En los círculos de poder y pensamiento de Occidente el gran debate es determinar hasta dónde Vladimir Putin será capaz de llegar con la guerra de Ucrania. Algunos creen que no tiene una buena salida. Otros lo ven acorralado. Además, consideran que perdió la guerra porque Rusia quedará aislada de Occidente, desde la cultura hasta el comercio, incluidos los deportes y los viajes. Sin contar los efectos de las crecientes sanciones económicas impuestas por el mundo occidental en la calidad de vida de los rusos.
Al evaluar los posibles planes de guerra de Putin, el columnista de The New York Times Thomas Friedman considera cuatro. En la aplicación de cada uno, dice, el exagente de la KGB redobla la apuesta hasta llegar al último en el que decide “lanzar armas químicas o la primera bomba nuclear desde la de Nagasaki”, Japón, en 1945.
El autor del libro La Tierra es plana (2006) señala que quedaron atrás los planes A y B. En el A, Putin ocupaba Kiev en tres días con un pueblo rendido a sus pies por la “desmilitarización y la desnazificación de Ucrania”. En el plan B, bombardea la población civil para crear una crisis masiva de refugiados de mujeres, niños y ancianos ―han huido 3,3 millones de personas desde que comenzó la guerra― en las naciones vecinas pertenecientes a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Esto forzaría a los gobiernos de Polonia, Hungría y Europa Occidental a ejercer presión sobre el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, a fin de que aceptara las condiciones de Putin para detener los ataques.
Pero un mes después del inicio de la invasión, “las fuerzas ucranianas han derrotado la campaña inicial rusa” de este conflicto bélico, afirmó el Instituto para el Estudio de la Guerra con sede en Washington. Una campaña que tenía como objetivo llevar a cabo operaciones aéreas y mecanizadas para tomar Kiev, Kharkiv, Odessa y otras ciudades importantes para forzar la dimisión de Zelenski.
La guerra está estancada en gran parte del teatro de operaciones ucraniano. No ha terminado y es poco probable que acabe pronto. Tampoco está claro su resultado.
El fracaso de la campaña militar inicial de Rusia marca, no obstante, una importante inflexión que tiene implicaciones para el desarrollo y la ejecución de las estrategias militares.
Putin, entonces, según Friedman, ha tenido que recurrir al plan C: Escalar la campaña.
Utiliza por primera vez una de sus armas más destructivas: los misiles balísticos hipersónicos que pueden viajar a más de cinco veces la velocidad del sonido, conocidos como Mach 5.
Putin busca con este misil desarticular las líneas de suministros de bienes y material de guerra a través de la frontera occidental ucraniana. Asimismo, causar la mayor cantidad de daños posibles a centros comerciales, residencias, teatros, escuelas y hospitales en las ciudades principales para provocar la desmoralización definitiva de la población que conlleve a la sumisión y por ende el control político.
Los recientes bombardeos a la localidad de Deliatin ―a un supuesto depósito subterráneo de misiles y munición de la aviación ucraniana― en la región de Ivano-Frankovsk, a unos 50 kilómetros de la frontera con Rumania ―país miembro de la OTAN― y al centro comercial en el distrito capitalino de Podilsk de Kiev tenían esa intención.
Recurrir al misil hipersónico no cambia nada en el campo de batalla, pero el efecto psicológico es claro. Dar miedo a todo el mundo, incluida la OTAN.
Si la guerra se prolonga sin una victoria total para Putin, este podría recurrir al plan D que incluye: ataques cibernéticos a Occidente, la suspensión de los envíos de petróleo y gas a los países de la Unión Europea, y el uso de armas químicas y nucleares, entre otros. Una derrota sería una humillación que socavaría su control autoritario del poder. El que no está dispuesto perder.
Putin sabe que “todas las derrotas importantes han dado lugar a un cambio radical [en Rusia]. (…) La guerra de Crimea (1853-1856) precipitó la revolución liberal del emperador Alejandro II desde arriba. La guerra ruso-japonesa (1904-1905) provocó la primera Revolución rusa. La catástrofe de la Primera Guerra Mundial indujo la abdicación del emperador Nicolás II y la Revolución bolchevique. Y la guerra de Afganistán se convirtió en un factor clave para las reformas del líder soviético Mijaíl Gorbachov” con la consecuencia de la caída de la Unión Soviética.
Si usa armas biológicas y químicas o realiza ataques cibernéticos a Occidente, sin duda alguna, ese será el inicio de la Tercera Guerra Mundial. Y su mejor amigo, Xi Jinping, está al tanto, así que no es momento de simplemente advertirle de las “implicaciones y consecuencias” si apoya al Kremlin.
Putin escalará la guerra hasta donde Occidente se lo permita. Como dejó que lo hiciera impunemente en Georgia (2008), Crimea (2014) y Siria (2015).
Así que, insistimos, hasta dónde llegará Putin esta vez depende de la administración Biden y los gobiernos que integran la OTAN. Es el momento de detenerlo.