OPINIÓN

Guerra “ideal” y guerra “real”: Clausewitz y cómo entender la guerra europea actual

por Jonathan Benavides Jonathan Benavides

 

En De la Guerra, Carl von Clausewitz entre otras cosas nos advertía que la guerra como fenómeno tiene dos facetas, a saber: 1) La guerra “ideal”: es decir una donde la tendencia a imponer la propia voluntad sobre el otro tiende a escalar al “infinito” en pos de lograr esa situación; 2) La guerra “real”: donde esa escalada se da pero siempre bajo limitaciones que operan moderando o limitando la escalada. Cuando uno escucha a un “estadista” como Biden, pareciera que adscribe al concepto “ideal” de guerra: llama a destruir a Rusia, a aportar a Ucrania todo lo necesario para que ellos venzan a los rusos y recuperen todo el territorio ocupado. Algo similar se escucha de líderes de la OTAN y de la Unión Europea.

Ahora bien, cuando esos personajes, encabezados por el “estadista” Biden tienen que obrar en apoyo a Ucrania, encontramos cosas tales como: entrega de materiales obsoletos o bien carentes de upgrade; limitado aporte de material moderno o provisión del mismo de manera discontinuada; nula capacitación en la operación de sistemas como los misiles crucero (son operados por “contratistas” de Estados Unidos, Reino Unido o Francia); Reticencia a colocar abiertamente tropas en el terreno.

Concretamente desde Occidente, más allá de la retórica hay una evidente autolimitación que obra en esta guerra desde siempre, y que he comentado muchas veces que así ocurría. ¿Del lado ruso hay apelación a la guerra teórica o real? En esto hay a mi juicio las mismas diferencias entre lo que se dice y lo que se hace, aunque hay una diferencia inquietante.

Desde el inicio de la guerra hasta el momento de escribirse esta nota, Rusia no ha utilizado el poder destructivo de sus Fuerzas Armadas en la medida de sus reales capacidades. No me refiero a lo que algunos “analistas” dicen en punto a que “no tomaron toda Ucrania” (algo que he explicado no ha estado en sus planes), sino al poder destructivo que sus medios de apoyo de fuego (cañones, misiles, lanzadores múltiples, bombas de todo tipo) una gran potencia como Rusia puede desatar. Esa autolimitación rusa puede tener dos maneras de ser entendida – La primera es que han buscado no dañar de manera total a Ucrania, país con el cual tienen lazos históricos de siglos (recuerden, Rusia y el concepto de nación rusa nació en Kiev…). La segunda, y es la que a mí me parece más acertada, al menos a dos años y medio largos de guerra, es que evitan situaciones que pudieran llevar a una intervención de la OTAN, cuestión que no desean.

Estas autolimitaciones que mencionamos tanto para la OTAN como para Rusia (no menciono nada en relación a Ucrania pues debemos entender que su capacidad de decisión en esta guerra es agotadísima) chocan con un aspecto que en el pasado hemos detallado desde incluso antes que Rusia invadiera Ucrania: el carácter vital que esta guerra tiene para Rusia.

Entendamos algo: solamente Ucrania y Rusia tienen intereses vitales en juego en la guerra. La primera porque puede perder el territorio más rico del país y Rusia porque si fuese derrotada perderá su condición de Gran Potencia, independientemente de la cantidad de armas nucleares que tenga. La OTAN sabe muy bien que no existe nada vital para ella en esta guerra, pues la misma era algo que tenían como algo posible en el horizonte desde al menos 1994!!!, y que descartaban en su posibilidad por creer que Rusia no sería capaz de comportarse como una gran potencia en Europa y arriesgar un enfrentamiento con la OTAN.

Esa disuasión de la OTAN sobre Rusia fracasó como mis lectores más antiguos saben muy bien; ahora bien que la disuasión haya fracasado no quiere decir que el tema del interés vital de Rusia deje de estar en juego. De hecho es lo que hace que Moscú persista en la guerra contra todo anuncio de escalada y ante la posibilidad que haya en Estados Unidos “continuidad” con Kamala Harris. Si, como les he dicho muchas veces, la guerra europea es a Rusia lo que la Crisis de los Misiles de 1962 a Estados Unidos, es prudente entender que una gran potencia no puede aceptar una derrota. No tiene espacio para ello, pues la opción es desaparecer como tal, algo inaceptable para cualquier gran potencia. Teniendo en cuenta lo anterior, y considerando que no hay interés vital de la OTAN en juego en la guerra europea, desde lo “teórico” es factible considerar que en un punto esta última buscará llegar a un acuerdo para salvar la cara y poco más.

Sin embargo, puede darse una situación diferente si prima un gobierno en Washington que crea que sus intereses vitales están en Europa y en ese caso se disponga a confrontar con Rusia. Tal cosa, lo hemos mencionado mucho, va en contra del “sentido común”, pues Estados Unidos tiene sus intereses vitales indudablemente en el Asia Pacífico y no en Europa. Sin embargo tenemos que recordar que no sería la primera vez que Estados Unidos obra por “pasiones” antes que por “sentido común”. La invasión a Irak en marzo de 2003 fue un hecho promovido por quienes vieron frustrada la posibilidad de tomar Bagdad en 1991. Afganistán fue una campaña que se extendió por 20 años en la creencia que podía convertirse a una sociedad tribal en una del siglo XXI.

Hay no poca gente en Europa y Estados Unidos que creen que pueden imponer a Rusia condiciones inaceptables sin mayores riesgos. En ellos hay un convencimiento que Rusia no está dispuesta a una guerra nuclear y que al final del día puede ser obligada a retirarse de Ucrania. Así creyó inicialmente Kruschev de Kennedy, pero como era un tipo mucho más serio que los líderes occidentales actuales, cuando calibró correctamente a Kennedy inmediatamente buscó una salida ganar-ganar, la única posible cuando dos Grandes Potencias nucleares se enfrentan. Estamos en un momento único; los líderes occidentales no dan la talla de estadistas requerida, y están impregnados de pensamientos místicos o de fantasía. Seguramente de primar sus miradas todo “saldrá genial”…

Una visita a la “inútil biblioteca” 1) LA CRISIS DE LOS VEINTE AÑOS por E. H. Carr, escrito en 1939, cuando la Segunda Guerra Mundial se atisbaba en el horizonte y estaba claro que el orden diseñado en Versalles había fracasado, es un texto fundador de esta disciplina. Preocupado ante todo por el objetivo de alcanzar un cambio pacífico que asentara un nuevo orden internacional, Carr realiza una implacable crítica del idealismo wilsoniano que inspiró el pensamiento político internacional tras la Primera Guerra Mundial, rechaza los fundamentos liberales del sistema económico y expone con admirable claridad y rigor crítico sus tesis fundamentales: la concepción de la política como conflicto de intereses y la necesidad de mantener en este terreno una tensión entre el estudio de las realidades del poder y la utopía emancipadora; TEORÍA DE LA POLÍTICA INTERNACIONAL por Kenneth Waltz, comienza probando y criticando las teorías anteriores de las relaciones internacionales, mostrando sus fortalezas y debilidades, antes de pasar a defender su propia postura, lo que desde entonces se conoce como “neorrealismo”. Su objetivo era “construir una teoría de la política internacional que remedia los defectos de las teorías actuales”. Y esto es precisamente lo que hizo, al mostrar las deficiencias de las teorías predominantes de las relaciones internacionales, Waltz fue capaz de importar conocimientos de la sociología para crear una teoría más completa y realista que tomara en cuenta las fortalezas de los esquemas antiguos al tiempo que remediaba sus debilidades: razonando una nueva teoría en el proceso; THE ORIGINS OF ALLIANCES por Stephen Walt, ¿cómo se forman las alianzas?, en este libro, Stephen Walt hace una importante contribución a este tema, examinando las teorías sobre los orígenes de las alianzas internacionales e identificando las causas más importantes de la cooperación en materia de seguridad entre los Estados. Además, propone un cambio fundamental en las concepciones actuales de los sistemas de alianzas. Contrariamente a las teorías tradicionales del equilibrio de poder, Walt demuestra que los Estados forman alianzas no simplemente para equilibrar el poder, sino para equilibrar las amenazas; THE FUTURE OF POWER por Joseph Nye, hace una clasificación del concepto poder, esencial en el estudio de las relaciones entre países, pero, como él mismo señala, difícil de definir. Para Nye existen tres grandes tipos de poderes: poder duro (hard power), basado en los recursos militares y económicos; poder suave (soft power), basado en factores como instituciones, ideas, valores, cultura y legitimidad de las acciones, y poder inteligente (smart power), integración de diplomacia, defensa, desarrollo y demás herramientas de los otros dos tipos de poderes; al respecto, señala que la situación ideal para cualquier país es la estratégica combinación de los tres, aunque claramente no todos los países cuentan con fuentes de poder, como los recursos militares y económicos. No todos los recursos de poder de un país son efectivos en todo momento y su acumulación no tiene mayor utilidad si los resultados de sus acciones no corresponden a los objetivos planteados.

@J__Benavides