. De él depende el edificio que lo alojará y le registrará su historia como ciudadano de un país que fue, antes de la llegada de la revolución, que lo fue… Venezuela.

Si se me pidiera hacer un perfil personal y profesional de Hugo Carvajal lo haría con la exactitud de su psicólogo y la precisión de una observación directa. Lo califiqué en 4 oportunidades semestrales. Quienes han tenido la oportunidad de comandar unidades en la institución armada saben lo que significa llevar un registro pormenorizado de un profesional. Como habla, como escribe, como se comporta socialmente, sus aptitudes físicas, sus valores y sus principios, sus soportes morales, sus resortes emocionales cuando es sometido a presión, sus descompensaciones bajo estrés, sus potenciales académicos, sus fortalezas y sus debilidades. Aún mantengo copia de sus calificaciones de ese entonces:

“Leal por encima de su propia seguridad personal. Discreto y reservado. Lacónico y limitado en su comunicación. Acepta sus responsabilidades y las enfrenta…” 

Recuerdo haberlo descrito así, en la casilla conceptual de su calificación de servicios semestrales, en una oportunidad. Espero que, en esta coyuntura, enfrente esta responsabilidad que tiene de cara a la historia política del país.

Cada decisión política del alto gobierno encabezado por el comandante Chávez, cada locura revolucionaria, estaba respaldada por el estrecho seguimiento a las informaciones procesadas y las conclusiones derivadas en el librito que ilustra el ciclo de inteligencia del manual del director de investigaciones, del subdirector del DIM y por último del DGCIM que es la actual denominación de este organismo de seguridad del Estado. Para eso se necesitaba alguien con un perfil personal y profesional específico. Nunca una designación había sido tan precisa y acertada como cuando se designó a Hugo Carvajal como responsable de la inteligencia y la seguridad del Estado en Venezuela durante la época del establecimiento y consolidación de la revolución bolivariana con Hugo Chávez como comandante en jefe de la Fuera Armada Nacional.

Discreto, prudente, más oídos que lengua y siempre detrás de las cortinas. Reservado como el que más, con serias limitaciones para comunicarse oralmente. Los monosílabos y las interjecciones son sus desarrollos de conversación más largos. Lo que lo hace inabordable, inaccesible y difícil en la interlocución. Y Hugo Carvajal encajaba. Nada fue casual. Cuando Hugo Chávez lo designó para ocupar el más alto cargo en la refinada y pulida maquinaria de inteligencia del régimen, se proyectaba hasta donde el comandante le iba exprimir en lealtad personal todas las exigencias dentro del cargo, especialmente aquellas violatorias de la constitución y las que pisan la moral personal y la ética de las sociedades. Esas que avergüenzan a quienes tienen escrúpulos, en la intimidad de la almohada y en la soledad de la habitación, cuando el poder se ha evaporado y solo queda el apoyo del entorno familiar por encima de los estigmas políticos, las llagas del narcotráfico, las purulencias de la corrupción, las costras del terrorismo y las heridas aún sangrantes de las graves violaciones a los derechos humanos que alienta el régimen de Nicolás Maduro dentro de la Fuerza Armada Nacional hacia el resto de la sociedad, como legado del de Hugo Chávez, que es lo mismo. Por el momento, Hugo Carvajal es prisionero de su propia lealtad y su carcelero es Hugo Chávez. Las llaves de su calabozo íntimo y personal reposan en el bolsillo de su conciencia mientras espera el juicio por conspiración para importar cocaína a Estados Unidos, terrorismo y tráfico de armas de fuego.

¿Qué hacer con toda esa información? Ojalá que ahora acepte sus responsabilidades.

A ese dilema, con el Hugo Chávez muerto, es al que se enfrenta el Hugo Carvajal vivo.

¿Quién está sobre quién en este Hugo contra Hugo?