OPINIÓN

Guillermito “Fantástico” González

por Antonio Ledezma Antonio Ledezma

Su manantial de humor no era una condición lúdica en su manera de ser. Tampoco su contagiosa alegría era un accesorio de su vida, era su naturaleza que le circulaba al rojo vivo por todo su cuerpo y alma. Su personalidad era fantástica. El teatro, la música y la risa lo mostraban en cada escenario con su aureola de hombre sublime.

El arte lo convirtió en un sociólogo e intérprete de la existencia humana. En sus espontáneas reflexiones trocaba en un torrente de ocurrencias matizadas de un fino humor que nos rescataban de la tristeza. Estar al lado de Guillermo permitía saberse libre plenamente. Lejos quedaban los rencores y las penas, para imponerse con esa cantera de carcajadas en las que flotaban ideas con sentido y trascendencia, siempre remando hacia la orilla de la armonía social.

Guillermo fue inmenso por su talento, por su bondad, por sus exitosos emprendimientos y por su arrolladora personalidad. Estaba por encima del guion, no se agotaba en cien o en mil capítulos, duraba en cada instante que se prolongaba hacia el mañana y para siempre.

Fue un empedernido conciliador, porque su ingenio edulcorado de humor era una amalgama que podía reencontrar a los seres más distantes, levantando del abismo a las almas perdidas en la desesperanza. Su mirada siempre apuntaba hacia arriba, con él no perduraba la oscuridad y su altruismo era esa pócima mágica que consolaba hasta en las peores desgracias.

Tenía esa peculiar característica de ser ambicioso y generoso a la vez. Agradecido de Dios por lo que recibía y gozoso de saber que podía dar para hacer el bien. Tenaz, sin dejar de lado la tolerancia, terco para alcanzar la realización de sus proyectos, sin claudicar en sus valores éticos y morales.

Mitzy y yo tuvimos el placer de explorar en los laberintos de sus entrañas, nunca nos extraviamos en su senda brillante, ni tropezamos con imprevistos, porque Guillermito era todo certidumbre de luz y gracia de la vida. Cualquier tiniebla la despejaba con su fina ironía, abriéndose paso con su proverbial prudencia. Era un virtuoso de la improvisación, sin caer jamás en ligerezas.

Estos últimos años, desterrado como muchos, se balanceaba en la cuerda del equilibrio con el dolor de patria ausente y al mismo tiempo con la empalagosa idea de regresar a su amada Venezuela. Siempre vestido de esa esperanza irrenunciable que, como dice Cortázar, “es la esperanza que pertenece a la vida, porque es la vida misma defendiéndose”. Guillermo se empeñaba en congregarnos en torno a la ilusión del retorno victorioso.

Guillermo era de verdad ¡Fantástico! Nunca fue una fantasía, era real. Fantástico porque comprendía la realidad y se inspiraba en esos hechos ciertos; fantástico por su capacidad de renovarse constantemente y por ser reflejo fiel de la Venezuela que amó apasionadamente, sin olvidar a su Canarias natal.

Fue la televisión el volcán que desató sus virtudes. Fue su causa, todo lo hacía con placer, lo disfrutaba a plenitud. Será inolvidable haberlo visto empinado en cada escenario con esa sobriedad y con esa maestría con la que pronunciaba y articulaba palabras y pensamientos.

¡Adiós, Rolo’e Vivo! Más bien, ¡hasta siempre! Porque seres como tú resultan inolvidables e inmortales. Imagino el reencuentro con la Flaca Carmen Victoria, esa que “se pasó de la raya” antes que tú; aquí quedarán como guardianes de tu legado, tus entrañables José Luis “el Puma” y tu carnal Toco Gómez.

Cierro estas palabras rescatando una copla que le escribí a Guillermito, el año pasado con motivo de su cumpleaños, celebrado en la intimidad. Allí estuvimos mi inseparable Mitzy, su adorada hija Guillermina, sus nietos y su yerno:

“Guillermito no envejece

es de eterna juventud

en estos 74, ha vivido a plenitud.

sus canas y las arrugas,

gran ahorro que atesora

por eso ¡goza que goza!

va el rolo’e vivo diciendo.

¡Full cariño recibiendo!

Es un sembrador de afectos

es ese amigo perfecto

para salir de un apuro.

Él es fantástico, juro,

lo digo de corazón,

con su hija y con sus nietos

y ese yerno consentido,

va el rolo’e vivo diciendo:

¡El número 1 soy!”