Esta semana comunicaron a toda la comunidad de la Universidad Simón Bolívar la decisión del Consejo Directivo, ante propuesta del rector interino, del otorgamiento del Doctorado Honoris Causa al escritor venezolano Luis Britto García. Entendía, por mi parte, que Britto había entrado en situación de desgracia con el régimen de Nicolás Maduro por sus críticas a este, especialmente por la situación laboral, entre muchas otras desavenencias, seguramente muy profundas. Al punto de que algunos de sus antiguos compañeros han puesto en dudas el término de intelectual en sus increpaciones para el escritor.

¿Poner en duda la marca de intelectual para Britto García? No llegaría a tanto. Sobre todo porque no es verdad. Es el autor de Rajatabla, el laureado texto por Casa de las Américas. El de Helena, el cuento del papagayo y las hojillas. El de Muñequita linda, puesta en escena por mi querido maestro de actuación Enrique Porte en el Alberto de Paz y Mateos. El de Las máscaras del poder. Ese no es el asunto. El asunto es la posición que asume el intelectual ante el poder de turno. ¿O no corren hilos de sangre por Muñequita linda? ¿No se oyen los gritos de los torturados en Rajatabla? ¿No resuenan las caídas desde las ventanas en Helena? ¿Puede el intelectual hacerse el loco ante lo que ocurre a su alrededor por un compromiso ideológico permanente del que solo al final desea salir?

El escritor, el intelectual, no es inocente ante los sucesos. Ante el hambre impuesta desde el poder. Ante el destierro y la prisión injusta de compatriotas, ante el dolor de los familiares. Cuando Sartre habla del compromiso del escritor, por hombre de izquierda que sea, no se refiere a comprometerse con el terrorismo de Estado. Al contrario, el humanismo debe prevalecer. Así como la crítica y la ruptura. ¿No? ¿Es ciego y sordo el intelectual hasta que le allanan sus intereses? ¿Puede estar comprometido, sin que lo toque su compromiso, con un régimen macabro? ¿O forma o formó parte sustancial con él?

La USB le había otorgado antes el Doctorado Causa a otros escritores, a otros artistas. Los más recientes fueron nada menos que Rafael Cadenas y Guillermo Sucre, juntos. Esta respuesta política del Consejo Directivo, encabezada por el rector interino, no deja de ser llamativa. ¿Es una respuesta al régimen al elogiar a un escritor que le ha plantado ahora, tarde, muy tarde, diatriba a los malhechores? ¿Están entablando una pelea frontal las autoridades de la USB contra el régimen de Nicolás Maduro, el que los designó como interinos? ¿O en su torpeza habitual creen congraciarse con Miraflores, pensando que el elogio les sienta bien a Maduro y a Cilia y a los hermanos Rodríguez?

Desde luego que el Honoris Causa para Cadenas y Sucre constituyó en su momento una respuesta político-intelectual, un desafío labrado con filigrana, de la USB a sus agresores, además de la exaltación de las dotes artísticas de ambos. Basta leer el discurso de Cadenas. Pero este Doctorado a Luis Britto genera dudas. Lo que no me genera ninguna es que la sangre, los gritos, el hambre, la huida de venezolanos, el padecimiento de los venezolanos, especialmente de los universitarios, de la educación en Venezuela, estarán presentes también en el acto, en el Paraninfo de la casa rectoral de la USB. Al que, desde luego, no pienso acudir. La palabra teñida no puede escurrir el bulto de la tragedia que sobre ella pesa, aunque el revisionismo planteado llegue más de veinte años después. No le arriendo la ganancia a las autoridades interinas de mi universidad querida.


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