OPINIÓN

Hace 50 años los petroleros venezolanos cambiamos el curso de la nacionalización

por Gustavo Coronel Gustavo Coronel

En homenaje a la memoria de quienes ya no están con nosotros y de renovada apreciación para quienes aún nos acompañan

Los petroleros en Miraflores

El 13 de febrero de 1974, a las 9:00 am, bajé al cafetín de la empresa Shell, en el edificio Mohedano, a tomar una taza de café con mis compañeros de trabajo Marcos Marín Marcano y Odoardo León Ponte. Durante esta breve reunión conversamos sobre la situación petrolera nacional y sobre el curso que estaban tomando los acontecimientos relacionados con la posible nacionalización petrolera. De particular interés para nosotros era ver cómo las discusiones públicas sobre este tema estaban totalmente en manos del sector político, el cual no mostraba una real comprensión de la complejidad del paso que se proyectaba dar. La opinión preponderante en aquel momento en el país era: (a) que el petróleo se vendía solo; (b) que la tecnología se podía comprar en el mercado abierto; (c) que las empresas concesionarias  debían ser excluidas de papel alguno posnacionalización y que no debían ser objeto de indemnización porque habían arruinado el ambiente; (d) que el control del petróleo requería su total y absoluto manejo directo; (e) que el Estado debía tener la propiedad total de la empresa o empresas petroleras (estatización vs nacionalización).

El país estaba bajo un clima de fervor nacionalista, estimulado por los sucesos ocurridos en el mundo árabe, donde Gadafi había puesto a Occidental Petroleum de rodillas y el precio del petróleo había sido unilateralmente incrementado por los gobiernos. Nosotros pensábamos que el país entero y, especialmente, el liderazgo político que tendría en sus manos la decisión final, debían conocer mejor las complejidades del proceso al cual se enfrentaría el país. En esa breve reunión decidimos elaborar un documento inicial que analizara el problema en sus varias facetas: los intereses de la nación; los intereses de los partidos políticos; los intereses sindicales y de los empleados de la industria; los intereses de las empresas concesionarias y  los deseos y temores del venezolano promedio. Una vez elaborado el documento lo conversamos entre nosotros y decidimos convocar una reunión de empleados petroleros para discutir el tema. Para ello pusimos el dinero necesario entre nosotros y alquilamos un salón en el hotel Tamanaco, de unas 30 personas de capacidad, convocando una reunión para las 8:00 pm del día 27 de marzo de 1974 (luego recuperaríamos el dinero con las contribuciones de otros petroleros).

A las 7:00 pm de esa noche teníamos más de 250 compañeros de trabajo esperando el inicio de la reunión. El dueño del hotel, Rafael Tudela, se dio cuenta de la situación y de manera muy generosa nos abrió el Gran Salón, sin costo adicional alguno. Esa noche nació la Agrupación de Orientación Petrolera, Agropet, integrada por gerentes y técnicos petroleros venezolanos, la cual inició una intensa participación en el debate que duraría casi dos años, tanto en el seno del tercer congreso petrolero celebrado ese año, como en las reuniones de los colegios profesionales, en los debates y conferencias llevadas a cabo por la sociedad civil venezolana y en las páginas de la prensa, especialmente la revista Resumen.

El III Congreso Venezolano del Petróleo, en junio de 1974, fue escenario de una dura batalla. Fui el secretario de organización de ese evento. Rafael Sandrea era el presidente y Arévalo Reyes, Alberto Quirós, José Gregorio Páez, Rubén Chaparro Rojas, Romer Boscán, Gerardo Acosta y Jesús Gómez Carpio integraron el comité organizador. La ponencia principal “Alternativas para el manejo futuro de los hidrocarburos” fue elaborada por el suscrito y David Bain. Esta ponencia tuvo apenas un valor académico, porque el presidente Pérez nos dijo, en su discurso de clausura, que ya la decisión sobre la estatificación de la industria petrolera estaba ya tomada.

El momento cumbre de  nuestra participación en el debate sobre la nacionalización fue la reunión en Miraflores, a la cual fuimos invitados por el presidente Carlos Andrés Pérez en enero de 1975, una invitación lograda por el ingeniero Carlos Rengifo. A esa reunión acudimos cerca de 400 empleados petroleros de todas las áreas del país y, en 2 horas y 17 minutos, le hicimos al presidente y su gabinete en pleno 11 presentaciones sobre los aspectos financieros, estratégicos, organizacionales, operacionales, comerciales y de recursos humanos relacionados con la nacionalización en ciernes.  Al final de estas presentaciones CAP dijo que se había sentido impresionado de nuestra precisión y disciplina y por oír de nosotros sobre muchos aspectos del proceso que no conocía hasta ese momento. Se rió abiertamente cuando yo, abriendo el ciclo de presentaciones, dije que las directivas de las empresas nacionalizadas nunca deberían incluir políticos de carrera.

En Miraflores

El impacto de esta reunión en el curso del debate sobre la nacionalización fue dramático y objeto de muchos ataques del mundo político. Nuestras observaciones y argumentos contribuyeron decisivamente a moldear las características finales del proceso de nacionalización en sus aspectos organizativos, financieros y tecnológicos, ofreciendo un claro contraste con la agresividad e ignorancia mostrada especialmente por el sector de la izquierda extrema.

Hoy, cincuenta años después de la aparición de Agropet, deseo rendirle homenaje a quienes participaron con entusiasmo y amor por la nación y por  la industria petrolera en el debate intenso que ocupó todo el año 1974 y buena parte de 1975. Sería imposible enumerar a todos los gerentes y técnicos petroleros que le dieron vida a Agropet, pues la organización llegó a tener más de 3.000 miembros en todo el país, más o menos distribuidos así:

Anzoátegui 100

Carabobo     30

Paraguaná   400

Monagas     120

Zulia          1.500

Zona Metropolitana 900

(Con mis excusas para quienes haya olvidado mencionar y les pido que me envíen sus nombres para agregarlos a esta lista)

Entre los petroleros que dieron sus aportes al documento inicial de Agropet recuerdo a Marcos Marín Marcano, Odoardo León Ponte, Omar Ferrer, Paco Barea, Conrado Araujo, Rafael Álvarez, Moisés Lapco, Pablo Reimpell, Rubén Chirinos, Juan Vicente Vera, Enrique Chirinos, Aquiles Fernández, Gonzalo Franceschi, Gorgias Garriga, Rafael Macías, Héctor Riquezes, Enrique Landaeta, Tiberio Faría. Luego de la primera reunión en el hotel Tamanaco, quienes fuimos nombrados directivos de la agrupación comenzamos a visitar los diferentes sitios de actividad petrolera. En Paraguaná encontramos una extraordinaria fuente de apoyo y entusiasmo en Polo Aguerrevere, Antonio Molina, Andrés Rezvéz, Edgar Jiménez, Rafael Strauss, Antonio Tepedino, Oscar Rodríguez, José Mur y muchos otros.  En Maracaibo se nos unieron Francisco Chacín, Dael Montiel, Rolando López, Francisco Santamaría, Adalberto Briñez y otros. En Lagunillas fue masiva la participación, entre otros Carlos Belfort, Enrique Chirinos, Pedro Pagazzani, Pedro Vegas, Douglas Parra, Luis Pellicer, Arnaldo Salazar, Ovidio Suárez, Demetrio Quintero, Ovidio Rodríguez.  En Morón recuerdo a Efraín Brown, Luis Cedeño, Agustín González, Eddie Scott, entre muchos otros. En Puerto La Cruz-Anaco a Nilo Giménez, Bernardo Jurado, Francisco García, Ricardo Paytuví.

Los directivos de las diferentes organizaciones regionales elegidos en asambleas incluyeron a Carlos Ramírez, Conrado Araujo, Roberto Mandini, Juan Piña, Oswaldo Amaya, Pedro Pablo Elías, Rubén Chirinos, Luis de la Cruz, Orlando Castillo, Ernesto Fronjosa, Juana Albornoz, Luciano Macupido, Carlos Scott., Fernando Escribens, Carlos Rico, Humberto Vidal, Antonio Álvarez, Adolfo París, Carlos A. Pérez, Mauricio Tedeschi, Diego Nucete, Raúl Miquilarena, Federico de Chene, Agustín Andrade, Eugenio de Bellard, Edmundo Cárdenas, Ramón Mantellini, Aunario Marín, Frank Aveledo, Rafael Pérez Álvarez.

En la prensa escribíamos Gustavo Nieto, Tiberio Faría, Roberto Mandini, Luis Mantellini, Carlos J. Ramírez, Oswaldo Amaya, Rafael Montero, Paco Barea, Carlos Rengifo, Gustavo Inciarte, Marcos Marín, Gustavo Coronel y muchos otros. La revista Resumen, de Jorge Olavarría, se convirtió en nuestro cuartel general.

Las reuniones, eventos y conferencias en los cuales nuestra opinión se hizo sentir, las presentaciones en universidades, organizaciones empresariales y profesionales, más las contribuciones escritas en la prensa,  representaron un aporte que moldeó decisivamente la fisonomía final del evento nacionalizador, el cual se acercó mucho a lo que nosotros propusimos. El modelo operacional y gerencial no fue el de la empresa única propuesto por el sector político, el cual había fracasado en la mayoría de las empresas petroleras estatizadas del planeta, sino la figura de una casa matriz coordinadora de empresas operadoras múltiples; se suscribieron convenios de tecnología y comercialización que le garantizaron a la nación  estabilidad en sus ingresos petroleros, se introdujo en la ley un artículo quinto que dejaba abierta la posibilidad de convenios futuros de asociación con las empresas privadas (un proviso que la misma izquierda que tanto lo combatió es la que más lo ha utilizado durante los años del chavismo). Debido a la respetable personalidad del general Rafael Alfonzo Ravard el sector político conservó un temor reverencial de la gerencia profesional, el cual protegió a Pdvsa de una inmediata politización. Esta llegaría inevitablemente a partir de la década de los ochenta, cuando se le quitó a Pdvsa su autosuficiencia financiera y sus directivos comenzaron a ser seleccionados con base en afinidades político-partidistas. Sin embargo, antes de que comenzara su franca declinación, entre los ochenta y los noventa, Pdvsa llegó a ser una empresa petrolera de nivel mundial y se ganó el respeto del mundo de la energía.

Agropet permaneció activa, en su labor orientadora y vigilante de los riesgos de politización de la industria hasta mediados de 1980, cuando consideró que su misión había terminado.

Queridos colegas de la industria petrolera azul, ahora Gente del Petróleo:

Lo que comenzó con una taza de café compartida por tres empleados de modesto nivel medio en una de las empresas petroleras concesionarias, se convirtió – gracias a la iniciativa de  los gerentes y técnicos petroleros-  en un formidable instrumento de opinión, hermoso ejemplo de democracia en acción.