«Cae gota a gota», escribió Luis García Morales en El río siempre, hasta el momento el poema mayor que se ha escrito sobre el Orinoco:
«Cae gota a gota en lo profundo del bosque como rocío y gota a gota desde lo profundo del bosque llega a mí» antes de convertirse en lo que él se convierte a lo largo de los prodigiosos poemas del libro cuando el río llega como un hilo, como una serpiente, como una turbulencia; como caballo, toro, onza; como penumbra, sombra, noche; como tesoro, como magia como sortilegio, como hombre y como mujer; como cuarzo y como diamante: cuando llega como rumor, como sonido, como gran música. Y dice García Morales:
«Y nos voltea la memoria
Y oímos el murmullo de la gota al caer
Cayendo en lo profundo del bosque
Como respiración del bosque
Como aliento
Como rocío
Como origen»
y de esta misma forma, Gil Molina va transformando un breve texto mío sobre el cine venezolano hasta convertirlo en lo que ahora es: en el prodigioso libro titulado Hitos del cine venezolano. Películas, Carteles.
Armado de un formidable talento y asombrosa tenacidad va componiendo no solo un libro espléndido, único e irrepetible, absolutamente moderno en lo que respecta a su elaborada edición sino la historia misma del cine venezolano ofreciendo miles de datos certeros sobre sus comienzos, su posterior aventura y las peripecias que ha tenido que afrontar para llegar a nuestros propios días. Nunca antes el cine nacional había contado con un historiador vivo y lo suficientemente activo para sumergirse en un investigación tan prolija y exhaustiva capaz de responder preguntas sobre sus comienzos y desarrollo en sus algo mas de cien años de difícil y accidentada existencia.
Se mencionan los nombres de quienes fueron pioneros y los primeros avances y aparece el nombre de Manuel Trujillo Durán y las dos célebres películas que se le atribuyen, Especialista sacando muelas en el Gran Hotel Europa y Muchachos bañándose en la laguna de Maracaibo, ¡dos títulos espléndidos para iniciar una cinematografía!
Gil Molina menciona filmes de largometraje de ficción como La dama de las cayenas, Enrique Zimmermann, 1916 y La Trepadora, 1924, de Edgar Anzola y Jacobo Capriles, primera película basada en la novela homónima de Rómulo Gallegos. Pero aquí Gil Molina lanza su primer zarpazo, ese mismo año Zimmermann filma un documental sonoro titulado Histerectomía abdominal subtotal por fibro-mioma del útero y apendectomía y a partir de allí Gil nos estremece porque reúne por primera vez todas las películas realizadas en el país desde 1897 hasta 2023, largo, mediano o cortometrajes de ficción o documental.
Y no satisfecho aún, ofrece la lista, año por año, desde 1897 de todos los festivales de cine y los títulos de los filmes y nombres de autores que mostraron sus obras, es decir, título, director, longitud, duración, tipo de película, formato, país de origen, coproducción.
Más aún: revela la primera participación de nuestros filmes y los premios para Venezuela en festivales competitivos o especializados, los premios de la Federation Internationale des Associations de Producteurs de Films y las diez películas venezolanas más taquilleras.
El libro de Gil Molina es sin duda alguna el mayor obsequio para quienes deseen conocer los mejores secretos de nuestra cinematografía. ¡Las primeras películas en la categoría que se busque!, formato, ¿a color, documental o ficción? ¿qué premios alcanzó? ¡Algo verdaderamente insólito! No creo que exista un libro como este en ninguna de las cinematografías, al menos en nuestro continente y cuidado si en el mundo.
Pero Gil Molina no anda solo. Lo acompaña en tan homérica aventura el diseñador Ricardo Báez. Todo el material gráfico, es decir, el diseño editorial, los carteles, el documentalismo visual, la majestuosidad del propio libro es producto de su talento, sensibilidad e imaginación y aprecio y valoro la sencillez con la que capta mis elogios por su talento. Son 87 películas cuyos afiches o carteles han sido reinterpretados y rediseñados por Ricardo. Los comparo con los originales y constato no solo el desarrollo de nuevas capacidades perceptivas sino para decirlo con palabras del propio Gil Molina, «la determinación de mantener el lenguaje propio de la gran pantalla y una nueva visión de nuestro cine».
Y junto a ellos dos un equipo perfectamente profesional en la composición tipográfica, confección, corrección y traducción de textos y la presencia protectora del sector de arte y cultura del Banco Mercantil, que no solo hizo posible las portentosas revelaciones del libro sino que da cabida en los espacios de sus salas a la exposición de la monumentalidad de Hitos del cine venezolano.
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