Hace unos días se cumplieron 10 años de la muerte de Hugo Chávez, el presidente venezolano que gobernó durante 14 años y se convirtió en una figura mundial. Émulo de Fidel Castro en un mundo sin Guerra Fría, tuvo su asalto fallido al Cuartel Moncada -el golpe contra Carlos Andrés Pérez de febrero de 1992- y también su Bahía de Cochinos-cuando lo sacaron del poder por 48 horas en 2002. Y hay más parecidos: los resultados, lo que cuenta.
Si se hiciera la pregunta que encabeza esta nota a, por ejemplo, Juan Carlos Monedero, este artículo quizás para bien de los lectores solo ocuparía tres líneas: «Para todos los presidentes democráticos de América Latina que le conocieron el veredicto es unánime: Chávez está en la historia del continente al lado de los más grandes. Diez años han pasado y sus proyectos siguen alumbrando a los gobiernos de izquierda. Saludos, Comandante», escribió Monedero en un tuit. “Saludos Juan Carlos, date una vueltecita como gente de a pie por este paraíso caribeño”, provoca responderle.
Gabriel Boric en Chile mira para otro lado, el vecino Petro hace más o menos lo mismo, la solvente democracia uruguaya se enfoca en integrarse al mundo global. Venezuela solo es comparable con Cuba y Nicaragua. La herencia de los Castro y el despropósito de Daniel Ortega y su mujer Rosario Murillo.
Diez años después de la partida de Chávez, Venezuela se encuentra en lo que se tipifica como Emergencia Humanitaria Compleja (EHC), una situación calamitosa en la que cada día es una pesadilla. El salario mínimo, que reciben centenares de miles de empleados públicos y todos los pensionados y jubilados como retribución a su vida laboral, equivale a cuatro euros y poco. Leyeron bien: cuatro euros y poco. Un kilo de carne de res se tasaba a fines del mes pasado en más de seis euros.
La industria petrolera, sostén del país por 90 años, produce a niveles de la mitad del siglo pasado. Chávez le dio un zarpazo en el corazón cuando despidió por televisión a miles de técnicos y gerentes petroleros como consecuencia de un paro de producción. Una buena parte de ese personal, con experiencia probada y reconocida presta servicios en grandes empresas de hidrocarburos en el mundo. Colombia sacó provecho de ese robusto recurso humano para elevar en un lapso relativamente corto a 1 millón de barriles diarios su producción petrolera.
En Venezuela se pudren en las cárceles -sometidos a malos tratos, torturas y retardos procesales- cerca de 300 presos políticos. País de acogida que se llenó de gallegos y canarios, de portugueses e italianos desde los años cincuenta del siglo pasado, y después de los que huyeron de las dictaduras suramericanas que condenaron a sus pueblos a la miseria y la persecución política, hoy expulsa a su gente: más de 7 millones de venezolanos están repartidos en 90 naciones. La cifra equivale a la población del país a principios de la década de 1960.
Si así es la luz, qué será la oscuridad. Pero sí hay un legado: el poder. Parecía una fantasía en aquella democracia que cambiaba de rostro cada cinco años, que Chávez profetizará que seguiría al frente del mando hasta 2020, 2030. Superar a Fidel, con quien también compitió por el programa de radio de mayor duración: ocho horas. Un récord a batir por aspirantes a dictadores.
El poder no se suelta porque esta es una revolución “pacífica”, pero está armada. El poder no se suelta porque lo copa todo: el fiscal, el contralor, el Consejo Nacional Electoral, los jueces y los diputados, los altos mandos militares. El poder no se suelta porque lo que no se doblega, se compra, como ocurrió con los grandes medios de prensa, radio y televisión. El poder no se suelta porque hay una alianza indisoluble con la experiencia cubana de control y espionaje, aún a costa de la soberanía del país. Eso fue lo que Hugo Chávez legó a Maduro: el poder.
La periodista venezolana Gloria Bastidas, que tuvo acceso al diario de Chávez en manos de quien fuera su compañera ocasional en sus tiempos de cadete, revela el sueño que “alumbró” al militar y que escribió de su puño y letra después de una visita del presidente Pérez a la Academia Militar: “Después de esperar tanto tiempo llegó el nuevo presidente. Cuando le veo, quisiera que algún día me tocara la responsabilidad de toda una patria. La patria del gran Bolívar, y mía, en último término”.
Artículo publicado en el diario El Progreso de Lugo, Galicia
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