OPINIÓN

Hasta el final

por Carlos Sánchez Torrealba Carlos Sánchez Torrealba

La tribu viaja de lejos montada sobre el viento agreste con todos los colores consigo… la línea les lleva de un punto a otro a la velocidad de dos bólidos antiguos ya… Van apiñados como granos de maíz puestos en la sartén caliente… Aunque van rápido, el trayecto toma su tiempo… Los viajeros cargan sus magníficas dosis de hormonas alborotadas, el canto y el roce les agitan más… Salta la carga desde otro camión de la caravana y toca pararse porque nada puede faltar. Lo sabe la abuela y lo sabe la madre… El viaje ha sido planificado para que todo ruede como el viento que trae buenas noticias. Todo reverdece por donde van pasando. El mar les esperanza, un océano completo les espera y una bahía les recibe como un abrazo…

Hay que cambiarse porque ya la hora se acerca… Se cambian, corren, se maquillan. La tribu tiene sus ritos y los cumple cabalmente. Un círculo y caben todos con los ánimos desorbitados. El azul vuela por los aires. Se le une otra tribu local y contemporánea que no sabe lo que vendrá, pero lo sabe todo al mismo tiempo. Todos se han orbitado. Una voz extranjera clama y llama desde su jerigonza antigua, otra va traduciendo su lamentación aguerrida y hasta sus suspiros ¡Y todos repiten a coro como la reverberación solar de mil montañas juntas! ¡Revientan los granos que ahora son gigantes y para gigantes y saltan al aire enormes explosiones de sabor! La tribu avanza al compás de tambores ampulosos y guitarras enfáticas. Se suma la otra tribu. Un brujo grita y hace señas para que el carnaval negro avance como se es debido. Un ojo avizor avanza entre la abundancia tratando de hacerse invisible para captar todo en auxiliares de pupila y papeles transparentes. Un cochero de galeón antiguo opera la nave sabiendo que transporta piedras preciosas. Las gentes se van sumando.

El combo avanza moviéndose con agilidad y gracia de gatos-monos, avanza el conjunto como un martillo que arquea la forja a golpes certeros y sutiles de voces, acordes, arpegios y pasos de danzarines que van por lo suyo. Una enorme y estrafalaria muñeca se suma a la caravana de trashumantes venidos desde la línea del horizonte. La Atlántida les otorga unidad y más templanza. Intuyen, saben que el futuro tiene que ser otro, que la tierra prometida es aquí, es ahora y es también para el porvenir. Momentáneamente, el ambiente es otro. La música se ha hecho mayor, se han sumado un violín rancio y un piano arcaico. Las voces claman, reclaman, rezongan, el viento silba con ellos su protesta cada vez más airada. La poesía les lleva. Les lleva, les lleva y les lleva. Todas las voces de los poetas anteriores les acompañan. Todas las músicas también. Todas y todos saben que la tierra es azul como una naranja.

Llega la noche, se marcha la tribu. Nuevamente y como la próxima vez, han colgado hasta en las estrellas su carga rizomática. El viento tiene y lleva sus esporas. Los sueños de quienes estuvieron allí llevan el polen fecundante, volador. Parte la caravana para atravesar los desiertos y seguir llevando agua… los más viejos regresan juntos llevando alegres la carga al compás de canciones perpetuas… Vamos juntos dice la letra de la primera canción con la que comienza el viaje del eterno retorno… Ya no hay quien nos pare. Llegaremos hasta la línea del horizonte, hasta la proa del horizonte y hasta el final.

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