Algo tóxico es algo que contiene veneno o produce envenenamiento. Normalmente es una sustancia natural o una sustancia elaborada por el hombre para tal fin. Pero un régimen político también puede ser tóxico. Y la hegemonía que todavía impera en Venezuela, lo es por dónde se le mire. La hegemonía no solo despotiza, o depreda, o corrompe y envilece, sino que también envenena. Lejos de tener la más mínima capacidad curativa o bienhechora, a pesar de la intensa y masiva propaganda al respecto, todo lo que toca lo envenena. No se conforma con destruir, sino con destruir envenenando.
Una de las manifestaciones más notorias de ese veneno es la corrosión de los valores de la cultura democrática, que tanto costó ir construyendo a lo largo de las décadas de luchas y enormes sacrificios. ¿Venezuela llegó a tener una cultura democrática ideal? No. Pero su vida pública se fue desarrollando en un ambiente de pluralismo y fundamento institucional, la llamada República Civil, un período de excepción en nuestra historia y en la historia de América Latina. ¿Queda algo de eso? Sí. Sin duda que sí. Pero todo el poder de la hegemonía busca matarlo con veneno.
En esas condiciones no se puede formar parte de los tejemanejes que la hegemonía inventa, para justificar su continuismo en nombre de la democracia. Hacerlo es colaborar con los intereses hegemónicos, es decir con la destrucción del país. Hay voceros de reconocida experiencia que por ahí andan. Prefiero no decir más. Comicios envenenados, pretendidos diálogos, también envenenados, todo sigue un mismo patrón: ganar tiempo para desanimar a la inmensa mayoría que rechaza la tragedia que se padece.
La unidad de la oposición política no debe ser bajo los términos e imposiciones de la hegemonía tóxica. Ello sería un contrasentido. La unidad es un medio para un fin: el cambio del poder establecido y el inicio de un proceso difícil de reconstrucción de la democracia. Si ese medio conduce a ese fin, muy bien. Y me pregunto: ¿es el caso actual? Creo que la pregunta no es compleja de responder. Y tampoco lo debería ser el que nos demos cuenta de que los mandoneros del poder están envenenando a la nación.
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