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Hambre y miseria

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En estos últimos días he tenido que enfrentar una lucha interna para poder organizar los temas que quería esbozar en mi próximo artículo. De verdad trato de plasmar en unas líneas mi posición sobre una realidad determinada que afecta a nuestro país. Son muchos temas, que van desde lo político, pasan por lo económico y se exacerban en lo social.

No importa desde qué perspectiva se mire, la conclusión es una sola: la combinación de los tres factores anteriores ha llevado a Venezuela a la ruina o, mejor dicho, a la miseria total y absoluta.

Si partimos desde el aspecto político, el gran culpable de la debacle del país fue el difunto eterno, Hugo Rafael Chávez Frías. Con su accionar, logró dinamitar la institucionalidad del país, creando una realidad a su imagen y semejanza. Chávez se sentía como Luis XIV, conocido como el Rey Sol, ya que expresaba a viva voz que el Estado era él.

El arañero de Barinas se esmeró en consolidar un Estado absolutista, tratando a troche y moche de implantar un socialismo, que supuestamente redimía a los excluidos y que lograría paliar los altos índices de pobreza. Logró que se promulgara una nueva Constitución nacional y a su alrededor se crearon leyes que favorecen de forma descarada, a los apóstoles de la revolución. Hicieron del peculado de uso algo normal en su desempeño político. No perdían la ocasión de realizar proselitismo, utilizando los recursos del Estado. Era la nueva norma, eran las nuevas pautas del comandante.

Leyes, reglamentos, decretos, ordenanzas municipales, todo giraba alrededor del tufo comunista, para garantizar así la sobrevivencia del proceso, porque el interés último era preservar la revolución bolivariana. Justificaban su aplicación, por una supuesta consideración hacia el pueblo, porque supuestamente este estaba oprimido por la burguesía. Claro, todo su discurso idiotizante tenía como estribillo las letras de las canciones de Alí Primera, porque eran incapaces de crear nuevas ideas.

El engaño, la estafa y el terrorismo de Estado eran las herramientas utilizadas para seguir manteniéndose en el poder. No les importaba el pueblo, ese que muera de hambre, que sufra las consecuencias del coronavirus y que pase los días de confinamiento sin luz, ni agua ni alimentos, sin gasolina ni medicamentos. Ellos, mientras tanto, luchan a brazo partido para que no les falte nada, es decir, seguir esquilmando el oro en el Arco Minero y vender las otras riquezas del país para su propio beneficio.

En este punto hay que resaltar la ingenuidad del pueblo venezolano, que no hace falta ser un erudito en ciencias económicas. ¿Cómo se explica que alguien que tenga un sueldo que no llega a 50 dólares mensuales pueda vivir en el este de Caracas, conducir carros último modelo, vestir ropa de marca y viajar en primera clase? Eso quiere decir que nuestro silencio avala la corrupción, porque nos conformamos con que nos den una caja de alimentos de baja calidad, un bono que no alcanza para comprar una docena de huevos y un idiota hablando en cadena nacional incoherencias y vendiendo una realidad construida en su mente torcida. De verdad que los venezolanos merecemos lo que nos está pasando, por pendejos.

En el aspecto económico todo comenzó a ir mal, ¿por quién más?, por culpa de Chávez. Con su manía de controlarlo todo, para que no le hicieran sombra, comenzó con el control de precios de varios productos de primera necesidad. Me imagino que al difunto nadie le explicó que los controles producen automáticamente escasez, ya que ningún empresario va a producir a pérdida, solo el Estado puede permitirse eso, pues las compañías gubernamentales se rigen por un presupuesto asignado y pueden ser reflotadas cuando hayan generado pérdidas. Por el contrario, las empresas privadas necesitan consolidar sus productos en el mercado, para tener ganancias y sobrevivir. Claro está, siempre y cuando los consumidores tengan el poder adquisitivo para comprar los productos ofertados.

A lo anterior, como colofón al desastre revolucionario, aplicaron el control de cambio, es decir, penalizaron la libre convertibilidad de la moneda, teniendo el gobierno el monopolio de la exclusividad en el otorgamiento de divisas. ¿Qué se logró con eso? La más grande corrupción en el otorgamiento de dólares preferenciales. Compañías de maletín nacían a diario, junto con la complicidad de los funcionarios a cargo de la asignación de moneda extranjera, muchos lograron salir de la pobreza en un par de operaciones, desfalcando al Estado. Mientras que el venezolano de a pie, necesitaba compilar cinco carpetas, llenar un sin fin de planillas, sacarle cuatro docenas de copias, pedir cita, esperar la clave, para que le dieran un par de dólares, para poder comprar en el exterior la materia prima para poder seguir funcionando o realizar algún viaje.

Naturalmente, el control de cambio se utilizó como arma política. Aquellos que profesaban su disconformidad con el régimen, el funcionario de turno tenía la discreción de negar el otorgamiento de las divisas. Claro, esto provocaba escasez y el vengador escarlata se disfrazaba de pueblo y vendía la idea que expropiar empresas, tenía la finalidad de garantizar el abastecimiento de esos productos para el pueblo. Para muestra, hay que darse una vuelta por las diferentes zonas industriales del país y ver el cementerio de compañías que decoran la geografía nacional. ¿Qué querían los chavistas? Importar ellos mismos los productos terminados y ganar porcentajes elevadísimos al traer la mercancía terminada a Venezuela.

Por otro lado, como una manera de justificar su esfuerzo para luchar contra el hambre, crearon las dos joyas de la corona revolucionaria, me refiero a Mercal y PDVAL, con las que solo lograron unir a los venezolanos a través de la humillación, expresada en largas e interminables colas, porque era un instrumento para controlar a la sociedad a través del hambre, el miedo y la manipulación. ¿Y ahora, qué pasó con los supermercados del pueblo? Quebraron por la corrupción.

Lo anterior se resume en una tasa hiperinflacionaria que sobrepasa la estratosfera, con la pulverización de nuestro signo monetario y una dolarización de la economía de hecho, con más de 90% de los venezolanos sin tener acceso a la moneda americana. En pocas palabras, hambre y miseria.

En el aspecto social, la situación es consecuencia de las dos anteriores. Por una parte, el deterioro político provocó la formación de un Estado fallido, erosionando la institucionalidad democrática, instaurándose un régimen totalitario, con un marcado culto a la personalidad, en el cual las leyes se promulgan y se aplican dependiendo de los intereses de la nomenclatura reinante. Esto ha provocado en el venezolano que no crea ni respete las instituciones, por su marcado sesgo político. Sintiéndose a veces relegado a ciudadano de segunda, pues para beneficiarse del imperio de la ley hay que profesar abiertamente un supuesto socialismo que ni ellos mismos se tragan.

Por lo tanto, en el ambiente hay una sensación de que no hay institución del Estado que no esté corrompida, que no desarrolla de forma cabal sus labores, que solo sirve para albergar funcionarios ideologizados y naturalmente, esto permea en la sociedad.

En el ámbito económico, el deterioro del aparato productivo, el desempleo o el empleo precario, la hiperinflación, la devaluación, la escasez de alimentos y medicinas, la falta de gasolina y muchos rubros más, han afectado de tal manera a la sociedad que han desintegrado la idiosincrasia del venezolano. Ahora, lo que vale es la ley del sálvese quien pueda. El canibalismo para la sobrevivencia se aprecia en cada esquina. Se puede notar en los índices de criminalidad y la gravedad de los delitos, que muchos rayan en lo dantesco, por su alevosía y ensañamiento.

La semilla de la familia se ha desintegrado, como prueba, la salida del país de más de 6 millones de compatriotas dejan en la orfandad niños y adultos mayores. Factores que afectan de manera significativa la estructura país, provocando la realidad que nos toca vivir en estos momentos.

No importa desde qué ángulo se vea, todo tuvo su origen cuando el pueblo venezolano confió su destino a un encantador de serpientes, que les vendió espejitos a cambio de sufrir humillaciones, miseria, penurias, acoso y encarcelamiento. 20 años en donde hemos retrocedido a la edad de las cavernas, porque muchos connacionales se alimentan de la caza, la pesca y la recolección, cocinan con leñas, se bañan muchas veces en aguas servidas y se iluminan con el reflejo de la luna. Esos son los beneficios del socialismo, una distribución equitativa del hambre y la miseria.

La pregunta de rigor, ¿qué podemos hacer para revertir esta situación? Simplemente ser ciudadanos, conscientes de nuestros deberes y derechos, capaces de distinguir lo verdadero de lo falso, para que prevalezcan los valores de la tolerancia, la libertad y la paz. Evitando a toda costa que la violencia se apodere del país, venga de donde venga. Así y solo así podremos recuperar nuestra democracia.

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