OPINIÓN

Hong Kong, la piedra en el zapato chino

por Froilán Barrios Froilán Barrios

Hong Kong en 1997, luego de 156 años de protectorado del Reino Unido, pasó de ser colonia británica a ser considerada parte de la China comunista. Durante este siglo y medio los hongkoneses adquirieron hábitos y maneras occidentales que les han dotado de valores característicos civilizatorios como son: la democracia, el pluralismo, los derechos humanos, la libertad económica.

Esta isla es un oasis libertario en medio de un continente donde hay países gigantescos como China  y Rusia, que jamás en su historia han conocido sistemas democráticos, tan solo cruentos regímenes dictatoriales que han ahogado en sangre y millones de muertos las ansias de libertad y democracia.

La cruenta realidad visualizada en el espejo de la China continental, cuyo régimen de partido único no tolera disidencia alguna, ni libertad de pensamiento, solo la libertad económica para la sobreexplotación laboral, convirtiéndolo en el paraíso de las multinacionales, donde no hay sindicatos, ni derecho a huelga, ni negociación colectiva, lo que determina la mano de obra más barata de las potencias del planeta agrupadas en el G-7 donde China es hoy la segunda detrás de Estados Unidos, ha sacudido los temores de los hongkoneses.

Las sucesivas movilizaciones identificadas ante el mundo entero como la Revolución de los Paraguas alcanzaron hitos históricos de más de 2 millones de personas, siendo el total de la población de 7,5 millones de habitantes. La fuerza de las marchas determinó, incluso, la suspensión de la Ley de Extradición de ciudadanos de la isla para ser juzgados en la China comunista, donde las sentencias son juicios sumarios decididos por las autoridades del régimen. Se llevó a cabo una huelga general, la primera en 50 años; la ocupación del Parlamento local y la exigencia de renuncia de la máxima autoridad ejecutiva impuesta desde Pekín. En resumen, para los manifestantes de la Revolución de los Paraguas es una batalla por la libertad, mientras que para Xi Jing Ping, mandatario chino, es una batalla por el control.

¿Cuál será la respuesta del todopoderoso Estado comunista chino? ¿Repetir la masacre de la plaza de Tiannamen de 1989, cuando los tanques masacraron la protesta de miles y miles de estudiantes? En esta ocasión es diferente, pues es toda una región cuya identidad ya no se construye alrededor de su prosperidad y modernidad, sino en torno a su libertad.

Por otro lado, el régimen comunista pretende seducir a Hong Kong con más crecimiento económico porque sus arcas están repletas, a cambio de su libertad individual, chantaje no aceptado por un movimiento cívico que curiosamente no está dirigido por partidos políticos sino por organizaciones no gubernamentales, cuyo reto es un Hong Kong libre y democrático con plazo de vencimiento en 2047, año en que finaliza el convenio acordado en 1997 para ser oficialmente territorio chino.

La Revolución de los Paraguas puede convertirse para la China comunista en la punta del ovillo que desate un movimiento por la libertad, como ocurrió con Walesa y el bloque soviético en 1980, así como para los otros los países -Venezuela entre ellos- donde se lucha por reconquistar la democracia y las libertades.

La clave está en lograr un liderazgo político confiable con planes políticos factibles que conduzcan a la victoria y a la derrota de la tiranía, definida como el gobierno impuesto a un pueblo que lo rechaza y está dispuesto a enfrentarlo hasta su salida del poder.