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Hay que abandonar la adolescencia política

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La indolencia, dejadez y apatía hacia los asuntos públicos pone en peligro el sistema democrático

Adolescencia, período turbulento de transición, tiempo de jactancias emocionales, apasionadas, vigor físico y lozanía social. No obstante, parece extenderse más allá de lo saludable, y algunos, quedan atrapados en un limbo de inmadurez y falta de responsabilidad. Es tiempo de renunciar a la pubertad y asumir adeudos como adultos juiciosos.

Es frecuente que la ciudadanía consienta lealtades y trastornos partidistas, que nublen la sensatez y encandilen la cordura para asumir compromisos. Conducta pueril e inmadura, que conduce a conflictos, carcomiendo la inteligencia para abordar problemas apremiantes. Llegó el momento de crecer, desarrollarse y retirarse de la mocedad.

Con recelo en las instituciones y búsqueda insistente de culpables, es imperativo reflexionar sobre la actualidad política y, en particular, la actitud de la ciudadanía frente a ella. Vivimos en una sociedad donde la falta de juicio e inmadurez son moneda corriente; dejemos atrás la pubescencia y asumamos el formal encargo para la construcción de un mejor futuro.

La juventud política se manifiesta en diversas formas, responsabilizar a los demás y demonizar opiniones diferentes, cayendo en la trampa engañosa de deshumanizar a los oponentes tratándolos como enemigos. Actitud infantil que perpetúa la inercia e ineficacia, que solo sirve para dividir a la sociedad, obstaculizando posibilidades de acuerdos razonables y soluciones efectivas, manteniendo principios de justicia, valores éticos y buenas costumbres ciudadanas.

En la falta de compromiso cívico, se prioriza la comodidad de burbujas ideológicas, consumiendo información en redes sociales, cantinas, cafés e infusiones, que confirma sus prejuicios. El voto es básico en la participación, pero se opta por no ejercer este derecho fundamental, muestra de complacencia inconveniente, porque implica renunciar a contribuir e influir en el rumbo de la nación. La indolencia, dejadez y apatía hacia los asuntos públicos, como la renuencia a informarse, y formarse opiniones, pone en peligro el sistema democrático.

Es común la pesquisa de chivos expiatorios, se culpa al partido político, un líder, grupo étnico o entidad extranjera, en lugar de asumir la responsabilidad colectiva de abordarlos. Condición que apacigua a la sociedad para su avance y encuentro de procedimientos a sus múltiples desafíos. La visión simplificadora y maniquea en pensar que todo es blanco o negro, que los grises no existen y los problemas tienen escapatorias fáciles y rápidas, es una falta de cálculo, que impide vislumbrar la complejidad de los asuntos públicos, haciéndonos presa fácil de populismos y demagogias.

La adolescencia política es una forma de escapismo. La realidad se desdibuja en un territorio de fantasía, enganchándose a narrativas simplistas y soluciones mágicas. El mundo real, rara vez se ajusta a relatos de «buenos» y «malos» que promueve la política. Si se quiere un cambio positivo, hay que entender que somos parte de la solución, no solo del problema. Superarla, involucra educarnos, formarnos, esforzarnos, entender los fundamentos de la política, conocer la historia y en conciencia de provocaciones y retos. La ignorancia es el peor enemigo de la madurez.

Participar, no necesariamente significa involucrarse en la política partidista, sino en organizaciones de la sociedad civil, debates públicos, asistir a reuniones comunitarias y, sobre todo, ejercer el derecho al sufragio, reclamando con moralidad, la obediencia a la integridad electoral. La democracia solo funciona si los ciudadanos se incluyen, proponiendo ideas, escuchando, debatiendo, dispuestos a comprometerse y ceder en aras del bien común.

Crecer, implica aprender, diagnosticar e investigar el enredo del laberinto, y aceptar soluciones a largo plazo que no siempre serán populares. Significa comprender que la política es un proceso continuo, no un campo de juego donde se resuelve de un plumazo; sino un terreno fértil para la construcción gradual y sostenible. La diversidad de sentires es característica fundamental de una sociedad libre y democrática.

Progresar, involucra sacrificio y al asumir responsabilidades, se contribuye a la edificación de una sociedad justa, imparcial, equitativa, libre y democrática. La política no es solo asunto de los políticos, es cuestión de todos, y es deber ciudadano, tomar las riendas del destino y trabajar juntos.

Dejemos atrás la adolescencia política, la pubertad tiene límite y la juventud muere. Reconozcamos que tenemos un papel por desempeñar en nuestra nación. Avanzar es posible a través del compromiso cívico, diálogo respetuoso y colaboración. Solo así, se supera la indomable arrogancia juvenil, la difusa prepotencia y dudosa jactancia de la muchachez política.

@ArmandoMartini

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