Las proyecciones del Fondo Monetario Internacional apuntan a que la reducción del PIB en Venezuela en 2019 fue de 35%, con lo que en los últimos 6 años habrá caído 66%, una debacle equiparable a la sufrida por países en guerra y la mayor crisis en la historia contemporánea de América Latina. Distintas entidades prevén que para 2020 se produzca una reducción de 10%.
En un período similar se ha producido la salida de más de 4 millones de venezolanos del país. Ambos hechos están, sin duda, relacionados. La crisis económica hace que se produzca este éxodo, pero la emigración de tal número de personas también hace que la crisis económica sea mayor, pues quedan vacíos puestos de trabajo esenciales para la economía.
En cierto modo, es un círculo vicioso que solo acabará cuando parte de la población que haya emigrado retorne al país. En numerosos casos este retorno no se producirá, porque debido a la alta cualificación de muchos de los trabajadores venezolanos, las condiciones de vida serán más prósperas en los países de destino. Sin embargo, para que esta vuelta sea una realidad debe haber un mínimo de estabilidad económica en Venezuela.
El primer frente que hay que controlar es el de la hiperinflación. Para hacerlo se está aplicando de facto una política de dolarización de la economía. Casi la mitad de la población tiene ingresos en la divisa estadounidense, en parte por las remesas enviadas por la población emigrante. Esta dolarización, sin embargo, genera una doble economía, la de los que tienen acceso a dólares y la de los que no. Siendo injusta esta consecuencia, sí se consigue que el desabastecimiento disminuya y también la hiperinflación.
La puesta en orden de las finanzas del Estado sería un segundo punto a tener en cuenta. Es difícil de saber cuánto debe Venezuela porque las autoridades no dan información, pero hay estimaciones de que esta supuso 161,8% del PIB en 2018. Negociar una quita o un retraso del pago de la deuda con los acreedores parece fundamental para dar un cierto alivio a la economía venezolana. Del mismo modo, y para asegurar a los acreedores el pago de la misma, el déficit fiscal, que se calcula en 20% del PIB de acuerdo con consultoras privadas, debe ser reducido.
En cualquier caso, para que Venezuela tenga las condiciones necesarias para que se produzca el retorno de sus emigrantes, es imprescindible la estabilidad política. La oposición reclama unas elecciones libres donde los venezolanos elijan a sus gobernantes. Los seguidores de Maduro, sin embargo, utilizan todas las mañas posibles para evitar que esto sea así.
Solo con una alternancia en el poder se pueden crear las condiciones suficientes para una estabilidad económica que redunde en el bienestar de los ciudadanos. Esto implica la celebración de elecciones libres, pero para que el chavismo acepte esta situación, es necesario también que no exista un espíritu de revancha y que se garantice la actividad política de los mismos en la oposición, caso de perder las elecciones.
Se estima que el aparato productivo de Venezuela trabaja a 22% de su capacidad. Son malas noticias, pero también reflejan el potencial de recuperación que tiene el país.