Infinito lo que se trabaja, estudia, delibera, reflexiona, sobre conveniencias e intereses de los políticos estadounidenses. Republicanos en el gobierno, demócratas en la oposición, aunque la impresión dada por los progresistas, es que no son adversarios de ideas y planteamientos, sino solo anti-Trump. (la diputada por California y presidente de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, es un buen ejemplo). El problema sería, y allí la principal angustia del partido fundado en 1828 por Andrew Jackson, séptimo presidente americano, es que no disponen de un líder con peso suficiente para enfrentarse y derrotar al 45 presidente. Joe Biden, será el candidato, pero no luce como el rival apropiado. Ejerció el cargo de vicepresidente, durante la presidencia de Barack Obama, sin embargo, opaca y sin ningún brillo especial que destacar.
En cualquier caso, el tema que llama la atención es la creciente importancia que adquiere la comunidad de origen latino en Estados Unidos, con originarios cubanos y mexicanos como principales muestras; los venezolanos, gracias al chavismo-castro-madurismo, creciendo, constante y pujante.
Cifras difundidas dan idea de la jerarquía que representa la colectividad oriunda hispana; vigorosidad que debería preocupar, no solo ocupar a los dirigentes políticos y países latinoamericanos que, por sus gravedades económicas, sociales y políticas, generaron, y siguen creando esa importancia.
Se estima que 1 de cada 5 estadounidenses es originario hispanoamericano, es decir, entre 60 y 70 millones de personas; comunidad solo superada en población por México. Que genera cerca de 2.300 millones de dólares, siendo su participación (sueldos, inversiones, compraventas) mucho mayor.
Más llamativo, y a esto debe prestar la atención de Donald Trump y su comando de campaña, los hispanos representan en estos momentos un porcentaje altísimo del crecimiento de la fuerza laboral. Impulsar, fortalecer, el crecimiento del empleo es precisamente uno de los compromisos claves del republicano presidente. Y conforman, además, un significativo asunto electoral, los de origen hispano es el grupo demográfico más joven con una edad promedio de 28 años.
Pero no es solo cuestión demográfica, es una potente realidad económica. Los hispanos impulsan cientos de miles de nuevas actividades comerciales, y tienen ya, que se sepa, alrededor de 4.300.000 negocios diversos. Dato impresionante, que si pudiera aislárseles como si fueran una sola nación, serían la octava economía del mundo, más grande que las de países como Brasil, Italia y Canadá.
Y si vemos a Estados Unidos como lo que es, la mayor economía del globo incluso por encima de China –quizás esto cambie, pero no es simple ni conveniente adelantarse a los acontecimientos y tratados comerciales–, la colectividad natural hispana generará, ya en 2020, casi 25% del crecimiento del PIB de Estados Unidos. Situación alterada por la crisis sobrevenida del coronavirus.
Son porcentajes de diversos estudios de instituciones estadounidenses, incluyendo la oficina del Censo de Estados Unidos. Realidades contundentes que van mucho más allá de la chismografía de Miami, que provocan inevitable la atención de los dirigentes políticos norteamericanos, porque ya no se está hablando solo de migrantes sino de prácticamente la quinta parte que, en menos de 10 años, será la cuarta parte de esa nación y, sin duda, aún más que la octava economía del orbe.
Comunidad que aún no tiene presidente, pero sí al menos dos potenciales aspirantes, tanto entre demócratas como republicanos; los senadores Bob Meléndez y Marco Rubio. Pero que disfrutan ya, en plena actividad, de magistrada juez en la Corte Suprema de Justicia, miembros del gabinete ejecutivo, ministros (secretarios, los llaman allá), varios diputados, representantes en la cámara baja, embajadores, integrantes de organismos internacionales y son, como señalamos, un porcentaje fundamental, ya insustituible, de la mayor economía de la Tierra.
Es obvio que hacen, y harán mucho más peso en la política interna e internacional de la Casa Blanca, esté quien esté ocupándola. Y eso debería tener muy preocupados a los dictadores generadores de migrantes como Castro, Ortega, Maduro, los más conocidos. Porque con ese amplio compromiso hispano, en plena expansión, la política internacional sigue ocupándose de problemas en el Medio Oriente, Asia, la Europa limítrofe con Rusia, pero cada día más, presentes y activos en su propio hemisferio. Hispanoamérica. Un campo vivísimo que el socialismo español deja de lado acomplejado por lo de ser europeos, pero que para Estados Unidos es una realidad palpitante y muy preocupante.
Para Donald Trump, pero aún más para Raúl Castro, Miguel Díaz-Canel, la dupla Fernández-Kirchner, Daniel Ortega y su mujer, Nicolás Maduro y sus camaradas.
@ArmandoMartini