«Cuando no estás duele más y es muy feo» (ANDRES CALAMARO)
Me hace sonreír la historia contada en un anuncio de televisión* que apenas dura 30 segundos. El tiempo de espera entre un programa y otro se vuelve ameno gracias a cosas como esta. Una adolescente con gesto de enfado aparece sentada en la escalera de su casa. Se abre la puerta y su padre le pregunta si va a entrar. La niña responde con acento argentino que no va a volver, que ha tomado una decisión, que está harta, que ya que todo lo hace mal, se va de casa y de ahí no la mueve nada ni nadie. Antes de entrar en casa, el padre le recuerda el día que es –viernes– y la rebelde no afloja hasta que se da cuenta de que los viernes toca cena rica (comida italiana) y solo queda ver que la película tiene final feliz y la argentina errante se queda a cenar en familia mientras en su cabeza las reivindicaciones pueden esperar unos días.
Y es que, a veces buscamos conflictos donde no los hay, y parecemos incapaces de ver donde hay guerras de verdad. El mundo está dejando de ser un lugar habitable por muchas razones. La verdad, la honestidad y la nobleza siguen estando en el mismo sitio, pero los poderosos pintan la verdad a su antojo, trastocan el lenguaje y confunden a los ingenuos que todavía les siguen creyendo. No son valientes para atreverse a pensar solos.
Hoy en día mucha gente sabe lo que sabe solo a través de Internet. Da la impresión de que la vida está dirigida por la red. Hay que admitir que, ciertamente, las fuentes de información -algunas también de conocimiento- son accesibles por obra y gracia de Internet. Sin embargo, uno ha de leer despacio, buscar otras fuentes, contrastar, reflexionar y digerir textos, pensamientos, opiniones y vivencias para tener criterio propio.
Ocurre a menudo que uno encuentra a gente que promete corregir su mal comportamiento, por ejemplo, un alumno impertinente que no sabe trabajar sin molestar. El profesor oye la promesa estudiada de ese alumno que le dice que va a obedecer y piensa para sí, facta non verba.
Hace días encontraba un decálogo de 28 puntos referidos a la honestidad que me dejaron pensativo. Se trataba de una doble lista dividida en 15 puntos por un lado y 13 por el otro, como dejando claros los principios en una columna y las actitudes en la otra. Me fascinaron los 15 principios del texto titulado ‘How to spot honest people in your life‘. El punto 1 decía: ‘They admit when they are wrong ‘ (reconocen cuando están equivocados). No es fácil admitir cuando uno hace mal las cosas. Piense, por ejemplo, en la niña del anuncio. Ella tuvo que dar marcha atrás, renunciar a su postura de enfrentamiento con la autoridad paterna y volver a casa.
Según el decálogo en el punto 7 ‘Speak the truth even when it is uncomfortable ‘ (dicen la verdad incluso cuando es incómoda). Este principio resulta esencial porque significa mantener la verdad aun haciendo enemigos, sabiendo que no va a caer bien. Este punto 7 implica coraje y personalidad. A mí me parece la idea más importante de toda la tabla.
Me gustaría destacar además el punto 14 que se refiere a respetar los límites de los demás –‘Respect your boundaries without question ‘- compromete su estado de confianza al principio de no entrometerse en tu pequeño cosmos personal, y a valorar tu privacidad y no traspasar tus ‘fronteras‘. Tomando la historia de la niña rebelde, fíjese cómo el padre respeta la libertad de su hija, la deja sola y, si nos metemos de lleno en la historia, posiblemente la habría dejado decidir por su cuenta. Aunque, tanto ese padre como usted y yo sabemos que ese padre sabe que la hija no quiere irse de casa.
Finalmente, el 15 -la niña bonita, que decimos en España- señala que una persona honesta es aquella que te dice lo que necesitas oír y no lo tú que querrías oír (‘Tell you what you need to hear, not just what you want ‘). Un individuo honesto es una persona con principios que no te engaña y que quiere cosas auténticas y verdaderas, es decir, la verdad siempre aunque duela.
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