Al final de un proceso de inscripción de candidaturas signado por el ventajismo, la discrecionalidad, el desapego a la legalidad vigente, el régimen ha permitido al filo de la campana la inscripción de Manuel Rosales como candidato presidencial.
Esa autorización a Rosales tiene el piquete de que solo pudo hacerse con la tarjeta del partido Un Nuevo Tiempo (UNT) excluyendo la de la MUD. El piquete busca crear cizaña en la oposición democrática, estimular crisis y división en su seno.
El veto inamovible a María Corina Machado (MCM) y a su sustituta Corina Yoris suponía para las fuerzas de cambio (alianza MCM-PU) favorita para ganar el proceso electoral del 28 de julio quedar fuera de competencia; objetivo estratégico del régimen destinado a posibilitar, desde ya, el triunfo de Maduro a despecho de ser rechazado por la mayoría de la sociedad.
Ante esa situación, la inscripción de Rosales indica que no todo está perdido si la dirigencia democrática, empezando por MCM, se persuade de que ese es el único resquicio mediante el cual puede colarse la voluntad de cambio de la sociedad venezolana. En estas circunstancias es indispensable actuar con el mayor realismo, pragmatismo posible, sin prejuicios en función del objetivo central de derrotar al régimen.
Manuel Rosales concita rechazo –a veces justos, pero la mayoría de las veces injustos– en sectores de las fuerzas de cambio y de la sociedad, pero es indiscutiblemente un dirigente probado del campo democrático, que viene de propinarle una contundente derrota al chavismo en las pasadas elecciones a la Gobernación del estado Zulia (la principal circunscripción electoral del país). Tiene, además, una amplia, exitosa, reconocida gestión como gobernador y alcalde. Ha sido siempre un promotor y constructor de la unidad de las fuerzas democráticas.
Y me pregunto ¿es preferible una victoria de Maduro, una fragmentación de las fuerzas democráticas: unas optando por una improductiva abstención o apoyando candidaturas tributarias del oficialismo a jugárnosla con Rosales?
El futuro de Venezuela se define en esta elección y no peco de dramatismo. Una victoria de Maduro significa la consolidación por mucho tiempo del statu quo imperante constructor de tiranía y pobreza.
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