OPINIÓN

Gustavo Petro, nuevo presidente de Colombia carece de mandato para aplicar una agenda radical

por Marco Vicenzino Marco Vicenzino
con Colombia

Foto: AFP

Como primer presidente de izquierdas de Colombia, la histórica victoria de Gustavo Petro ha dado un claro vuelco a la política colombiana y continúa el giro general de América Latina hacia la izquierda, especialmente en dirección populista.

Sin embargo, Petro no tendrá mayoría en el Congreso de Colombia, ya que su coalición de izquierdas, el Pacto Histórico, sólo cuenta con 15% de los escaños en ambas cámaras.

Esto complicará sin duda su capacidad para llevar a cabo una agenda más radical.

En su tercer intento de llegar a la presidencia, Petro ganó con 50,48%. De los 39 millones de colombianos con derecho a voto, 21,6 millones votaron en las elecciones presidenciales, lo que supone una participación de 58,1%. Aunque se trata de la participación más alta en más de 20 años, la abstención en las elecciones presidenciales se ha mantenido por encima del 40% desde 1990. El resultado es que casi dos tercios de los votantes colombianos con derecho a voto no votaron por Petro.  En esencia, la victoria de Petro, numéricamente hablando, no equivale a un mandato popular.

Esto subraya la necesidad de que Petro evite extralimitarse como presidente, moderando sus políticas, desplazándose hacia el centro y renunciando a sus propuestas más radicales. Al acercarse, en los hechos y no sólo de palabra, a la oposición, la presidencia de Petro podría desafiar las expectativas de sus críticos más acérrimos, lo que en última instancia beneficiaría a Colombia y sería un ejemplo para la región en general.

Si Petro decide llevar a cabo sus propuestas políticas más radicales y alienar a sus oponentes, incluidos amplios sectores de la sociedad colombiana, su presidencia resultará polarizadora y potencialmente desastrosa para Colombia, y más allá. El resultado sería un estancamiento político y económico y posiblemente amenazaría la capacidad de Petro de completar un mandato presidencial completo.

Como servidor público –además de senador fue alcalde de Bogotá-, Petro ha desarrollado una reputación de arrogancia y desprecio. Evidentemente, esto no es un buen augurio para un acercamiento eficaz a los opositores políticos en la legislatura colombiana. Además, la agenda de Petro podría encontrar desafíos adicionales por parte del Poder Judicial tradicionalmente independiente de Colombia.

Petro procede claramente de la extrema izquierda del espectro político. Sus partidarios lo consideran un progresista y destacan sus credenciales democráticas y su servicio como senador electo y alcalde de la capital colombiana.

Triunfo deja profunda preocupación

Sin embargo, los críticos de Petro señalan su pasado como guerrillero urbano comprometido con el derrocamiento violento de gobiernos elegidos democráticamente. Destacan que su populismo político representa fundamentalmente una amenaza directa para las instituciones y el sistema democrático de Colombia. Existe una profunda preocupación de que Petro lleve a Colombia por el desastroso camino del chavismo en la vecina Venezuela.

Para garantizar una presidencia productiva de cuatro años y un solo mandato, tal como establece la ley colombiana, Petro debe estar a la altura de las circunstancias y elevarse por encima de la contienda política, no por elección sino por necesidad.

Las realidades del poder ejecutivo deben dar a Petro un impacto aleccionador. Debe evitar un enfoque arrogante del liderazgo nacional. Es crucial que Petro no subestime la magnitud de las tareas que tiene por delante y las responsabilidades de gobernar una nación muy diversa de 50 millones de personas.

Como tercera nación más poblada de América Latina, Colombia es también la economía de más rápido crecimiento y la cuarta más grande de la región. Los inversores extranjeros siguen muy preocupados por la agenda radical de Petro. A pesar de felicitar oficialmente a Petro, Estados Unidos teme su victoria y las implicaciones para Colombia, el aliado más importante de Estados Unidos en América Latina durante décadas.

Públicamente, Petro ha prometido cambios en las relaciones entre Estados Unidos y Colombia, incluida la renegociación de un acuerdo de libre comercio y nuevas formas de combatir el narcotráfico. Además, la voluntad de Petro de reanudar las relaciones diplomáticas con Venezuela ha hecho saltar las alarmas, sobre todo porque muchos ataques armados violentos y otras formas de inestabilidad en Colombia han emanado de suelo venezolano.

Todas las partes preocupadas por el futuro de Colombia, tanto en el país como en el extranjero, esperan con cautela lo que ocurra antes, durante y después de la toma de posesión de Petro el 7 de agosto. Lo que ocurra en Colombia repercutirá inevitablemente en el curso futuro de la región en general, y más allá.

Petro debe decidir si sigue el camino de un gobierno responsable dentro de los límites de las instituciones de poder de la nación o toma un rumbo más populista.

Es decir, operar en la periferia de los límites constitucionales, o potencialmente más allá, lo que podría desatar una reacción fuerte. El poder legislativo y el poder judicial de Colombia estarán atentos a la situación en todo momento, al igual que el estamento militar y de seguridad de la nación.

En cuanto a América Latina, la victoria de Petro en Colombia ha acelerado el desplazamiento más amplio de la región hacia la izquierda, especialmente tras las victorias de la izquierda en Perú, Chile y Honduras en 2021.  La excepción general fue Ecuador, aunque el futuro de su presidente de centro-derecha, Guillermo Lasso, está amenazado por protestas públicas masivas.

Este giro regional hacia la izquierda se consolidaría si el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva vuelve al poder en las elecciones nacionales de Brasil de octubre de 2022.  Según las encuestas actuales, está en camino. Sin embargo, de aquí a entonces todo es posible en el contexto de extrema volatilidad que domina la política a nivel mundial.