Como se sabe, el inventor de la dinamita y benefactor de los premios Nobel tuvo la poesía como devoción secreta. Deleite que adquirió durante las casi tres décadas que pasó en la Rusia de Nicolás I y Alejandro III, en una casa de San Petersburgo, donde aprendió cuatro lenguas modernas aparte del sueco. Solitario y fascinado por la poesía de Byron y Shelley, imitó a este último en sus modales caprichosos, su altruismo, pacifismo, radicalismo y fanatismo ateo. Muy joven compuso extensos poemas, que destruyó, sobre la soledad, la sed de amor, el significado de la existencia y el origen del universo, celebrando a Newton y las ciencias naturales. En esos años tradujo al sueco a Voltaire y leyó en Platón o Aristóteles.
Antes de morir dio a la imprenta una tragedia de agresiones incestuosas, torturas, adulterio, corrupción y venganzas, inspirada en la vida de Beatrice Cenci, quien fuera ejecutada en Roma en 1599. Un pastor de la embajada sueca hizo destruir la mayor parte de los ejemplares, salvando tres, intentando proteger la reputación del dinamitero. Nathan Söderblom, el censor, sería arzobispo y jefe de la iglesia sueca, y en 1930, mereció el Premio Nobel de Paz. El 10 de diciembre de 2005, cien años después de la muerte de Alfred, fue estrenada en Estocolmo en presencia de los reyes.
La arqueología literaria de cómo terminó Pablo Neruda recibiendo el Premio Nobel está cruzada de maquinaciones políticas, pasioncillas, trapisondas y malentendidos, que bien vale pespuntar.
Gabriela Mistral [Lucila Godoy Alcayaga] declaró que eligió el sobrenombre en honor de Gabrielle D´Annunzio y Frederic Mistral. D´Annunzio, príncipe de Montenevoso y duque de Gallese, fue un político decadente, apodado Il Vate, cuyas ideas influenciaron el fascismo y el nazismo. Un riquísimo poeta occitano que consumió su existencia resucitando la poesía de los trovadores, empresa que fracasó. Le dieron el Nobel con Echegaray, otro premiado que nadie recuerda.
Neruda [Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto], por el contrario, nunca quiso explicar el porqué de su alias. Las más recientes pesquisas concluyen que, a fin de ocultar a su padre que escribía poemas, en uno de los cuentos de Conan Doyle [Study in Scarlet] reeditado en Santiago como Un crimen extraño donde Holmes dice a su criado que deben ir a oír a la violinista Madame Norman Neruda, encontró el apellido. Con su seudónimo, Reyes Basoalto no pretendía, como Mistral, significar sus filias, sino apenas librarse de la ira paterna.
El libro que consagró a Mistral fue publicado en Nueva York bajo los auspicios de un profesor de español en la Universidad de Columbia, donde Gabriela fue a parar de la mano de Pedro Aguirre Cerda, ministro de Arturo Alessandri, y José Vasconcelos, secretario de Educación del general Alvaro Obregón, transformándole en una suerte de estandarte de sus campañas, cuyo objetivo era la “incorporación del indio a la vida mexicana” con una intensa cruzada educativa entre las clases bajas y los campesinos en perdidos pueblos, con ediciones baratas de los “clásicos” y conciertos al aire libre de música “culta”. Mistral había sido siempre maestra, y físicamente delataba ser una “natural” por sus ancestros Diaguita, [negados por ella al decirse heredera de castellanos y vascos], pueblos que hablaron el cacán, una variante del quechua, en los Valles de los Calchaquíes y el Norte Chico.
Desolación [1922] fue transformado, revisado y publicado por Federico de Onís, chozno de un diplomático que negoció con Monroe y Adams la cesión de algunos de los territorios españoles al este del Misisipi. Luego de haber profesado en la Universidad de Madrid, al finalizar la Primera Guerra Mundial fue contratado por Columbia para promover el español en las escuelas secundarias de Nueva York. De Onís contrató, a través de esos años, a polígrafos como Américo Castro, Arturo Uslar Pietri, Eugenio Florit, Germán Arciniegas o Luis Alberto Sánchez, y ciertamente dio prestigio a Dámaso Alonso, Federico García Lorca o León Felipe.
Una de las más favorecidas con su labor divulgadora fue Mistral. De Onís, que tenía “el olfato de un crítico profesional”, aceptó los encomios que de la señora hacían Arturo Torres Rioseco, Carlos Pellicer, Jaime Torres Bodet y Salvador Novo, todos, incluida Mistral, practicantes del llamado “otro sexo” entonces. Mistral se convirtió, a los ojos de Onís, en una suerte de arquetipo de la continuidad de la “verdadera” España, que subsistía en el mestizaje que ella representaba. Publicó su primer libro, la hizo arquetipo femenino de la poesía posmodernista, promovió, de lado de su protector Pedro Aguirre Cerda su Premio Nobel, en unas entreguerras donde ya se habían publicado las obras definitorias de los estilos de Bandeira [O Ritmo Dissoluto, 1924], Borges [Fervor de Buenos Aires, 1923], Meireles [Baladas para El-Rei, 1925], Drummond de Andrade [Brejo das Almas (1934)], Guillén [Sóngoro cosongo, 1931], Villaurrutia [Nocturnos, 1931], Neruda, Graciliano Ramos [Caetés, 1933] u Onetti [El pozo, 1939].
Como dijo Arturo Torres Rioseco, su “descubridor” en Estados Unidos, Mistral “era una mujer sencilla, señora de su casa, una buena mujer de un pueblo chileno que tuvo que conversar con hombres de ciencia, eruditos, reyes y filósofos, que ocultaba su constante humorismo para parecer intelectual”. Tanto, que ella misma rechazó el prólogo y las traducciones que de sus “poemas” había hecho Paul Valery, pagados con dinero público, por el entonces embajador de Chile en Francia, el futuro y feroz enemigo de Neruda, Gabriel Gonzalez Videla.
Neruda tenía veinte años cuando publicaron los Veinte poemas de amor y un canción desesperada, su libro más famoso y del que se han vendido millones de ejemplares. Aun cuando pueda afirmarse que no es su mayor libro de versos, es gracias a él, que su prestigio perdura a través de los años y sus poemas siguen conmoviendo a los lectores.
En plena Guerra Fría, Jaime Salinas, Carlos Barral y Jaime Gil de Biedma otorgaron en 1961 el Premio Formentor a Jorge Luis Borges, traduciendo su obra a doce lenguas europeas. Desde 1963, eso dice hoy la Academia Sueca, figuró Neruda como candidato y ese año compitió con Auden y Seferis, ganando este último, dando continuidad a las tradiciones conservadoras de la Academia, que sólo cambiaría de rumbo ideológico con el ingreso de Lundkvist [1968] y el ascenso al poder de los socialdemócratas suecos con Olof Palme, quien fuera Primer Ministro entre 1969-1976 y 1982-1986, cuando fue asesinado.
Los historiadores de los premios Nobel están de acuerdo con que al menos cinco de los concedidos a escritores de habla hispana, contaron con el concurso de Lundkvist: Neruda, Aleixandre, García Márquez, Cela y Paz. Partidario de la existencia de la Unión Soviética y de su partido único, fingiendo no ser comunista, decía ser partidario de una “Tercera Vía”, neutral ante las dos potencias. Pero hasta el final de sus días hizo parte de la Asociación de los pueblos de Suecia con la República Democrática Alemana; fue miembro del Comité de la Paz, una camarilla financiada por la URSS y en 1958 recibió el Lenin de la Paz.
Otra anécdota, donde intervienen Neruda, Lorca y Borges ilustra en parte ciertas actitudes de Borges respecto de aquellos y Lundkvist, que le había conocido en uno de sus viajes a Buenos Aires en los años posteriores al galardón de Mistral y a quien Borges detestaría tras saber que el chileno era protegido y traducido por el sueco.
El año [1933] de la visita de Lorca a Buenos Aires coincide con uno de los cargos diplomáticos de Neruda en Argentina y con un episodio entre estos y Borges. En sus memorias Neruda evocó un episodio en la quinta Don Torcuato, de Natalio Botana. Uruguayo hijo de terratenientes fundó en 1913 el diario sensacionalista Critica, donde escribirían Borges o Marechal, que en Adán Buenos Aires le condena al séptimo circulo, donde es el déspota de una rotativa cuyos rodillos devoran y aplastan los hombres hasta convertirlos en papel.
Dice Neruda que al final de la cena él y Federico dejaron el comedor y fueron hacia una piscina acompañados de una poetisa pelirroja que subiendo a un mirador Neruda comenzó a desvestir, pero al ver los ojos desmesurados de Federico le ordenó cuidar que nadie ascendiera, cosa que hizo, con tan mala suerte que rodó por los escalones y se lesionó un tobillo. Era Norah Lange, una lejana prima de Borges, de la que estuvo enamorado durante casi una década y que terminaría casada con Oliverio Girondo luego de numerosas aventuras, descritas por ella en dos de sus novelas.
Según Lundkvist fue en 1946, su primer viaje a Argentina, cuando conoció a Borges durante la muestra de un filme de Alf Sjöberg. “En aquella época, su prestigio estaba por los suelos, se hablaba de él como un borracho y un poeta fracasado”. Una película donde dos jóvenes campesinos que van a casarse son acusados, durante la edad de la fe, de causar una terrible peste en su pueblo. La joven es quemada vida y su amado ruega a Dios que intervenga antes que el demonio la lleve al infierno. Entonces Dios decide reunir la pareja en el cielo. “Me llevó –continua- por los viejos barrios de la ciudad, donde aún permanecía el ambiente de la milonga, del tango de las orquestas de bandoneón y de los duelos a cuchillo.” Volvieron a verse en 1964 en Estocolmo, siendo ya Borges famoso y ciego. Según María Ester Vasquez, durante un almuerzo, como Lundkvist intentara leerle uno de sus extensos poemas, luego de repetirle que no podía leer directamente por causa de la ceguera, se levantó y pidió ir al baño. Según Kodama, cuando Victoria Ocampo lo llevó hasta Buenos Aires en 1946, durante una cena, en San Isidro, puso a Borges al lado del sueco, que «con su tradicional apetito de gloria leyó a Borges uno de sus poemas y Borges le dijo que le parecía digno del inventor de la dinamita«. Además, un año antes, en 1945, en Sur había publicado Borges El Aleph, un cuento donde Neruda aparece como Carlos Argentino, cuya obra «se proponía versificar toda la redondez del planeta; en 1941 ya había despachado unas hectáreas del estado de Queensland, más de un kilómetro del curso del Ob, un gasómetro al norte de Veracruz, las principales casas de comercio de la parroquia de la Concepción, la quinta de Mariana Cambaceres de Alvear en la calle Once de Setiembre, en Belgrano, y un establecimiento de baños turcos no lejos de un acreditado acuario de Brighton.” El anuncio, sin duda, del Canto General.
No sabemos cuantas veces, antes de Lundkvist ser elegido miembro de la Academia Sueca, estuvo Neruda a punto de ser elegido. Pero si, que el poeta surrealista Gunnar Ekelöf se opuso ferozmente a su elección, aduciendo que era un poeta adorador de Stalin vinculado con el asesinato de Trotsky en México cuando ejercía funciones consulares. Al morir Ekelöf en 1968 y ser sucedido por Lundkvist, ocho años después, en 1971, siendo Neruda embajador de Allende en Paris, le fue concedido. “Neruda –dijo entonces la Academia, es decir Lundkvist, se refiere a su tierra, violada y oprimida desde los días de los conquistadores. Él mismo, vez tras vez, fue arrojado y perseguido, pero nunca se resignó. La comunidad de los oprimidos la hallamos en todas partes. Esto es lo que él ha buscado sin cesar, tornándose en el poeta de la humanidad violentada”.
Neruda recibió 88.000 dólares americanos de entonces por el premio. Y compró, sabiéndose ya enfermo de cáncer, una casa de campo a una hora y media de París, en Condé-sur-Iton, en la Normandía, resultado de la remodelación de las caballerizas del castillo del Duque Charles de Rohan, que llamó La Manquel. Al recibir el Nobel, Pablo terminó diciendo: “Hace hoy cien años exactos, un pobre y espléndido poeta, el más atroz de los desesperados, escribió esta profecía: A l’aurore, armés d’une ardente patience, nous entrerons aux splendides Villes.”
Murió el 23 de setiembre de 1973, doce días después del golpe de Pinochet. Su casa de Santiago fue saqueada, sus libros quemados y su sepelio, en el Cementerio Central, apenas fue acompañado por miembros del Partido Comunista y admiradores, que rodeados de soldados armados hasta los dientes oyeron los gritos de homenajes a él y Allende mientras entonaban La Internacional. «Aquí solo hay una cosa peligrosa para ustedes, la poesía«, dijo a los soldados que saquearon su casa de Isla Negra dos días después del infortunio.