“No puedo cambiar la dirección del viento, pero puedo ajustar mis velas para llegar siempre a mi destino”. Jimmy Dean
¡18 años presos! ¡Sin beneficios procesales! ¡Vapuleados en su dignidad! Las exclamaciones abundan tratándose del caso de los Guevara, tres ciudadanos, Rolando, Otoniel y Juan Bautista, inmersos en una parodia procesal que opacará la historia de la administración de justicia venezolana hasta el día en que se les repare todo el daño causado, no sólo a ellos, sino también a sus familiares, en especial a sus hijos, y a la sociedad venezolana, pues nos han obligado a todos a presenciar, sin que valga reclamo alguno, tan aberrante y humillante escarnio en carne viva, por lo injusto y atroz del encarcelamiento en que los tienen desde noviembre de 2004.
Rolando Guevara, esposo de la doctora Jackeline Sandoval, directora ejecutiva de Fundepro, todos los años por esta época nos hace llegar una carta con sus reflexiones sobre las duras e injustificadas circunstancias que los han obligado vivir junto a sus familiares, en esta oportunidad, con una magistral metáfora nos ilustra la infamia, innegable e inocultable.
Habla Rolando
«Hoy mi prisión, mi secuestro, cumple la mayoría de edad. Un cumpleaños que nadie quiere celebrar ya que es una fecha que no quisiera recordar debido a que hace 18 años fui desaparecido por 72 horas, atado de pies y manos y mis ojos tapados. Sometido a torturas, tratos crueles e inhumanos donde me colocaban bolsas en el rostro provocándome asfixia mientras otra persona se sentaba en mi espalda, lo que no me permitía responder a las preguntas que me hacían debido al peso de esa persona que me comprimía el pecho y no me dejaba respirar.
Sentía ardor en mis pulmones a la vez que se escuchaba la presencia de un grupo de sujetos que al parecer disfrutaban lo que observaban, ya que la tortura la basaron en dos o tres preguntas sobre si conocía a unas personas. Luego me mantuvieron tres días en la parte trasera de una camioneta Nissan modelo Terrano, color azul, a gasoil, rodando por Caracas y luego me llevaron hacia el interior del país dejándome abandonado en el estado Cojedes.
Fui «liberado» y «rescatado» según actas elaboradas por el GAES (GNB) adscrito al regional número 2, estado Carabobo, al mando del general Hernández Perdomo, pero luego fuimos llevados bajo engaño por el fiscal Yoraco Bauza desde Valencia hasta Caracas, donde fuimos ingresados a la Disip, en El Helicoide, siendo entrevistado por dos señoras muy mayores supuestamente fiscales de derechos fundamentales y quienes luego resultaron ser dos de los cinco fiscales que nos estaban acusando en el juicio.
Fuimos presentados en un tribunal de control con las actas elaboradas por los guardias nacionales del GAES Carabobo, las cuales fueron desechadas por el juez de control y quien procedió a privarnos de libertad sin un testimonio, sin una evidencia que nos relacione con el caso y de paso «subsanó» (según sus palabras) lo hecho por la Guardia Nacional y procediendo a privarnos ilegítimamente de la libertad.
Solicitamos al Ministerio Público ciertas diligencias como manda la ley para demostrar nuestra inocencia, pero hicieron caso omiso y aún así ninguno de los 140 elementos de convicción presentados por los 5 fiscales nos vinculaba a tal investigación.
Nos llamaron para elegir en un juicio con o sin escabinos optando por la primera opción, pero a los días nos fue notificado que el juicio iría SIN escabinos porque no eran ubicables.
Son 18 años durante los cuales mis hijos aprobaron la primaria, secundaria y ya uno se licenció en la universidad y el segundo cursa estudios universitarios. Hijos a quienes veo 24 veces en un año al igual que a mi esposa, pues son las únicas visitas que se me permiten. Hijos que gracias a Dios han crecido sin complejos ni resentimientos, hombres dignos, honestos y respetuosos gracias a la formación por parte de una madre dedicada y sus abuelos (ya han fallecido 3) que ayudaron a que sean buenos ciudadanos.
Mis hijos me han hecho ver estos 18 años apartado de ellos cómo transcurre el tiempo cada vez que vienen a la visita por sus cambios físicos, por su madurez intelectual y por el amor y cariño que me demuestran. Mi esposa en estos 18 años se mantiene activa preparándose constantemente y llevando nuestro caso a las instancias internacionales, de donde ya hemos recibido dos decisiones a nuestro favor porque el Estado venezolano no ha podido demostrar nuestra participación en el hecho por el cual ya hemos pagado más de la mitad de la pena impuesta (27 años 9 meses) y se nos siguen negando los beneficios procesales que otorga la ley, lo que nos hace pensar que estamos siendo sometidos a una cadena perpetua o pena de muerte si llegara a ocurrir, pues en condiciones normales y según la reforma de ley del año 2013 toda persona al cumplir la mitad de la pena a que fue sometido gozará de los beneficios que otorga la ley.
En estos 18 años muchos emitieron opinión sobre el proceso amañado del cual fuimos objeto, pero ninguno de los que opinan y teniendo el poder han sido capaces de leer dicho expediente en compañía de un abogado de verdad y que le explique con qué pruebas nos mantienen a nosotros detenidos. Recuerden que la verdad es hija del tiempo, no de la autoridad.
Médicamente me fue diagnosticado en el año 2016 una calcificación con obstrucción cardíaca, la cual es una bomba de tiempo porque no se le hace un seguimiento profesional.
Son 18 años en los que lo único que me motiva a seguir soportando esta privación ilegítima de libertad es mi esposa, que lleva 18 años luchando y tratando de hacer que se cumpla la ley y unos hijos que en el futuro cercano serán parte de la transformación necesaria que le hace falta a este país.
«El problema no es que pase, sino que dejemos que siga pasando».
Rolando Guevara Pérez, prisionero político desde el año 2004.
18 años
216 meses
6.696 días
160.704 horas».
Rolando patentiza esa realidad que a todos nos avergüenza, que a todos nos lacera y conmueve, por más que se le quiera ocultar e ignorar, por más que tirios y troyanos la manejen en la senda de la posverdad, en espacios como los del mentado diálogo de México. En medio de circunstancias terribles, Rolando nos deja una gran enseñanza al realzar a su familia, particularmente a su esposa Jackeline Sandoval, como ejemplo de fortaleza, de lucha, y sus hijos como factor de la transformación del país, y, lo más importante, que son su principal motivación para soportar la privación ilegítima de libertad que, como dice Rolando, llegó a su mayoría de edad, y al hacerlo, refleja su ignominia.
@robertveraz