Según un informe publicado por el diario El Tiempo, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, está promoviendo un “gobierno de cohabitación” entre la oposición venezolana y el régimen del dictador Nicolás Maduro, para lo cual está buscando el apoyo de Cuba, Rusia y China.
Ese acuerdo consiste, esencialmente, en que “de aquí al 2031 oficialismo y oposición compartan el poder con tres años para cada uno y en seis años haya elecciones transparentes. Todo esto condicionado al levantamiento de sanciones contra Venezuela”.
Se trata de un proyecto absurdo, puesto que, primero, Maduro perdió las elecciones del pasado 28 de julio y, por tanto, no tiene ningún derecho a seguir gobernando; segundo, un sistema de ese tipo sería ilegal, porque no está contemplado en la Constitución venezolana; y tercero, nadie en su sano juicio puede pensar que un régimen criminal como el de Maduro cumplirá con tal acuerdo.
El verdadero objetivo de esta propuesta es oxigenar a Maduro, para que este consolide su régimen de terror, a través de la persecución de la oposición, el encarcelamiento de adversarios, y la tortura de civiles y militares disidentes, como lo ha documentado detalladamente la Misión de Determinación de los Hechos sobre Venezuela, establecida por la ONU.
Como he explicado en anteriores artículos, Petro no es un mediador neutral, sino un colaborador de Maduro, porque, como lo ha denunciado el expresidente colombiano Andrés Pastrana, Petro es el “caballo de Troya del narcotráfico colombiano”, mientras que Maduro es el jefe del Cartel de los Soles de Venezuela.
La comunidad internacional debe bloquear la iniciativa de Petro, puesto que con ella lograría fortalecer al principal aliado del terrorismo islámico en América Latina. En efecto, Maduro no es solamente un enemigo declarado de Israel, como también lo es Petro, sino un compañero de lucha de Hamás y de Hezbolá.
En septiembre pasado, Maduro manifestó públicamente su solidaridad con el Hezbolá, luego de que fuera dado de baja su líder, Hassan Nasrallah. “Quiero expresar, a nombre del bloque histórico revolucionario de las fuerzas bolivarianas de Venezuela, la solidaridad con Hezbolá, con su familia, con el pueblo del Líbano”, dijo.
De acuerdo con un informe publicado por el portal First Post, los vínculos de Hezbolá con Venezuela incluyen la relación con el narcotráfico, a través de miembros del gobierno y militares venezolanos implicados en el tráfico de drogas. “El grupo actúa como intermediario, ayudando a transportar grandes cantidades de cocaína desde Venezuela a África Occidental y Europa. Se trata de una ruta clave para el flujo de drogas hacia Europa y afecta al negocio principal de la delincuencia organizada europea”.
Por esas razones, Estados Unidos y Europa deben hacer respetar los resultados de las elecciones del 28 de julio. Como consecuencia, la situación de América Latina mejoraría notablemente, por el impacto regional que tendría un cambio en Venezuela, sobre todo considerando la situación de extrema debilidad en la que se encuentran los miembros Foro de Sao Paulo.
El presidente de Brasil, Lula da Silva, recibió una paliza en las elecciones municipales del pasado 7 de octubre. El expresidente de Bolivia, Evo Morales, está siendo acusado de violar y embarazar a una menor de edad. Recientemente han salido a la luz pruebas de los nexos del narcotráfico con la familia de Xiomara Castro, presidente de Honduras. Y Gustavo Petro está siendo investigado por haber recibido financiamiento del narcotráfico para su campaña electoral.
Un primer paso para lograr un cambio de gobierno en Venezuela consiste en reconocer a Edmundo González como presidente electo. Hasta ahora, los países europeos, influenciados por el gobierno de España, se han limitado a decir que Maduro perdió las elecciones, pero eso no basta. Es importante añadir que González ganó, y de esta forma, darle el estatus diplomático y jurídico que él requiere para encabezar una pronta transición hacia la democracia.
Artículo publicado en The European Conservative