OPINIÓN

Holocausto para no olvidar

por Tomás Salcedo Albert Tomás Salcedo Albert

En 2005, la Asamblea General de las Naciones Unidas por medio de su resolución 60/7, estableció el 27 de enero como día para recordar al mundo la significación del Holocausto y su prevención de futuros genocidios. Actividades para conmemorar este episodio son celebradas, no siempre con el impacto deseado, pero no pasa desapercibido.

El Holocausto es el término en inglés que más se identifica con el intento del régimen nacionalsocialista alemán, junto con sus aliados europeos, de exterminar a las personas de religión judía de Europa durante la Segunda Guerra Mundial, especialmente entre 1941 y 1944, cuando se registró su fase más destructiva. Aunque es imposible determinar el número exacto de personas judías asesinadas, las mejores estimaciones se establecen en una cifra aproximada de unos 6 millones de personas.

El primer paso en el camino hacia el Holocausto tuvo lugar la noche del 27 de febrero de 1933, cuando el edificio del parlamento alemán fue incendiado deliberadamente. Quién fue el responsable del incendio provocado ha sido objeto de controversia, pero al día siguiente, con el pretexto de que había sido provocado por comunistas y de que era inminente una revolución de la izquierda, el recién nombrado canciller Adolf Hitler se impuso al presidente Paul von Hindenburg para que firmara el Decreto para la Protección del Pueblo y del Estado. El documento suspendía todas las libertades civiles e individuales básicas garantizadas por la Constitución de Weimar, facultando al gobierno a tomar las medidas necesarias para garantizar la eliminación de lo que consideraba una amenaza para la sociedad alemana.

Entonces, el 20 de marzo de 1933, el ministro del Interior y jefe de la policía alemana, Heinrich Himmler, anunció la creación del primer campo para prisioneros.Pronto siguieron muchos más campos,originalmente apodados campos de concentración salvajes,aludiendo al hecho de que brotaban como flores silvestres tras un largo periodo de sequía. Al principio, los centros de reclusión funcionaban sin ningún sistema o dirección aparente, pero rápidamente se hicieron efectivos.

Los prisioneros eran seleccionados siguiendo criterios políticos. La intención era aislar a la oposición política y atemorizar a la población para que aceptara el régimen nazi. Consideraba el encarcelamiento de comunistas y enemigos afines como una forma de castigo que por necesidad debía imponerse a estos «criminales» políticos. Los opositores, ya fueran reales, supuestos o potenciales, se les atemorizaba hasta la sumisión.

Inicialmente los judíos habían sido detenidos por «transgredir» en el marco de las clasificaciones políticas existentes, pero a partir de 1935 fueron victimizados con frecuencia sólo por su condición de judíos. Esto fue provocado por las llamadas Leyes de Nuremberg sobre ciudadanía y raza, que definían y ponían en práctica la situación formal de los judíos en el Estado nazi. De esta manera y sistemáticamente, los judíos fueron excluidos de la vida alemana.

Las primeras detenciones de personas judías a gran escala se produjeron la noche del 9 de noviembre de 1938, como represalia por el previo asesinato de Ernst vom Rath, diplomático acreditado ante el gobierno de Francia, por el estudiante judío Herschel Grynszpan. El acontecimiento que precipitó las detenciones ha pasado a la historia como la «Noche de los cristales rotos». El resto fue una triste historia para la humanidad que lastimosamente no termina.

Determinar el genocidio no es simple. A pesar de ello, después de la Segunda Guerra Mundial se han registrado numerosos crímenes de este tipo. En buena parte, ni la justicia contra los autores, ni la reivindicación de las víctimas ha llegado. Aunque cada vez existen más alertas tempranas para advertir amenazas contra la población, también el poder de quienes no están dispuestos a respetar los derechos humanos se expande bajo el populismo, la manipulación de la verdad y la polarización de la sociedad.

No olvidar es una responsabilidad social.