En artículo anterior hice mención, muy brevemente, al general Cipriano Castro, primer presidente tachirense que hubo en Venezuela. Ahora, siguiendo las narraciones que aparecen en la historia venezolana es necesario, aunque en forma lacónica, hacer referencia a otro personaje de la misma tierra, se trata del general Juan Vicente Gómez.
A estos dos generales la historia los mantiene indisolublemente unidos: primero, por las proezas logradas individual y alternativamente durante la aventurada Revolución Liberal Restauradora. Segundo, por la sucesión presidencial escenificada por ellos, según cuenta la historia.
El general Cipriano Castro ocupó la Presidencia de la República desde el 2 de octubre de 1899, al concluir exitosamente la mencionada revolución, y la mantuvo hasta el 19 de diciembre de 1908, cuando por problemas de salud viajó a Europa, dejando encargado del gobierno al vicepresidente de la República, su compadre el general Juan Vicente Gómez, tal vez sin abrigar sospechas en cuanto a infidelidades. Este, sin mirar a los lados, al saborear las delicias del poder resolvió quedarse con el coroto y disfrutarlo a sus anchas, sin importarle la fidelidad a su compadre y, desde esa fecha de 1908, lo tuvo en sus recias manos hasta el 17 de diciembre de 1935, cuando su tanque se quedó sin gasolina.
Durante su presidencia, el general Gómez impuso su recia voluntad sobre todo el país. Sí se preocupó por el desarrollo agropecuario, por el orden fiscal, por el embellecimiento de las poblaciones y por la vialidad. Le llamaron el “hombre de las carreteras”; pues cruzó el país de esas vías, entre ellas, la gran carretera Trasandina trazada y dirigida por el ingeniero tachirense Luis María González Cárdenas, iniciada en 1919 e inaugurada en julio de 1925, fue la más importante vía carretera del país, pues estableció la comunicación directa Caracas-San Cristóbal-Caracas. Tan importante vía estimuló a los venezolanos a viajar: a los andinos para conocer la capital de la República, y a los de otras regiones a tomar la ruta que los encaminaría a conocer los páramos andinos y disfrutar de los deliciosos climas prodigados entre páramos, valles, desfiladeros y neblinas.
Ciertamente, la gran carretera Trasandina significó para el Táchira un gran paso para salir del aislamiento comunicacional y, se debe a él, la construcción de los dos primeros aeropuertos que tuvo el Táchira, el de San Antonio, que lleva su nombre, y el de Santo Domingo. Por otra parte, según afirman los historiadores, fue él quien se ocupó seriamente de la creación y profesionalización del Ejército venezolano sometiéndolo a rígida disciplina.
Por otra parte, es conveniente señalar que el general Gómez, consciente de su impreparación académica pero deseoso de hacer un eficaz desempeño administrativo de su gobierno, buscó buena ayuda, acudiendo a algunos ilustres venezolanos, entre ellos contrató al doctor Román Cárdenas, quien al ocupar el Ministerio de Obras Públicas planificó y realizó dos importantes obras: las carreteras precursoras del ferrocarril y el plan nacional de obras públicas. Más tarde, al ser ministro de Hacienda creó, organizó y consolidó la Hacienda Pública Nacional, razón por lo cual se le reconoce ser “el fundador de la Hacienda Pública en Venezuela”.
El general Gómez, luego de tan largo y rígido mandato, consciente de que su final se le acercaba, disciplinado como siempre, quiso dejar las cosas bien arregladas. Encargó de la Presidencia de la República a su ministro de Guerra y Marina, al general en jefe Eleazar López Contreras, a quien posteriormente el Congreso de la República ratificó en el cargo de presidente.
Finalmente, bien sabemos que ningún ser humano es perfecto; conforme se poseen dones y virtudes, igualmente le acompañan flaquezas y debilidades, aspectos positivos y negativos que, humanamente, deben balancearse a la hora de juzgar a los gobernantes y a todo funcionario.
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