OPINIÓN

Hacer realidad

por Julio César Arreaza Julio César Arreaza

Cuando analizamos las causas por las cuales no hemos podido salir del hueco en que nos ha sumergido el régimen criminal, luego de 23 años de ejercicio de poder ignominioso, en buena parte se debe a un liderazgo alternativo mediocre. Ya cansa la monserga paralizante de cualquier iniciativa superior: esto es lo que hay. La baja calidad del liderazgo ha evaporado varios lances decisivos en el que actuó con determinación el pueblo para alcanzar el destino histórico que le corresponde.

Queremos un liderazgo que sepa imprimirle a su acción un estilo de conducción alejado de las luces y el espectáculo de la pura pantalla. De la banalidad y el vacío. Que con fuerza y coraje se enfoque en el bienestar colectivo y a promover las libertades fundamentales. Que imprima en sus acciones un mensaje de esperanza que mueva a la gente a participar dinámicamente de una gesta cívica que asegure la construcción de una república sobre pilares firmes, que haga posible una vida digna de ser vivida, aliviando los sufrimientos de las grandes mayorías. El liderazgo constructor de democracia propicia encuentros luminosos que aportan sabiduría para defender con ardor el valor de la verdad, vencer al mundo de la mentira en que nos han metido y empoderarnos con la luz que rompe con todas las adversidades y oscuridades.

La fuerza que comunica el liderazgo auténtico nos empuja a seguir andando indeteniblemente hacia la libertad. La esperanza es una virtud que nos anima siempre a la acción, a desarrollar la actitud de vida de enfrentar las dificultades del diario vivir en las diferentes esferas en que nos movemos. Nos da la fuerza para empinarnos sobre las adversidades, otear un mejor horizonte y decidirnos a construir un mundo mejor. Un liderazgo que retome el compromiso de servicio y entrega generosa, que se conmueva de verdad con la pobreza reinante y ponga el acento en lo verdaderamente importante. Queremos ver a líderes dando testimonio con humildad y coraje, consecuente con el que sufre, no solo de palabra sino de obra.

El liderazgo de calidad sabe descubrir nuevos caminos, diferentes a los que nos han conducido a fracaso tras fracaso. Hoy los tiempos de la humanidad son más cortos y cuando experimentamos desempeños fallidos, no debemos esperar una vida para sustituir el liderazgo fracasado. De eso se trata la alternabilidad que nos arrebataron y anuló la soberanía popular. Un liderazgo que no lance consignas sino que vaya construyendo caminos mediante la experiencia.

La respuesta no se esconde en ideologías trasnochadas, hay que hacer la experiencia de la libertad, proclamando y respetando la voz de los otros que nos acompañan en el desafío para enfrentar el ecosistema criminal.

La fe en las convicciones inconmovibles se pone en camino y va sumando voluntades para recorrer juntos el camino de liberación. Estas son las clases de líderes que transforman nuestras vidas siguiendo la estrella de la verdad. En su actitud de búsqueda no se desaniman ni desfallecen por otras voces que responden a sus intereses personales. Insistimos en convertir en realidad nuestras convicciones para desterrar las tinieblas que nos tienen viviendo una vida con muchos límites. Es la hora de un liderazgo de calidad.

¡Libertad para Javier Tarazona. No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!