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Encuestas, encuestas, ¡lleve sus encuestas!

En Estados Unidos, al igual que en el Perú, las encuestas pueden ser extraordinarios instrumentos de manipulación. Sin embargo, debemos reconocer que hacer una encuesta en nuestro país es menos complicado. Como es obligatorio votar, diseñar la muestra es más fácil: Divides matemáticamente la población adulta en clases económico-sociales (básicamente por los lugares en los que viven), edad, sexo y ubicación urbana o rural.

En Estados Unidos el tema es mucho más complejo. Primero, la elección presidencial es en realidad 50 elecciones distintas, una por estado. Segundo, en los registros electorales las personas se inscriben señalando a qué partido pertenecen o si son independientes (ello para determinar en qué elecciones primarias pueden participar). Tercero, como la votación es voluntaria, las encuestas de adultos carecen de valor. Las de ciudadanos registrados para votar son referenciales, pero, las verdaderamente valiosas son las de votantes probables(likely voters).

Es decir, la empresa encuestadora tiene que predecir cómo se va a conformar el electorado, cuántos demócratas, cuantos republicanos y cuantos independientes votarán. Si la muestra está mal calibrada, o sea, se subestima o sobreestima el porcentaje de demócratas o de republicanos que asistirán a las urnas, la encuesta saldrá mal.

Existe también el famoso problema del voto oculto o vergonzante. Al igual que en el Perú el año 2000 con Fujimori, es indudable que Trump tiene y siempre ha tenido voto oculto, pues en todos los casos ha obtenido más votos de lo que las encuestas sugerían.

En ese sentido, para sacar una conclusión sobre el rumbo de la elección, es necesario ver el conjunto de las encuestas, las tendencias y lo que está haciendo cada campaña y las señales que emiten.

En este momento, el momentum y la iniciativa parecen estar con Trump. Este nunca perdió su piso electoral y aunque Harris pareció tomar la iniciativa y salió bien librada del debate, nada de esto se tradujo en una clara modificación de tendencias. La campaña de Harris parece errática y como muchos analistas predecían, mientras más la ve el público, más disgusta.

Por último, la elección presidencial en Estados Unidos no sólo son 50 elecciones distintas, sino que son 50 elecciones indirectas.

¿Qué quiere decir esto?

En Estados Unidos en realidad no se vota por presidente y vicepresidente sino por los delegados del estado correspondiente ante el Colegio Electoral. Si Trump gana por un voto en Pensilvania, entonces todos los delegados de dicho estado serán republicanos. El Colegio Electoral tiene 532 integrantes y para ganar se requieren 270 electores.

Ciertos estados, predominantemente urbanos, tienden a votar a favor de los demócratas. Estos incluyen California, Nueva York, Illinois, Nueva Jersey, Massachussets, Connecticut, Oregón, Washington, Maryland. Los estados demócratas tienden a ser más poblados por lo que el Partido Demócrata parte con una ventaja inicial ya que los estados tradicionalmente republicanos, salvo Texas, y últimamente Florida y Ohio, son menos poblados y por lo tanto tienen una menor representación en el Colegio Electoral.

Entonces la elección se decide en los llamados estados pendulares, en los que ningún partido tiene una ventaja estructural clara. Estos son: Pensilvania, Michigan, Wisconsin, Arizona, Nevada, Nuevo México, Nevada, Georgia y Carolina del Norte. Aunque cada encuestadora tiene resultados distintos, en todas, el movimiento es a favor de Trump. Es más, en el promedio de encuestas que difunde todos los días el sitio de internet Real Clear Politics (www.realclearpolitics.com), Trump aventaja a Harris en todos estos estados, salvo Wisconsin. Las diferencias son mínimas (menos de uno por ciento) pero la uniformidad es significativa.

Los demócratas tienen dos grandes problemas. El primero es estructural: sus propuestas actuales no corresponden a la de sus votantes históricos, la clase media, obreros, trabajadores, personas sin educación universitaria completa, católicos, familias. Todos estos han ido migrando, lenta pero sostenidamente, al Partido Republicano. Los votantes demócratas actuales tienden a ser más educados, tener ingresos más altos, trabajar para el estado o las grandes compañías, ser solteros o sin hijos, gay, afroamericanos o hispanos (aunque su porcentaje de apoyo en estos dos grupos ha caído, dramáticamente en el caso de los hispanos).

El segundo problema es que Trump es, para bien y para mal, un valor conocido, ya gobernó y no asusta como en el pasado. La gente no toma en serio sus bravuconadas y malacrianzas y sienten que estaban mejor durante su presidencia.

Por último, otro indicador, muy interesante, es el de las casas de apuestas, ya que recoge expectativas. En promedio, le otorgan a Trump 53,9% de posibilidades de ganar la elección.

¡Amigo lector, haga usted sus apuestas!

Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú

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