OPINIÓN

¿Hay élites en Venezuela?

por José Tomás Esteves Arria José Tomás Esteves Arria

De acuerdo con el Diccionario de la Lengua Española publicado por la Real Academia Española, vigésima primera edición, la palabra élite viene del francés, y la acepción de este vocablo es de una minoría selecta o rectora (negritas de nosotros). También encontramos en el Diccionnaire de la Langue Française LEXIS, publicado en 1975 por Larousse, la acepción de la palabra élite, y curiosamente viene del francés antiguo éslit, ¡antiguo participio pasado del verbo élite qué como  bien sabemos significa «elegir» en español. Luego, élite significaba «elegido» en francés antiguo, luego a partir de 1360, según la misma fuente consultaba pasó a significar «petit groupe consideré comme ce qu’il y a de meilleur dans un ensemble de personnes»  traducido por nosotros: «Pequeño grupo considerado como lo mejor de un conjunto de personas», de allí viene la frase: «se enviaron tropas de élite», u otra como ésta, » la Escuela Nacional de Administración  forma las élites que dirigirán la administración pública.

Algunos politólogos y estudiosos de la materia han concluido que, en Venezuela, no hay élites, sino grupos de poder o dotados de privilegios (fundar un banco, acceso a divisas cuando ha habido controles de cambios, etc). Y ahora tenemos una antiélite en las alturas del poder.

Las élites son tales por la función o funciones que realizan en una sociedad.

Efectivamente, Roma tenía una élite entre los miembros de su Senado, sus generales, y hasta sus intelectuales (recordemos a Séneca, y sobre todo el gran Cicerón). El Ejército prusiano fue una élite poderosísima en Alemania, puesto que los junkers (la clase terrateniente le había prometido al rey de Prusia que tratarían de que sus hijos varones fueran oficiales del Ejército prusiano), tan élite fue este cuerpo militar que nada menos que hasta Von Clausewitzs se lució como el director de su Academia Militar. La Ecole Normale Superieur en Francia, ha formado élites intelectuales en el campo de las ciencias sociales. En Estados Unidos, la Universidad de Harvard, MIT, Chicago University forman brillantes grupos de investigadores y dirigentes políticos. La Iglesia Católica ha tenido a los jesuitas, y ahora al Opus Dei.  Gran Bretaña, se hizo poderosa gracias a dos élites: la oficialidad de su Armada, y el famoso “Civil Service”. Colombia prácticamente le ha ganado a Venezuela, los Laudos, Tratados y toda clase de diferendos territoriales a Venezuela, porque posee un servicio exterior superior en calidad al de Venezuela, muy versado en Derecho Internacional Público.  Si no nos creen, pónganse a estudiar los diferentes curricula vitae (hojas de vida) de los embajadores venezolanos y sus colegas colombianos. Por cierto, al parecer el mejor servicio exterior de América Latina es el brasileño. No es por azar que Brasil ha ampliado enormemente su frontera terrestre sin disparar un solo cartucho.

Por cierto, el golpe de Estado de 1945, sus verdaderas causas fueron los bajos sueldos que se dispensaban a una oficialidad que había salido de una Academia Militar modernizada, y la preponderancia de los llamados oficiales “chopo de piedra” sin instrucción académica, ascendidos en el transcurrir de las guerras civiles.  En la larga guerra de independencia de Venezuela se inmoló una notable élite constituida por la familia Bolívar, Andrés Bello, Santiago Mariño, Campo Elías, etc.  También la llamada revolución americana se produjo por el protagonismo de un grupo de alto prestigio cultural y político en que descollaba gente como George Washington, Benjamin Franklin, y Thomas Jefferson.

Finalizamos estas líneas con las ideas de un escritor peruano Jorge Basadre, quien proclamaba en 1968:

Recordemos bien, por último, que élite no es lo mismo que oligarquía. Esta representa un hecho económico social; aquella, un fenómeno espiritual. Ser de élite no se hereda: se conquista.  No basta sentirse élite: hay que probarlo y hacer que los demás lo comprendan y actúen en consecuencia, a veces sin darse cuenta de ello. Para formar élites  no importa de dónde se procede: importa a dónde se va o se quiere ir. No se forma una élite por acumulación de fortunas, camaradería de las aulas, identidad profesional, coincidencia de edad o costumbre de tertulia; se forma por analogía de sentimientos, actitudes, esperanzas, ensueños y sacrificios.  Se ha hablado mucho de la rebelión de las masas: olvídase con frecuencia el fenómeno de la deserción de las élites. (En la Biblioteca Nacional; ante el problema de las élites).