OPINIÓN

¿Habrá una tercera guerra mundial?

por Francisco Bustos Serrano Francisco Bustos Serrano

Foto AFP

Hablar hace un año de una tercera guerra mundial parecía totalmente descabellado. Sin embargo, los acontecimientos sucedidos en Ucrania recientemente han devuelto la preocupación al mundo entero, al haber subido las probabilidades de un conflicto así.

Se dice que la historia se repite, y desde luego los acontecimientos se suceden de manera parecida cada cierto tiempo. Sin embargo, no se debe pensar que lo ocurrido en el pasado deba volver a ocurrir, sino que se debe aprender de dichas experiencias pasadas.

La Primera Guerra Mundial en un principio se la llamó la Gran Guerra. Pero se le cambió de nombre al acontecer la Segunda Guerra Mundial, pues esta fue más grande que la anterior.

Desde luego que lo que llevó a la Segunda Guerra Mundial fue la figura de Hitler y su régimen nazi con su política expansionista militar. Pero no se pueden obviar las razones económicas que había detrás, como fue la hiperinflación alemana de la República de Weimar, que hizo llegar al poder al Partido Nazi.

Del mismo modo, la Gran Depresión en Estados Unidos había dejado al país en una situación económica muy difícil, que había provocado un enfrentamiento económico entre los países a nivel internacional, y cuyas consecuencias no desaparecieron hasta que llegó la Segunda Guerra Mundial y su economía de guerra.

Decir que la crisis del 29 provocó la Segunda Guerra Mundial es probablemente ir demasiado lejos, pero que influyó en que esta se produjera es sin duda cierto. La Gran Depresión del 29 fue una crisis sistémica, que hizo que la economía mundial entrase en una fase de estancamiento, de la que solo una guerra, con su capacidad de destrucción, puede conseguir iniciar una fase de crecimiento, que es lo que ocurrió tras la Segunda Guerra Mundial.

La crisis de 2008, y la gran recesión que la siguió, fue también una crisis sistémica. El presidente de la FED (banco central norteamericano) en el momento, Ben Bernanke, era experto en la Gran Depresión del 29, no por casualidad, sino porque seguramente siguió políticas para evitar las consecuencias que tuvo la crisis anterior.

En 2008 los países afrontaron la crisis de una manera coordinada y se consiguió evitar una parálisis del sistema. Sin embargo, aparte de la recesión que siguió, dejó a los bancos centrales en una situación complicada, con tipos de interés cercanos a cero y con políticas de compras de activos financieros, que dejaron la economía en una situación monetaria no convencional.

De ahí surgió la idea del tapering, o retirada de los estímulos monetarios, para volver a una economía “normal”, teniendo cuidado de que la economía no sufriera por ello.

Varias crisis han llegado actualmente a la vez (crisis de energía, crisis por la salida de la pandemia, crisis por la guerra de Ucrania) que trajeron la inflación, que a su vez obligará a los bancos centrales a realizar un “tapering a la fuerza”.

No se sabe que puede ocurrir con la economía en una situación como la actual, ya que a la crisis no resuelta de 2008 se suman las nuevas crisis.

Ante circunstancias como las actuales pueden surgir situaciones como la ucraniana donde dirigentes, por razones geopolíticas, provocan una guerra que puede buscar alterar el orden actual y reiniciar el ciclo de crecimiento de la economía.

Es interesante ver lo que pasó en el pasado. En la Alemania nazi, Goebbels diseñó una campaña de propaganda, basada en el lema “Total Krieg, Kurzer Krieg” (Guerra total, guerra más corta), para convencer a los alemanes de que era conveniente iniciar la guerra en el frente ruso, argumentando que se terminaría antes la guerra.

Las técnicas de propaganda siguen vigentes, y, de manera convincente, muchos dirigentes convencen a sus ciudadanos de la necesidad de la guerra, cuando en realidad es difícil de imaginar una población que en su sano juicio apoye una guerra con las consecuencias de destrucción y terror que conlleva.

En definitiva, ojalá las tensiones económicas se solucionen con las políticas económicas coordinadas de los gobiernos y los bancos centrales. Y que situaciones adversas económicas no arrastren a ciertos dirigentes a iniciar guerras que busquen solucionar problemas a través de la destrucción y el horror.

En cualquier caso, es la población la que se debe oponer a este tipo de decisiones, demostrando que no se deben repetir los errores del pasado y que, con los años, la sociedad es más madura y está más preparada para tomar las decisiones adecuadas.