Dedico este artículo, gracias a El Nacional, a la doctora Elizabeth Valarino, psicóloga, profesora universitaria y escritora venezolana, cuya magnífica trayectoria profesional es ejemplo para nuestras generaciones por venir ¡en la bella Venezuela que renacerá!
Reflexionando sobre la responsabilidad de lo que decimos, y escribimos, me tropezaba con el reciente episodio de unas más que desafortunadas tristes palabras de un ex candidato presidencial venezolano sobre María Corina Machado. No me prestaré a dar más atención a tal asunto. Entre otras razones, no lo atenderé como debate político por respeto a nuestra tragedia venezolana, que es de dimensión tan dantesca que no merece la pena dedicar demasiadas energías a tal punto. Quiero sí alertar al respecto. Preciso dejar sentado, categóricamente, que nada me es más conmovedor en este mundo que la mujer madre, compañera, hermana, amiga, pareja. Además de compañera, la mujer es inspiración de lucha. Del pensar y anhelar juntos, que no es lo mismo que pensar igual. La mujer sabe actuar en bien de sus propios hijos como nadie igual, pero tiene el coraje y el amor suficiente para sacrificar el tiempo precioso de su vida junto a ellos para luchar en coadyuvar en la superación de los gravísimos problemas de nuestra nación, de nuestra familia venezolana, y de nuestros muchachos, ¡nuestros hijos de todos!
La salud emocional, o salud mental, es un factor clave que hay que cuidar en estos días que estamos viviendo. Graves tensiones en muchos escenarios de confrontación nacional y mundial exigen ponderación y precisión a la hora de las actuaciones de dirigentes y de los ciudadanos todos. Sin titubeos los líderes deben ser responsables y valientes a la vez. Lo que no se resuelve a tiempo muchas veces trae peores consecuencias y dolores; como se ha constado nuevamente en nuestra tragedia de Venezuela.
Qué clase de comunicación queremos establecer para resolver nuestros problemas del día a día; y qué palabras, dichas o escritas, son necesarias para ir más allá de la retórica y atacar efectivamente nuestros problemas trascendentales. Esos que emanan y discurren como aguas contaminadas en nuestro hábitat , y a las que hay que canalizar y purificar para que puedan regar sanamente semillas de la renovación y el progreso humano de nuestras sociedades: libertad, salud integral, justicia y democracia.
Dialogar no es hablar por hablar. ¡No es cierto que siempre se pueden resolver todos los problemas dialogando! Cuatro millones y medio de venezolanas y venezolanos no pudieron seguir intentando, o esperando un diálogo infructífero con el actual narcorrégimen.
Las tiranías tienen por naturaleza aceptar su derrota solo por la vía del uso de una fuerza superior que las obliga a retirarse. En nuestro caso será la legítima defensa de una nación unida a naciones hermanas en contra de los secuestradores. La tendencia fanática de un conjunto de tiranos de creerse depositarios del especial derecho de gobernar a un pueblo hasta que les parezca, aun en contra de su manifiesta voluntad, demostrada en rebeldía , en éxodos masivos de millones de sus ciudadanos y del sufrimiento inacabado hasta la misma muerte de cientos de miles. Tiranía al fin no deja margen o mejor opción que la lucha de todo un pueblo organizado y que en resistencia arme su Ejército Libertador, o que se asuma este, como es su deber, ¡en Ejército Libertador, cívico-militar, hasta vencer al opresor, por todos los medios que se pueda procurar a su alcance.
Escribir por escribir, al igual que el hablar por hablar, no deja ninguna orientación clara que guíe o canalice el torrente libertario de cualquier nación hacia su objetivo supremo: la libertad, la justicia y el progreso. Por ello es mi deber escribir para ustedes, con ustedes y entre ustedes, expresándoles de modo inequívoco y preciso mi amor por ustedes, que son mi patria, y mi compromiso de esfuerzo en tal sentido. ¡Ese es el objetivo inalterable por el que llamamos a la unión y a la organización!
Las realidades históricas y geopolíticas marcan en estos tiempos una compleja agenda americana de lucha. Llena de luz, frente a los lugares oscuros y pestilentes de supuestas componendas con criminales para la impunidad sobre la que aspiran sostenerse. ¡Compartir el poder del Estado democrático con dichos criminales es inaceptable! No sería un verdadero Estado democrático. Ello les permitirá seguir subyugándonos con sus chantajes, actos terroristas cobardes, y mafias del narcotráfico y el narcolavado que niegan nuestros valores de libertad y de amor al prójimo como a nosotros mismos. Por nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos y conciudadanos. Nuestra nación ha demostrado estar dispuesta a la lucha hasta vencer y expulsar del poder a la narcotiranía para restablecer el Estado de Derecho y construir una nueva, mayor y mejor democracia en Venezuela. Todo nuestro subcontinente americano deberá comprometerse de alguna u otra forma. «Muera la tiranía. Viva la libertad».
catedrainternacionallibertad@
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