El verde de las hallacas de este año no solamente será la envoltura de hoja de plátano. La dolarización de la economía venezolana fue hecha de manera indirecta, como quien no quiere la cosa. El régimen terminó de pulverizar el bolívar y ahora todo es en dólares. El plato navideño no será la excepción.

Aunque los precios de los ingredientes para las hallacas se expresen en bolívares, los consumidores hacen automáticamente la conversión. Ya el venezolano sabe que es mejor sacar las cuentas en divisas porque esa es la realidad.

Hasta los buhoneros manejan los precios en dólares y se han apresurado a adaptarse a la situación. Ahora ofrecen 100 gramos de aceitunas, pasas o alcaparras por un dólar, y habrá quien se los arranque de las manos, porque todos saben que la divisa es la moneda de curso.

En 2019 causó alarma la idea de que un pan de jamón pudiera costar 10 dólares. Lo que el año pasado fue prácticamente un escándalo ahora es parte de la “nueva normalidad”, pero no se le puede echar la culpa al covid-19. El responsable es rojito y está atrincherado en Miraflores.

Hay los que no quieren dejar pasar la tradición y se preparan para hacer el sacrificio. Si antes hacían 100 hallacas, este año harán 30 o 40. Su esfuerzo es admirable. Habla de la tenacidad del venezolano, de la determinación que tienen para evitar que les quiten la alegría de celebrar el fin de año con algo tan propio como un plato navideño.

Pero no serán la mayoría. Muy pocos podrán gozar de la reunión familiar para hacer las hallacas, de los cuentos de la abuela, de las gaitas como música de fondo y de los tragos para brindar por el nuevo año.

Porque aunque los dólares corran libremente de mano en mano, no llegan a todos los necesitados. Y que no venga el régimen a decir que repartirá perniles rebanados, porque con eso no podrá borrar meses de hambre de la mayoría de la población.

Así que el color de la mesa navideña venezolana este año tendrá muchas gamas de verde. Intenso para los rojitos, más diluido para los que aún pueden darse un gusto y casi inexistente para los que nada tienen, que desgraciadamente son la mayoría. De nada servirá que el mandante decrete un diciembre “flexible”.


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