Casi una nota escolar. Desde siempre distinguimos la naturaleza y las funciones del Estado, trascendentes y permanentes, y las de gobierno, coyunturales y de corta o mediana duración. En cualquier consulta digital, podrá encontrar una cita famosa de Churchill en la que hablaba del político que piensa en las próximas elecciones y el estadística que lo hace con las venideras generaciones. Consabido, en el siglo XXI hay una fusión permanente del Estado y del gobierno. Encontramos, por un lado, los intereses individuales de quienes ejercen el poder, los del PSUV, sus allegados; y, por el otro, aquellos de estricta naturaleza económica y privada. Ambos los confunden y, así, no hay gobierno, gobernabilidad y gobernanza, sino una apropiación y provecho absoluto de los recursos y símbolos del Estado. Es decir, piensan únicamente en ellos, en su modo de vida opulenta y sus plebiscitos electorales, y les importa poco que las nuevas generaciones tengan por ideal cruzar el Daríén, o los desiertos de América del Sur, problemática que eluden y le asignan la responsabilidad a otros.
Teóricamente, no hay mejor expresión del Estado que su política y servicio exterior, porque se trata de la presencia de todos los venezolanos en el mundo; sin embargo, no ocurre así. Las relaciones internacionales no están orientadas a favorecer al país, sino a reforzar el poder que lo sojuzga. Y aun cuando hay honrosas excepciones, demasiado mínimas, los embajadores y los cónsules se deben al régimen que los nombró antes que a la ciudadanía venezolana que se vio forzada a emigrar y la miran como si el emigrante hubiese cometido un delito. Sólo a los ocupantes de Miraflores les compete el campo exterior y tanto que el primer acto de la Comisión del Esequibo de la Asamblea Nacional de 2020 fue el pleno reconocimiento de la jefatura de Nicolás Maduro en relación con la política exterior: no cabe ni cabrá control legislativo alguno para estas políticas públicas, porque como hemos dicho existen solo para beneficio de su modelo y no de la nación por la cual deberían trabajar.
Así las cosas, en nada asombra que Alex Saab, personaje tan requerido por la justicia internacional, se haya convertido en un funcionario diplomático que clama por inmunidad. Todo el mundo sabe de quién se trata la persona que no ha tenido más experiencia que la de enriquecerse, como nunca lo imagino en su nativa Colombia, y enriquecer a otros con el Estado venezolano. Aun extraditado, insisten en tal condición laboral. Sin embargo, ahora, a propósito de las negociaciones de México entre la oposición y el gobierno, funge como integrante de la misión oficial la esposa de Saab, prácticamente, rehén de estas circunstancias tan ingratas para ella. No la sabíamos interesada en tales diligencias, como lo había mostrado en sus redes sociales. Y esto le resta seriedad a la iniciativa y, seguramente, serán muchos los dirigentes medios y de base chavistas y maduristas que querrán y tendrán mejores credenciales políticas (no nos metemos en el ámbito personal) para tamaña responsabilidad. Y decimos tamaña responsabilidad en el caso de que los integrantes de la misión oficial deliberen, decidan o complementen las decisiones adoptadas en Caracas, porque de no ser así estarían haciendo un simple papel de relleno.
De la misma manera, debemos tocar el caso opositor, donde la representatividad debería ser mayor a la que está, ampliar un poco más el espectro, como se ha visto en el manejo de la política interna. Ya no existe solo el G4, si México es para tocar los problemas y las soluciones de lo que se padece en Venezuela, debemos llamar a todos los involucrados que tengan alguna representatividad real: la iglesia, los sectores económicos como Fedecámaras, Consecomercio, la agroindustria, de no ser así seguiremos en una perenne confrontación entre los dos polos, sin llegar a solución alguna que en estos momentos es lo que espera el pueblo venezolano dentro y fuera del país.
Solución que no es más que cambio del modelo político, la separación entre gobierno y Estado. Se ha demostrado, en estos 20 años y más, que el actual modelo político no funciona. Aunque los jerarcas gubernamentales insistan y digan que están preparados para 20 años más, la realidad política y social es otra. Hemos insistido, resistido y persistido en nuestra posición para lograr una nueva realidad. Los que adversamos al régimen tenemos que conectarnos, nuevamente, con esa realidad que queremos para poder ser garantes de la democracia y la solución de los problemas medulares del país como lo son una educación que realmente sea apoyo del crecimiento social, cultural y económico del país; un sistema de salud que apoye al ciudadano en los momentos en que los necesita; y una estabilidad económica que le permita al ciudadano lograr una calidad de vida duradera y con una posibilidad de crecimiento real. Y eso solo se consigue con una visión clara de país, pensando en la reconstrucción del común y no en la reconstrucción personal como ha ocurrido en algunos casos. Y solo después de ese cambio retornará una gran parte de aquellos que se fueron buscando ese sueño en otros escenarios.
@freddyamarcano
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