OPINIÓN

Historia y política

por Ángel Lombardi Ángel Lombardi

«Causa de la causa», preocupación principal de un historiador que busca entender y explicar los procesos políticos e históricos. El advenimiento de este fantasioso y delirante «socialismo del siglo XXI», sus causas, hay que buscarlas en la Venezuela que va de 1945 a 1998.

El proyecto democrático-modernizador sustentado por el fenómeno petrolero crea una economía, una sociedad muy característica, una cultura, una mentalidad, una conducta o manera de ser y unos intereses −cazadores de renta los llamó Asdrúbal Baptista− y una pugna por el poder. En esta pugna entran en juego el rancio militarismo, los partidos políticos y la sociedad civil emergente, sociológicamente representada por los propios partidos y las clases medias profesionales, con un concepto de ciudadanía bastante precario.

En 1936 se inicia una transición hacia la modernidad y la democracia «desde arriba»; en 1945 se acelera el proceso y permite que en 1947 se apruebe el sufragio universal y se le da voz y voto a las masas que se expresan en los partidos políticos y sindicatos, y cuyo principal exponente en el plano político fue Acción Democrática, dominante pero nunca hegemónico.

AD tuvo la inteligencia de compartir el poder, pero excluyó a la llamada izquierda. Craso error, que generó descontento y resentimiento y que no se comprendiera políticamente la importancia del MAS y La Causa R, que sumaban la izquierda al proyecto democrático. Este error o causa es fundamental para explicar lo ocurrido en 1989, en 1992 y en diciembre de 1998.

Otra causa fundamental fue el debilitamiento del proyecto democrático, al desgastarse en la corrupción y en no renovar el proyecto modernizador que respondiera a las nuevas realidades y expectativas del país, y a los diversos sectores sociales. Las cúpulas y cogollos partidistas no se renovaron, el Estado no se transformó, la sociedad se acostumbró a lo fácil y olvidó sus responsabilidades. En todos los niveles, solo actuábamos como sujetos de derechos sin obligaciones. Se podría decir que perecimos por comodidad.

En 1998 el drama se convierte en tragedia nacional progresiva que, 23 años después, no termina. «El socialismo del siglo XXI» no tiene nada que ofrecer más allá de su propio fracaso y un país destruido como si hubiéramos padecido una guerra. Todos los indicadores nos hablan de carencias, necesidades y atraso. Retroceso demográfico, democrático, educativo, en salud, servicios, economía, etc. Y lo único en que hemos “crecido” de manera asombrosa es en miseria, hiperinflación, corrupción y desigualdad, y con casi 8 millones de compatriotas fuera del país.

Dicho todo lo anterior, las causas del desastre tienen nombre y apellido, es historia humana, pero tiene mucho que ver con el sistema político cuyo modelo sea el castro-comunismo, a pesar del evidente fracaso de este. De allí la inconveniencia de la continuidad del régimen, no de la fuerza política que lo representa: esta puede continuar si acepta participar del modelo democrático, que es plural por definición. Respeto del Estado de Derecho con su real división de poderes, institucionalización correspondiente y vigencia real de los derechos humanos.

En esta coyuntura electoral 2023/2024 lo que tengo claro es que la solución a nuestra problemática-país obliga a cambiar de gobierno y políticas. «Socialismo del siglo XXI», invento lingüístico atribuido a Heinz Dieterich, terminó siendo una terrible pesadilla real para los venezolanos y es que el socialismo y el comunismo, si se asume desde la utopía (lugar de ninguna parte), no existe, es idealismo puro, que el propio Marx demolió desde el Manifiesto Comunista como realidad, que es lo que conocemos. No creo que la Rusia soviética, Cuba, Corea del Norte sean «modelos». Ni el comunismo chino o vietnamita, pues, a pesar de sus éxitos económicos, siguen siendo dictaduras de partido único, ideología única, verdad única. No creo que estos modelos convengan como futuro y ello nos obliga a cambiar de gobierno y políticas, y seguir desarrollando el proyecto democrático nacional que desde 1936 se ha tratado de crear.