A la memoria de Rómulo Betancourt, padre de la democracia civil.
La insania política del chavismo llega hoy, domingo 28 de julio de 2024, a su punto final.
Hoy es el día de creer con firme convicción en la fuerza creadora que como ciudadanos tenemos para emerger de las ruinas de este país devastado durante un cuarto de siglo y levantar a una Venezuela más libre, más justa, más honesta y, al fin, próspera.
Durante este día los indeseables intentarán marchitar nuestra primavera y buscarán sembrar el desaliento y la desesperanza, el terror y la prepotencia que da el miedo a un animal herido de muerte. No tienen nada más que ofrecer y ya no tienen nada que perder. Pero frente a la sinrazón de aquellos que no tienen nada que perder, no podemos claudicar: además de histórica, la victoria electoral de este domingo es una victoria moral.
Una victoria moral de nuestros muertos, que son nuestros por la patria común; de aquellos que huyeron por el lodo del Darién; de quienes sufren la impotencia y el desgarro del exilio; de quienes llevan en su piel la crueldad del hambre; de aquellos que vinieron y aún no han experimentado la libertad sin temor; de nuestros presos políticos que oirán las bocinas, los murmullos, los gritos y los pitos de la alegría en las mazmorras de aquellos tenebrosos edificios. La victoria moral de un país diezmado por los que exhiben con arrogancia la riqueza de la corrupción y de quienes no tuvieron pudor en cohabitar, prostituirse y hacerse cómplices.
A quienes les corresponde asumir la derrota, el país espera la asuman sin que pretendan lanzarnos a un abismo de violencia cuyo fin esta vez podríamos no conocer. Es una salida pacífica la que cada uno de nuestros votos está ofreciendo, es justa y es en los mismos términos que hace veinticinco años comenzó esta pesadilla con la llegada de Hugo Chávez. Es lo que merecemos. Las lágrimas no deben ser sino las que las almas aflorarán al sentirse libres.
Y nosotros, cumpliendo el deber que nos impone la historia de librar esta batalla final, no desistamos ni un momento en cumplir la misión de rescatar a nuestra patria de las sucias manos. De imponer el bien sobre el mal, de no ceder ante el desquiciamiento indeseable del mal perdedor. Celebremos en familia y en cada rincón de nuestro país y del mundo aquello que ya presentíamos y que al fin será nuestro: la libertad. Fundamos el alma nacional en un abrazo de paz y de civilidad. Y defendamos esto desde hoy y para siempre.
Dios está con nosotros para siempre. Bendita sea nuestra Venezuela.