OPINIÓN

Hagamos una rifa para tumbar a Maduro

por Humberto González Briceño Humberto González Briceño

 

Erick Prince / Foto GETTY IMAGES / AFP

 

El estafador siempre tendrá en el estafado a su cómplice más consecuente. Porque en realidad la víctima quiere creer en las bondades de la estafa y es precisamente esa cooperación la fuerza motriz que permite que la estafa se consume.

Por ejemplo, la crisis que afecta a Venezuela y el deseo ferviente de millones de venezolanos de salir cuando sea y como sea del fascismo del siglo XXI ha llevado a muchos  a creer en las virtudes del voto para lograrlo. Es un caso emblemático de estafa política sistemática y continuada desde 1999.

La falsa oposición ha sido el principal vehículo para vender esta ilusión de que sin instituciones ni garantías es posible sacar al chavismo del poder por la vía electoral. Los hechos han demostrado una y otra vez que eso sencillamente no es posible. No importa lo que los epígonos y fabuladores de la falsa oposición digan para sustentar sus tesis peregrinas ni cuántos libros con citas sesgadas se busquen. La realidad siempre será mucho más potente.

Siempre hemos argumentado que un régimen de las características del fascismo chavista del siglo XXI solo sale del poder por la fuerza, no por elecciones ni negociaciones. ¿Qué queremos decir con esto? Que el aparato estatal chavista está empotrado en el régimen jurídico político venezolano de tal manera que no es posible su sustitución por otra vía que no sea la de una ruptura o el quiebre de sus partes fundamentales como resultado de una implosión, de una confrontación interna, de una guerra liderada por otro Estado o por una combinación de todas estas.

Pero también hemos dicho que esa salida por vías de fuerza no quiere decir cualquier tipo de fuerza. No es la fuerza épica de los escudos de cartón, con palos y piedras, la que podrá tumbar al régimen. Tampoco las aventuras espontáneas emprendidas por militares singulares plenos de heroísmo pero desconectadas de la realidad, incluso de su propia realidad militar.

La mayoría de las llamadas transiciones a la democracia han estado precedidas de luchas violentas y reacomodos en las correlaciones de fuerzas internas de regímenes totalitarios creando las condiciones para el cambio político. Lamentablemente los analistas se quedan con el último capítulo de la historia ignorando deliberadamente los choques de poderes que llevaron a esa transición. Estos falseadores de la realidad se engolosinan con sus propias fábulas y pretenden terminar todas esas historias del mismo modo: negociaron, firmaron un acuerdo y fueron felices… para siempre.

Las vías de fuerza de las que hablamos pueden ser de tipo interno o externo. En el primer caso casi siempre se trata del desprendimiento de componentes fundamentales de ese régimen político que entran en contradicción con otros conformando un nuevo bloque de poder. Entiéndase que hablamos de componentes, no de personas, héroes o individualidades que por mucho carisma, popularidad y liderazgo que puedan tener si carecen del control efectivo de los bloques de poder su actuación tendrá poco o ningún impacto.

Por supuesto, cuando el régimen político objeto de análisis está en crisis y sus componentes son débiles e incapaces de defender el sistema, esta situación presenta oportunidades para fuerzas insurgentes externas tal como ocurrió en Cuba en 1959.

Otra vía de fuerza ocurre cuando un Estado actúa en forma directa o indirecta para destruir a otro. En las guerras de independencia en Hispanoamérica, por ejemplo, los ingleses financiaron operaciones y movimientos para debilitar y reventar al imperio español. Los precursores de la independencia comenzando por el Libertador de Venezuela Simón Bolívar jamás habrían logrado su proyecto independentista sin el apoyo de Inglaterra. Tampoco habría logrado Lenin su Revolución Bolchevique sin el apoyo del Estado alemán en 1917, interesado en destruir el imperio ruso.

Esto quiere decir que bajo condiciones muy especiales un Estado podría considerar vital para sus intereses la destrucción de otro Estado mediante la guerra directa o la promoción de la subversión interna que es también otra forma de guerra. Ningún Estado se inmiscuye en los asuntos de otro tan solo por amor a la democracia y los derechos humanos. Aunque esto es lo que siempre se invoca para justificar la operación, las razones verdaderas suelen ser muy distintas.

La tesis de la salida de fuerza en Venezuela ha sido manoseada por algunos embaucadores que la reducen y la banalizan al extremo de simplificar el asunto para decir que eso se resuelve consiguiendo dinero para financiar una operación militar. Sin embargo, derrocar un régimen como el chavista requiere de una masa de recursos y esto implica mucho más que “dinero”. Para que esa hipótesis sea viable y sostenible se requieren abundantes recursos económicos, militares y logísticos que en las actuales circunstancias sólo un Estado dispuesto a declararle la guerra al régimen chavista podría asumir.

Esto es importante tenerlo en cuenta, sobre todo ahora que vuelven a surgir intentos para organizar campañas de recolección gofundme y hasta rifas con el objetivo de “captar recursos” para comprar armas y financiar la organización de una fuerza militar que enfrente exitosamente al Estado chavista. Estos intentos espontáneos e improvisados resultan absolutamente risibles cuando se comprende la magnitud de lo que se intenta. Solo si se tomase en serio la idea de organizar una fuerza militar en el exterior esta sola operación requeriría de un territorio donde organizarse y comenzar a operar. La pregunta es ¿qué país está dispuesto a ceder parte de su territorio para ese tipo de emprendimiento?

El contratista militar norteamericano Erik Prince ha ilusionado a no pocas personas con su campaña “Venezuela ya casi”, implicando que todo está a punto para la inminente caída de Nicolás Maduro y el régimen chavista. Lo único que hace falta es…por supuesto, el dinero. El contratista Prince ha recibido contratos del gobierno norteamericano para operaciones militares por el orden de los 5.000 millones de dólares y más. Una operación como la que proponen para Venezuela, si hablamos en serio, estaría por ese orden de los 1.000 millones de dólares ¿Cuánto esperan recolectar de las campañas vía gofundme?

Entre los atajos de las ilusiones electorales y los de las operaciones militares encubiertas para sacar al chavismo del poder Venezuela sigue perdida en un laberinto que la convierte en el teatro de operaciones ideal para oportunistas, estafadores y depredadores.

@humbertotweets