OPINIÓN

Había una vez

por Alfredo Cedeño Alfredo Cedeño

 

…cuando el faro que iluminaba la vida de la vanguardia contestataria era el bienestar de los obreros, el sublime proletariado. Era el desiderátum, el no va más que dicen, de los revolucionarios, de esos que se proclamaban, altaneros y pretenciosos, como de izquierda. Yo mismo caté, hasta el hartazgo, de esa botella.

Considero pertinente explicar que tanto ese epíteto, así como “derecha”, en lo que toca a lo político y social, nacieron en 1789 durante la Revolución francesa.  En medio del zipizape característico de aquellos días la Asamblea Nacional dio paso a la Asamblea Nacional Constituyente, que fue proclamada el 9 de julio de 1789. Afirma el historiador estadounidense Timothy Tackett, especializado en la Revolución francesa, que había un total de 1.177 diputados a mediados de julio de 1789; de los cuales 295 eran parte del clero, 278 de la nobleza y 604 del llamado Tercer Estado. 

Al comenzar las reuniones de ese cuerpo legislativo los diputados se distribuyeron en el salón de actos de acuerdo con sus posiciones políticas. Aquellos que apoyaban cambios radicales, entiéndase la creación de una república, igualdad social, y eliminación de los privilegios de la nobleza y el clero, entre otras cosas, se ubicaron a la siniestra del presidente. Estos se denominaron “de izquierda”.

A la diestra del que encabezaba el organismo se instalaron los que apoyaban la monarquía y defendían el mantenimiento del antiguo régimen, con una estructura social jerárquica y plena de privilegios para la nobleza y el clero. Fue así como pasaron a ser etiquetados bajo el nominativo de “la derecha”. 

Fueron los comienzos de la Revolución francesa, proceso que terminó hasta con el propio Maximilien Robespierre, quien era el rey del Merecumbé a ritmo de cancán, el 10 de Termidor del año II, entiéndase: el 28 de julio de 1794.  Sin olvidar que antes, el 21 de enero de 1793, el rey Luis XVI cató con su pescuezo una guillotina; y 9 meses más tarde, el 16 de octubre, le tocó a la reina María Antonieta, nacida en Austria y hermana del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, José II.

Para abreviar, y volviendo al comienzo de la mentada Asamblea Nacional Constituyente gala, fue así como dichos vocablos se convirtieron en las etiquetas por antonomasia para lo político. Si usted es liberal en términos económicos, que está de acuerdo con que las leyes sean acatadas, y se considera un conservador, entonces en su frente será estampada la palabra DERECHA. Y de ese sambenito no lo salva ni Cristo resucitado al tercer día.

Por el contrario, si más bien es “progresista”, clama por los cambios sociales, exige paridad económica y social, exige la destrucción del aparato industrial, se declara apóstol de la lucha contra el cambio climático, se dedica con pujo a destruir el andamiaje cultural occidental y se abre de piernas ante el islamismo distorsionado y salvaje de unos asnos empoderados, entonces se le estampará en la frente y, salva sea la parte, hasta en las nalgas IZQUIERDA.

La metamorfosis, digna de Kafka, es de órdago. Ya el proletariado no es el epítome de las gestas revolucionarias. Es así como vemos a los más radicales zurdos imprecando a los cielos cuando, por ejemplo, les niegan la ansiada visa de turista a Estados Unidos. Por eso es que vemos como el más reclamado centro de peregrinación de los zarrapastrosos a los parques de Disney. Ni de vaina organizan una romería para ir al mausoleo de Fidel, o al de Lenin. ¿Por qué no van a visitar la tumba de Mao, o de Ho Chi Minh? ¡¡Es que ni a la de Marx en el propio Londres suelen ir!!

No debe sorprendernos que una de estas noches veamos a la primera combatiente anunciando por el canal del Estado algo así como: “Camaradas y camarados, es hora de que unamos nuestros esfuerzos para exigir que los viles imperialistas no sigan imponiéndonos trabas consulares para… (en ese momento se le zafa la prótesis dental, se la pone en su sitio, y prosigue) poder disfrutar de los parques de solaz y esparcimiento al que todos los trabajadores debemos tener acceso. No es posible que nuestras ilusiones… (nueva salida de dientes y consecuente acomodo) sean secuestradas de esta manera por las fuerzas del mal. ¡Haraganes del mundo uníos o nos harán trabajar sin descanso!”.

Peores cosas hemos visto, todo en aras de la soberanía revolucionaria. Si tiene dudas pregúntele al zángano Pedro Sánchez en España, o al rimbombante bigote bailarín que deambula por Miraflores algunas tardes.  

© Alfredo Cedeño  

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