OPINIÓN

Héctor Rodríguez, ¡renuncia!

por Pensar Educativo Pensar Educativo
Por equipo editorial
Héctor Rodríguez: no puede ser ministro de Educación quien es cómplice de una pléyade de violadores de la Constitución en todos sus aspectos humanos, políticos, económicos y sociales.
No puede ser ser ministro de Educación quien se burla de los docentes -activos y jubilados- pagando salarios miserables que solamente demuestran el odio de un régimen hacia la profesión pedagógica y que, además, los señala  de apátridas y enemigos de una bazofia «revolucionaria» que solo ha originado con tal praxis una deserción nunca vista, tanto estudiantil como docente.
No puede ser ministro de Educación quien actuando en la más absoluta ignominia considera «recuperar» la infraestructura de planteles con solo colocar una fachada disfrazada con una pintura de pésima calidad, sin que ese gobierno que representa haya construido una sola escuela o liceo en la última década, y por el contrario, más de 70% de las instituciones educativas se encuentren en el más completo abandono y cuya destrucción por el conocimiento y la investigación sean extrapoladas en mentiras y más mentiras.
No puede ser ministro de Educación un individuo que ignora las mínimas normas de la lingüística, la geografía, mientras emplea la historia en su desconocimiento para manipular esquemas seudopatrióticos, incluso calumniando nuestros orígenes indígenas, siendo estos víctimas de sus derechos en sus pueblos originarios con un marcado extractivismo de oro y recursos minerales, que en ningún caso mejoran sus condiciones de vida, y menos del resto de la población estudiantil y académica.
No puede ser ministro de Educación un individuo que llamándose «abogado» utilice las normas del derecho para profundizar el hambre, la miseria, la emigración, y peor, para ver cómo agoniza sin retorno una nación que en tiempos de independencia levantó sus espacios para luchar contra las tiranías y dictaduras.
No puede ser ministro de Educación un ser lleno de protervidad cuya única conjugación que se explana en su verbo está asociada con los principios de la malignidad, la corrupción y las violaciones de los derechos humanos en todas sus manifestaciones, mientras nuestros niños y adolescentes ni siquiera tienen comedores para mitigar el hambre que el propio madurismo les ha generado con soberbia como epicentro de sus acciones.
No puede ser ministro de Educación un practicante de las mentiras y el mal, porque el fin esencial de cada enseñanza desde las aulas de clases solo busca la formación humana para el bien, la solidaridad y los principios de encontrar la verdad ante cada injusticia.
No puede ser ministro de Educación un retrógrada de las más elementales normas por el bienestar común, es decir, alguien que disfruta viendo cómo la educación se hunde en el más completo de los desechos políticos de seres que sin mínima culpa y vergüenza solo asaltan las instituciones para perpetuarse en el poder contra la voluntad de la mayoría de los venezolanos.
No puede ser ministro de Educación quien no convive con los sacrificios que deben extenderse en la vida de estudiantes y docentes. O sea, mientras un pueblo recoge las miserias originadas por un gobierno de incapaces y corruptos, estos solo muestran sus opulentas vidas, en las cuales se comprueba la maldad en el paroxismo de mentes perversas.
No puede ser ministro de Educación quien desde el poder no se inmuta ante una educación sumida en el caos, la destrucción y el abandono, porque en esencia no pueden amar la educación quienes han sido sus verdugos.
Héctor Rodríguez, ¡renuncia!